Esta costumbre tan argentina de desenterrar escritores olvidados (muchos prefieren agregar “injustamente” a la palabra olvidados, pero creo que todos los escritores son siempre justamente olvidados y justamente se les da una segunda oportunidad) es una práctica también frecuentada en Italia. Silvio Raffo, el más conocido y eficaz traductor italiano de los poemas de Emily Dickinson, acaba de darle una segunda oportunidad a lord Alfred Douglas, el poeta conocido por haber sido en su juventud el amante de Oscar Wilde.
El lugar común dice que Wilde perdió la cabeza víctima de una pasión desquiciada. Al menos de la lectura de Bosie, la biografía escrita por Douglas Murray, lo que se desprende es que el biografiado era un cretino, alguien con cierta inclinación a complicarlo todo. Es decir alguien no muy distinto a cualquier persona con la que podemos cruzarnos a diario, que a diferencia de cualquier persona era un poeta abominable e inexplicablemente enamoró a uno de los mejores escritores irlandeses del siglo XIX. Aun concordando someramente con esa descripción, Raffo difiere en algo: Bosie escribía muy bien. Se dirá que en eso tampoco se diferencia mucho de cualquier persona, pero Raffo recuerda que Wilde decía que era el mejor de los jóvenes poetas ingleses de su tiempo, afirmación que podría estar contaminada por el afecto, si no fuera porque alguien tan desalmado como Bernard Shaw lo definió como el mejor compositor de sonetos después de Shakespeare. Entrevistado por Matteo Fais para la revista online Pangea a propósito de la salida de L’amore che non osa, una antología de poesías preparada y traducida por Raffo, este insiste: “No podemos evaluar el trabajo de un escritor pensando en su vida. Lo que resulta increíble es que su obra haya pasado absolutamente en silencio porque pesaba sobre él la etiqueta de serpiente. La obra de lord Douglas en realidad es exquisita y revela un gran conocimiento y una pericia métrica que no tiene nada que envidiarles a poetas mucho más célebres”.
A Bosie –que sobrevivió a Wilde 45 años, contrajo matrimonio con Olive Custance, una poeta lesbiana con la que tuvo un hijo esquizofrénico– le tocó vivir una situación similar a la de Wilde, a quien se le prohibió ver a sus propios hijos por considerárselo de una moral reprobable. A Bosie nunca lo abandonó el fantasma de Wilde y vivió todo el resto de su vida luchando contra un inconsciente deseo de expiación, mereciendo todos los castigos a los que se lo sometió: derrochó la fortuna de su madre, no pudo terminar nada desde el punto de vista literario y se hizo encerrar seis meses en prisión por haber difamado a Churchill, acusándolo de haber formado parte de una conjura para asesinar a Herbert Kitchener, el secretario de Estado británico para la guerra, muerto en alta mar y cuyo cuerpo nunca fue recuperado. Douglas, al igual que Wilde, decía que nunca se recuperó de la experiencia carcelaria, y al igual que Wilde, estando en prisión escribió un poema con el que pretendía burlarse de De Profundis. El suyo se titula In Excelsis, y para muchos es lo mejor que escribió.
Bosie era racista, fue el primer traductor al inglés de Los protocolos de los Sabios de Sion. Pero volviendo a sus poesías: ¿por qué no se lo trata mejor?, ¿por qué tan poca gloria? Raffo responde: “Todos odian a Bosie. Cuando se pronuncia su nombre, la expresión es de asco. Por eso nadie leyó sus poesías. Pero ese no es un comportamiento crítico válido. Bosie es más hábil que Wilde a la hora de dejarse llevar por sus delirios. Es más macabro, más exquisitamente decadente que Wilde. Al menos en poesía.”