¿Por qué no llegan las inversiones? ¿Por qué no arranca la economía? ¿Por qué el jefe de Gabinete trata de explicar con posdicciones lo que nunca ocurrió? Posdicción (como la llaman tanto el ensayista iconoclasta Nassim Nicholas Taleb, autor de El cisne negro, y el psicólogo del comportamiento Daniel Khanemn, a quien se debe pensar rápido, pensar despacio) es explicar hechos consumados y no previstos, con argumentos según los cuales estaba todo predicho.
Quizás la respuesta se vincule a lo que Christopher Chabris y Daniel Simons, también investigadores del comportamiento, designan como ilusión de conocimiento. En su trabajo El gorila invisible señalan que esta ilusión se manifiesta cuando se cree saber más de lo que se sabe. Tanto ellos, como Taleb, la ven especialmente en la actividad de los economistas. Tener familiaridad con algo y conocer los rudimentos de su funcionamiento no significa comprenderlo. A menudo leer varias veces un texto, o textos de especialistas o llenarse de datos y estadísticas genera una falsa sensación de comprensión. A partir de ahí se da por sentado el propio conocimiento y no se piensa que sea necesario someterlo a revisión. Por lo tanto, cuando las cosas no funcionan como ese pretendido conocimiento indica, surgen las posdicciones, jamás los replanteos. Esta semana el jefe de Gabinete afirmó dos veces que las predicciones anunciadas para el segundo semestre se habían cumplido rigurosamente.
Para sostener la ilusión de conocimiento se pueden producir estadísticas que la refuercen (es sabido que a menudo estadísticas y encuestas muestran los resultados que quien las encarga quiere obtener, para lo cual se saltea toda información o evidencia que contradiga esos resultados). Y se puede insistir en creencias (que no son evidencias), como, por ejemplo, que la verdadera realidad transita por las redes sociales y no por las calles, los hogares (descartar aquí los que se preparan como escenografía para timbreos), las conversaciones cotidianas de personas de carne y hueso (no contactos en las redes, trolls u otras virtualidades), los lugares de trabajo, los medios de transporte y otros espacios en los que se percibe el humor social.
La economía, y en especial las inversiones complejas, se mueven sobre la base de supuestos no verificables que a menudo se presentan como cuasicientíficos. El tema es que cuanto más se complican las situaciones y se incumplen las previsiones (que, en economía, deberían llamarse más bien profecías), más complicadas e incomprensibles se tornan las explicaciones. De todas las teorías económicas posibles, dice Taleb en ¿Existe la suerte?, siempre habrá una que explique el pasado fallido que se anunció como futuro exitoso. Pero si se pusiera frente a los explicadores a un chico que preguntara incesantemente “¿y por qué?”, y a continuación otra vez “¿y por qué?”, podría advertirse que “no tienen idea de qué están hablando”, como señala el inversionista Steve Eiman (no hay peor astilla que la del mismo palo) en el libro de Chabris y Simons.
La ilusión de conocimiento suele conducir, especialmente en el plano económico, a promesas peligrosas, afirmaciones aventuradas y a desastres de grandes proporciones, como lo fueron las burbujas inmobiliarias, la convertibilidad, la creencia de que se puede consumir sin producir, gastar a cuenta de lo que no se tiene o anunciar alivios impositivos masivos sin haber hecho antes las cuentas (o habiéndolas hecho mal). Como dicen los autores de El gorila invisible, no es lo mismo saber que si uno aprieta un botón descarga el inodoro que comprender cómo funciona todo el sistema del inodoro. Sin esto último, el día que no funcione habrá que llamar a un plomero que cobrará honorarios altísimos por algo que quizás era evitable.
En definitiva, quizás un alto grado de ilusión de conocimiento económico y empresarial impidan el acceso a lo que estos investigadores consideran un antídoto. Un mirada externa, admitir otras posibilidades y, yendo al aquí y ahora, podríamos agregar que un buen antídoto es algo que la economía suele no contemplar. Que detrás de los números (o mejor dicho, delante) hay personas. De ellas se ocupa la política cuando atiende al interés común y no a uno sectorial.
*Escritor y periodista.