COLUMNISTAS
EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Cómo le fue a la Argentina en la década de las materias primas

default
default | Cedoc

En los 80, la Argentina, como parte de América latina, sufrió lo que se llamó la “década perdida”. En cambio, el período de 2001 a 2010 bien podría bautizarse como la “década de las materias primas”, por lo ocurrido con la demanda y los precios, particularmente desde 2005 en adelante. Con su abundante dotación de recursos naturales, nuestro país se vio favorecido y, en ese sentido, el balance no es malo, pero muestra claroscuros y arroja pistas acerca de cómo aprovechar mejor la situación ante la probable continuidad de estas tendencias.

En 2001, las exportaciones argentinas sumaron US$ 26,6 mil millones, para pasar a US$ 68,3 mil millones en 2010. La performance no es mala, pero conviene ponerla en perspectiva. Si se toma como referencia a Brasil, se tiene que el vecino país pasó de exportar US$ 58,2 mil millones en 2001 a US$ 201,9 mil millones a fin de la década. Es decir, la relación de exportaciones entre Brasil y la Argentina cambió de poco más de 2 a 1 a principios de la década analizada a casi 3 a 1 a fin del período. Como se ve, puesto en contexto, el resultado de 2001 a 2010 ya no es tan brillante.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

De todos modos, a lo largo del período se observó un progresivo aumento de la participación de las exportaciones de la Argentina en el total mundial. En 2001, el share de nuestro país fue de 0,44%, hizo un piso en 2006, con 0,39% y, beneficiado por el cambio de precios relativos a favor de las materias primas, alcanzó una participación de 0,47% de las exportaciones mundiales en 2010.

Nuevamente, la trayectoria de la Argentina empalidece cuando se toma como referencia a Brasil. El principal socio del Mercosur tenía el 0,97% de las exportaciones mundiales en 2001 y pasó a un estimado de 1,38% en 2010.

Ejercicio. Si nuestro país hubiera copiado la dinámica brasileña, en lugar de un share de 0,47% de las exportaciones mundiales en 2010 podría haber alcanzado una participación de 0,63%. La diferencia entre el “potencial” (definido por la trayectoria de Brasil) y el observado es de 0,16% de las exportaciones mundiales. Se tiene que, en lugar de los US$ 68,3 mil millones exportados por nuestro país en 2010, podría haberse esperado una cifra de US$ 91 mil millones. La brecha es muy significativa: de US$ 22,7 mil millones. No es el objetivo de este artículo verificar la consistencia macroeconómica de este escenario “contrafáctico”, pero el ejercicio nos parece útil para agregar elementos al debate.

Considerando la participación de las exportaciones argentinas en forma desagregada, se tiene una aproximación a los sectores en los que posiblemente se desaprovecharon oportunidades.

Cotejando con Brasil, esas pistas se hacen más nítidas. En materia industrial, por ejemplo, el vecino país mejoró su share entre 2001 y 2009 (los datos de 2010 están incompletos), pasando de 0,77% a 0,93% de las exportaciones fabriles mundiales, mientras que la Argentina experimentó un leve descenso, de 0,29% a 0,27%. Como se ve, la virtual “promoción industrial” que significó la predominancia de un tipo de cambio elevado durante buena parte del período no alcanzó para modificar las tendencias de largo plazo, lo que agrega argumentos a favor de un programa de competitividad genuina.

En el caso de las exportaciones de petróleo, la brecha es mucho mayor, ya que Brasil ganó participación, de 0,57% a 1,15% del total mundial del sector, mientras que la Argentina retrocedió, de 1,02% a 0,38%, siempre para los años 2001 y 2009.

En algunos rubros, los comportamientos son inversos, como por ejemplo en aluminio. Mientras nuestro país mantuvo su share en las exportaciones mundiales, hubo un retroceso del país vecino.

En otros casos, en los que ambos países ganaron preponderancia en el mercado mundial, Brasil lo hizo a un ritmo mayor. Es, por ejemplo, lo que ocurrió con el rubro carnes, donde Argentina mejoró de 0,54% a 2,37% su participación (en 2001 la aftosa había cerrado las operaciones) y el socio del Mercosur mostró su potencia, pasando de 6,25% a 11,37% de las exportaciones mundiales de este rubro.

