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uribe, en medio de estados unidos y rusia

Colombia en el tablero del mundo

Cuentan que cada vez que un intrigante intentaba calentarle la cabeza a Richard Nixon en contra del secretario de Estado Henry Kissinger, el ex presidente norteamericano solía despacharlo con la frase siguiente: “¿Sabes qué pasa? Henry es el único de todos ustedes capaz de ver el cuadro completo”.

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Cuentan que cada vez que un intrigante intentaba calentarle la cabeza a Richard Nixon en contra del secretario de Estado Henry Kissinger, el ex presidente norteamericano solía despacharlo con la frase siguiente: “¿Sabes qué pasa? Henry es el único de todos ustedes capaz de ver el cuadro completo”.

¿Qué relación existe entre el proyecto Nabucco –firmado en julio de 2009 por los países europeos socios y Turquía–, que habilita la construcción de una conducción de tuberías de acero capaz de suministrar gas natural a Europa desde la región del mar Caspio sin pasar por Rusia, y la base colombiana de Palanquero –una de las que es motivo de controversia por estos días–, desde donde es posible cubrir cerca de la mitad del continente con un avión de transporte militar pesado C-17 sin necesidad de reabastecimiento de combustible? Así las cosas, puede ser útil intentar un modelo descriptivo en el que la organización de los elementos arroje alguna luz sobre la faz de nuestro planeta enigmático.

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Nabucco y South Stream son los dos futuros oleoductos transeuropeos que tienen como objetivo estratégico la diversificación energética. A Nabucco, el entendimiento europeo-turco, se le enfrenta el púgil ítalo-ruso con nombre de industria naviera: South Stream. La razón de ser de Nabucco, boxeador de movimientos lentos, es llevar gas a Europa desde Asia Central a través de Turquía, eludiendo con una finta el bombeo controlado por Moscú.

La pelea de fondo. Desde el ring side, Estados Unidos lo contempla como quien ha jugado a su favor unos buenos boletos. South Stream tiene en su rincón al Ente Nacional de Hidrocarburos (una compañía multinacional italiana de petróleo y gas con presencia en 70 países) y a Gazprom (compañía gasífera rusa con 415 mil empleados y ventas anuales por más de 30 mil millones de dólares), y persigue transportar su gas al centro del continente. South Stream llega al ring con el propósito de alcanzar el plexo europeo con un rápido directo. En el ring side, algo del fantasma de Pedro I (el Grande, zar ruso) y de sus sueños imperiales se acomoda en sus butacas. Habida cuenta de que hoy más de un tercio del gas que consume Europa lo suministra Rusia, de que el 80% de ese combustible pasa por Ucrania, y que en enero de este año Moscú paralizó el envío de gas a Kiev por deudas, la pelea de fondo también afecta la posición ucraniana.

Desde la caída del Muro de Berlín, los desempeños de Eduard Shevardnadze como ministro de Relaciones Exteriores de Gorbachov y como presidente de Georgia, y de Boris Yeltsin como presidente de Rusia, embriagados por problemas económicos y amotinamientos políticos, permitieron que Estados Unidos pusiera sus ojos refulgentes en el patio trasero ruso.

Ingresaron a la OTAN, que nació con el objetivo de organizar a Europa ante la amenaza de la Unión Soviética, las tres ex repúblicas soviéticas bálticas Lituania, Latvia y Estonia, y países que fueron aliados de la ex URSS, como Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y República Checa. Con tenso sigilo, Georgia y Ucrania siguen sus huellas. En Polonia (Gorsk) hay lanzaderas del escudo misilístico occidental. En República Checa (Brdy), un sistema de radares. Rusia, junto con Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, conforma la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que persigue la disponibilidad de fuerzas de acción rápida.

Las “sonrisas que negocian” (Barack Obama y Dmitri Medvedev, presidentes), y las “fauces” que también lo hacen (Joseph Robinette Biden, vicepresidente estadounidense, y Vladimir Putin, primer ministro ruso) saben que la iniciativa de Moscú no tiene correlación con la OTAN, pero también que los dispositivos bélicos no son la única arma de ataque y defensa y que el mundo es ancho. Existen la energía y América latina, Nabucco y Palanquero, South Stream y la isla de La Orchila, que se ha ofrecido el pasado marzo a la aviación rusa para abastecerse en territorio venezolano.

Las maniobras navales ruso-venezolanas, la venta de pertrechos de Rusia a Bolivia, el asesoramiento estratégico a Ecuador y el acercamiento de estos países sudamericanos a Irán son algo más que el juego de la batalla naval: son una política.

Perdida la base de Manta en Ecuador, Estados Unidos resucita su IV Flota para sumarse al Comando Sur con permiso de navegación en “aguas marrones” (ríos territoriales). Dice la investigadora Ana Esther Ceceña que “el patrullaje de la IV Flota por los océanos será como tener bases militares itinerantes (...), igual que si fuera una base militar completa”. Palanquero responde a la lógica de incluir a Sudamérica en una estrategia global de rutas, según fuentes norteamericanas. De la misión en contra de los narcóticos, que no exigía el uso de conexiones aéreas estratégicas, se pasa a una localización en el continente sudamericano que puede ser usada como un sitio desde el cual ejecutar operaciones de movilidad de tropas y material. Un informe emanado del Comando Sur de Miami de la Fuerza Aérea norteamericana (Ussouthcom), de abril de este año, valora a Palanquero como la base ideal para que los Globemaster C-17 puedan cubrir América del Sur. El viernes, Colombia anunció que cerró sus acuerdos con Washington.

O mais grande. La larga marcha de Brasil camino a convertirse en un jugador global también ha sido advertida por los Estados Unidos: no sólo forma parte del BRIC (Brasil, Rusia, India y China, bloque económico que busca convertirse en dominante), sino que además está dejando de ser el cómodo influyente entre vecinos para pasar a la categoría más inquietante de país con poder de representación sudamericano.

Brasil, como primera potencia regional, mantiene entre sus hipótesis de conflicto los futuros choques por los recursos naturales desde el Amazonas hasta las plataformas petroleras submarinas. La insomne diplomacia brasileña sabe lo que está haciendo; al fin y al cabo, ella también tuvo su emperador Pedro (II, con más precisión).

Mirar las cosas en su contexto es importante, como se lo hacía saber Nixon a los que le tenían tirria a Kissinger; pero sin perder de vista las circunstancias. Dijo el canciller brasileño, Celso Amorim, parafraseando a Woody Allen: “Que uno sea paranoico no quiere decir que a veces, efectivamente, no nos estén siguiendo”.