Hace tres semanas esta columna anunciaba que la ley de audiovisuales saldría “como por un tubo y casi totalmente a gusto de sus inspiradores”. Así ocurrió en la Cámara de Diputados, cuyo título de Honorable, que está en tela de juicio desde las primeras sesiones de 1984, siguió desdibujándose hace una semana, cuando la oposición se desbandó sin hablar, votar ni argumentar, confirmando que lo peor de la pareja presidencial no es su mal uso del poder, sino la desgracia de que tarde o temprano tendrá que transferirlo al peor sucesor imaginable. ¿Quién será? No se puede saber: Scioli, Macri, De Narváez, el inminente Cobos, el Duhalde subterráneo y el inescrutable Reutemann son muy previsibles, y, por ello, netamente improbables. Por ahora, la llamada oposición se debate entre media docena de improbables que sólo tienen en común el haber sido ungidos por el bloque del campo, que, bueno es recordarlo, es una amalgama artificial, y, como las tres o cuatro fuerzas opositoras visibles, es otro efecto calculado de la iniciativa del propio Kirchner. Cada día es más probable que el sucesor de la señora K sea ungido por el dedo del Sr. K, un dedo que apunta a su ombligo, y, más por debajo de la piel, a un estómago voraz que digiere fondos y propiedades. ¿A quién elegirá? ¿Hugo Moyano? No es mala idea. Para cualquier empresario el incipiente estanciero es una de las figuras más confiables de la tropa K, y mientras cualquier inversor vería con agrado la candidatura de alguien famoso por “tener códigos” y cumplir su palabra a la napolitana, pocas o ninguna organización sindical opositora se resistiría a la andanada de recursos que el gordo de los camiones puede distribuir con sólo aflojar dos dedos de su aguerrida mano. No se ven más soldados confiables en la tropa K y, a catorce meses del lanzamiento de las candidaturas, inflar a uno de tantos obsecuentes no le sería fácil. Un camino alternativo sería insistir en su candidatura y apostar a un ballotaje donde competir con un enemigo a su medida. Por ejemplo, a alguien que le ofrezca inmunidad, y para eso tiene a Macri y De Narváez. El primero ya ha dado pruebas de caballerosidad y ahí andan Telerman, Ibarra y De la Rúa gozando de los beneficios de su buena voluntad sin revanchismos ni justicierías. El colombiano habla el lenguaje de los millones y eso lo convierte en un interlocutor tan dócil como lo fue Clarín durante más de cinco años. La próxima semana el también honorable Senado limará un poco más la ley, ya sin el triple-play, que era el mejor negocio para los K y sus amigos de Telecom, pero era el único beneficio que brindaba a los usuarios de TV cable, teléfonos y conexión web.