En productos agrícolas, la Argentina pasó de 2,65% de las exportaciones mundiales del sector a 3,38% (dato de 2008, por la sequía de 2009). Pero ese avance de 0,73 puntos porcentuales es de menos de la mitad del logrado por Brasil, que aumentó su share de 3,88% a 5,90%.

Una de las diferencias entre la Argentina y Brasil de los últimos años reside en que el vecino país logró evitar la (falsa) contradicción entre mercado interno y externo para productos sensibles de la canasta familiar. En cambio, en nuestro país hubo medidas que, por intentar proteger al consumidor local, terminaron afectando la oferta, al quitarse incentivos a la inversión y a la producción. Esto explicaría, en algunos rubros, los distintos resultados.

Incentivos. Ahora bien, si la actual década se parece a la anterior, sería muy útil derivar consensos básicos de la experiencia acumulada.

Debería subrayarse la importancia de incentivos convergentes en la producción para mercado externo e interno (los altos precios pueden ser compensados con subsidios focalizados por el lado de la demanda). En ese caso, la moderación y menor dispersión de retenciones parece un corolario válido, junto con la eliminación de trabas que, en general, no benefician a los consumidores pero si desalientan la producción/inversión.

El sesgo antiexportador no se limita a las retenciones, ya que la competitividad es también penalizada por tributos como ingresos brutos, impuesto al cheque y tasas municipales, que no pueden descargarse.

Como ya fue descrito en un artículo anterior (“Adiós dólar alto…”, del 23 de octubre de 2010), el foco debería colocarse en promover cadenas de valor existentes, generando condiciones para una mayor sinergia en infraestructura física y tecnológica entre el sector público y privado. Esto no sólo permitiría consolidar la competitividad de los núcleos productivos, sino también ampliar las cadenas con nuevas inversiones, aguas arriba y/o debajo de los eslabones existentes, según donde exista rentabilidad, en línea con las recomendaciones de Hirschman.

Un aspecto que suele minimizarse debería ser revalorizado a la luz de la experiencia de estos años. Se trata de la comercialización de los productos “made in argentina”.

Hay países como Chile que han puesto gran énfasis en la celebración de acuerdos comerciales con sus principales clientes. La Argentina, por el contrario, mantiene una notable inercia, siendo parte de un Mercosur que no ha podido lograr consenso en este plano.

Las decisiones estratégicas para la inserción de la Argentina en el mundo no deberían postergarse pero, en el “mientras tanto”:

* Debe tenerse en cuenta que un buen número de inversiones en recursos naturales, en industrias y en servicios requieren de mercados amplios para poder ser amortizadas, sin que sea suficiente el mercado interno. Esto implica aceptar que el comercio internacional es una avenida de doble vía (aunque obviamente no deben resignarse los mecanismos de protección en el marco de la OMC).

* En la promoción de exportaciones es clave diferenciar según se trate de grandes empresas o de pymes.

* En el caso de las grandes firmas, debería apoyarse el despliegue de verdaderas multinacionales de origen local, tal como hacen China y Brasil y, en su momento, lo hicieron Japón y Corea.

* Para la conquista de mercados por parte de las pymes se impone una institución que sea un par del INTA y del INTI, pero focalizada en la promoción de exportaciones, que bien podría llamarse INEX (Instituto Nacional de Exportaciones). Puede suplirse la falta de escala de las pymes aglutinando y potenciando organizaciones existentes (Fundación Exportar y otras).

* Para que ese mismo objetivo también se consiga a través de las grandes empresas, se requiere adherir a las mejores prácticas internacionales. Respetando los llamados “precios de transferencia”(por razones impositivas), las firmas deberían poder operar con todos los instrumentos disponibles en el mercado mundial, para aprovechar pero también prevenirse de la enorme volatilidad que caracteriza al comercio internacional. La respuesta de los gobiernos de Argentina y Brasil frente al Grupo de los 20, rechazando intentos de regular el comercio de commodities, debería asumirse como una política de Estado y aplicarse en consecuencia.