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Como siempre, el que apuesta al dólar pierde

La presidenta Cristina se quejó, en su discurso en la Bolsa de Comercio, porque los argentinos preferimos ahorrar en dólares, en lugar de comprar bonos y acciones locales.

Szewach
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La presidenta Cristina se quejó, en su discurso en la Bolsa de Comercio, porque los argentinos preferimos ahorrar en dólares, en lugar de comprar bonos y acciones locales.
¿Es la misma presidenta cuyo marido ahorró los fondos de la provincia de Santa Cruz en un banco suizo? ¿Es la misma presidenta cuyo gobierno estafó a los tenedores de bonos en pesos ajustables por CER manipulando los datos de inflación? ¿Es la misma presidenta cuyo gobierno expropió los fondos de pensión en pesos, o destruyó la rentabilidad de empresas que cotizan en la Bolsa de Comercio cambiando arbitrariamente las reglas?
¿Es la misma presidenta que frena exportaciones e importaciones o fija impuestos por una simple resolución? No, seguramente se trata de otra persona ¿Una impostora? Un argumento para un cuento de Borges o de Bioy.
El mundo parece haber tocado piso en la crisis global. Todavía no está claro si es algo transitorio o definitivo. Todavía falta pasar por el test de “quitarle la medicación” de déficits fiscales descomunales y políticas de expansión monetaria “tercermundistas” y ver si el paciente sigue el camino de la recuperación por su cuenta.
Todavía falta para que el sistema financiero retome vitalidad y que las familias, en el mundo desarrollado, recuperen relaciones de endeudamiento razonables. Pero, mientras tanto, las políticas anticíclicas han frenado la caída mundial y permitido que los precios de nuestros productos de exportación se recuperen y que China, por un lado, y Brasil, por el otro, “ayuden” con su demanda a nuestro sector externo.
Esta mejora, transitoria o definitiva del escenario internacional, sin embargo, no ha servido para despejar incertidumbres sobre el corto plazo local y mucho menos para retomar niveles de inversión aceptables. Es cierto que es probable que también aquí en la Argentina estemos cerca de tocar piso, gracias a este marco internacional y regional citado y a que, si mejoran las condiciones climáticas, el campo recuperará nivel de actividad y volumen exportable el próximo año.
Pero, lamentablemente, la resaca del desorden fiscal preelectoral en la Nación y en las provincias no ha alejado las dudas sobre más expropiaciones, directas o indirectas, o más inventos impositivos o regulatorios. El festival de subsidios continúa, ahora agravado por el populismo futbolero y el descontrol en algunas empresas estatizadas. Y, además, todo esto nos está llevando a un terreno peligroso y conocido: el del Banco Central financiando al Tesoro e, indirectamente, a las provincias.
Afortunadamente, todavía estamos ante dosis no letales de este veneno. No es lo mismo tener que emitir el equivalente de US$ 3 mil / 4 mil millones para cerrar las cuentas públicas, que tener que emitir US$ 10 mil / 15 mil millones. Pero este tipo de financiamiento, a través del regresivo impuesto inflacionario, es adictivo, además de ser criminal para los sectores de ingresos fijos y de más bajos recursos.
Por lo tanto, la clave de los próximos meses, si este escenario benigno persiste y no enfrentamos una recaída global, pasa por la capacidad del Gobierno de conseguir que la evolución del gasto público no obligue a recurrir con mayor intensidad a la política monetaria, al endeudamiento con proveedores o receptores de reintegros o reembolsos, o a seguir reduciendo los fondos disponibles para el sector privado, en la banca oficial o en la ANSES.
Recuperar la capacidad de recurrir al crédito internacional voluntario ayudaría, en la medida que se pudiera evitar, de esta manera, abusar de la inflación, a financiar el gasto. Pero transitar este camino –además de sus consecuencias de largo plazo, sobre el endeudamiento público– exige reducir, sustancialmente, la percepción de riesgo argentino que tienen los inversores, internacionales y locales.
El camino no es rápido ni fácil. Recuperar un mínimo de reputación como deudor confiable no le será fácil a la Argentina K, por lo expuesto al principio de estas líneas y porque continúa enviando señales confusas respecto de su verdadera vocación de “normalizarse”.
En síntesis, el mundo mejora, aunque, por ahora, sin confirmar una recuperación definitiva, y la Argentina puede dejar este escenario recesivo aunque en forma muy modesta. Pero el uso del Banco Central como una caja fiscal más, si bien en dosis bajas, implica seguir caminando sobre el filo de un cuchillo, y le pone un piso a la evolución del dólar.
Y las señales poco contundentes sobre la búsqueda de la normalización crediticia difícilmente permitan un rápido acceso genuino al crédito voluntario a tasas razonables. Ambos factores ayudan a que los argentinos, pese a los retos de la Presidenta, al igual que, en su momento, lo hizo su marido, prefiramos defendernos ahorrando en dólares. Aunque el que apueste al dólar pierda.