El 2 de abril pasado, en un bar de San Petersburgo, Vladlen Tatarsky fue asesinado por una bomba colocada dentro de un trofeo que se le entregaba como “premio”. La explosión hirió a más de cincuenta personas, diez de suma gravedad. Todos eran seguidores de la corresponsalía de guerra de este ultranacionalista ruso en la invasión a Ucrania. A las pocas horas, en Twitter, aparece un video del occiso con la siguiente aclaración: aquí puedes ver a Vladlen en el Kremlin, antes de entrar, diciendo “Ganaremos, mataremos a todos, robaremos a todos, ¡tal como nos gusta!” “Robaremos a todos” es la clave, tomemos nota.
Si bien no es tan grave como el secuestro de niños ucranianos para su “rusificación”, crimen de guerra por el que ya se demanda la presencia de Putin en La Haya, lo que sigue es un recuento de la otra faz de esta rusificación forzada de los imaginarios nazis ucranianos que, además, carecen de rasgos culturales propios fuera del nuevo imperio del zar ex KGB. Con esta lógica perversa, el pueblo ucraniano debe ser despojado de su pasado, pero de algo más también, aquello que da cuenta de su existencia en la historia humana. Robar el patrimonio cultural es una manera de redefinirlos como rusos forzados por terror e imposición violenta. Porque un pueblo sin orígenes ya no es un pueblo.
En 408 días de invasión rusa, el daño en edificios culturales y colecciones de arte ucranianas se estima en U$S 2 mil millones, según estima el Banco Mundial. Mientras que la Unesco verificó daños en 248 sitios culturales, incluyendo 107 espacios religiosos y doce bibliotecas. El Consejo Internacional de Museos emitió una lista roja de obras de arte en riesgo, que tanto ONU como Interpol difunden en todos los países para que se las detecte como tráfico ilegal. Ejemplo de esto es la devolución del gobierno norteamericano a la embajada de Ucrania en Washington el mes pasado: tres espadas (siglo V o VI) y una cabeza de hacha en piedra antigua, todo incautado en el aeropuerto JFK.
Bajo el título “Justo como lo hicieron los nazis: la evidencia sugiere que los rusos están robando arte de Ucrania a escala de la Segunda Guerra Mundial”, NBC News publicó un informe de los periodistas Yasmine Salam y Dan De Luce, el mismo se basa en una investigación que lleva adelante el Smithsonian Institution norteamericano dentro de otra más amplia sobre crímenes de guerra. La Convención de La Haya de 1954 prohíbe los ataques militares y saqueos de museos y sitios culturales. Ya existieron condenas al respecto en juicios por crímenes de guerra, como en la ex Yugoslavia y Malí.
El robo ruso incluye joyas de oro escita que datan del siglo IV a.C., monedas antiguas y miles de pinturas de museos y colecciones privadas. Algunos sitios de arte y cultura han sido gravemente dañados y destruidos, incluidas iglesias cristianas ortodoxas centenarias, bibliotecas y pinturas de una de las artistas más queridas de Ucrania, Maria Prymachenko, cuya obra fue aclamada por Pablo Picasso como “milagro artístico” y fuera inspiradora para Marc Chagall. A días de la invasión, el Museo de Historia Local e Histórica de Ivankiv, cerca de Kiev, fue bombardeado, a pesar de que no estaba cerca de objetivo militar alguno. Esto provocó un incendio que destruyó y dañó múltiples obras de Prymachenko.
Otra de las pruebas es la siguiente secuencia. Noviembre 2022, Museo de Arte Regional de Kherson, soldados rusos armados vestidos de civil, durante cinco días, cargan en camiones más de 11 mil piezas de arte, incluyendo pinturas, esculturas y otras obras tanto de Ucrania y como del mundo, así lo confirma Alina Dotsenko, directora de la institución. Hay fotos, también pruebas de que colaboradores prorrusos, empleados del museo, entregaron archivos digitales del catálogo realizado por Dotsenko de las obras ocultas dentro del mismo. Los rusos fueron al lugar exacto y sustrajeron el material utilizando el catálogo como guía.
Ante esto, se alertó al equipo de seguimiento del Smithsonian que, a través de imágenes térmicas satelitales de la NASA y otros satélites privados, comprobó que el convoy de camiones había llegado a un museo en la península de Crimea ocupada por Rusia. Se trata del Museo Central de Taurida en Simferopol. A su director, Andriy Malgin, lo entrevistó Radio Free Europe y finalmente reconoció que gran parte de la colección del museo de arte de Kherson se encuentra allí. Malgin, consciente de que esto es ser cómplice de un crimen de guerra, dijo que las obras de arte estaban almacenadas para protegerlas. “No son nuestras pinturas. Entendemos esto muy bien. No hay intentos de nuestra parte de declarar que permanecerán con nosotros o los exhibiremos. Simplemente los almacenamos”. Faltó agregar: si los rusos pierden devolvemos todo, quédense tranquilos.
El seguimiento de estos casos, como la aparición de nuevos saqueos, prueba una operación sistemática que consiste en ataque, destrucción, envío de especialistas al lugar, selección y robo. Puede que la soldadesca rusa robe algo para sí (ya Tatarsky lo promovía), como las espadas y cabeza de hacha secuestradas en el aeropuerto neoyorquino que tenían como destino el mercado negro, pero la suma de casos tal vez lleve a juicio a los responsables y se recuperen las piezas. Pero antes debe terminar la ocupación de Ucrania.