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Responsabilidades

Con pecado concebidos

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Memes. “¿Qué hicimos para merecer esto?”, pregunta que muchos argentinos se cuestionan. | redes

En los abundantes memes que circulan en las redes mofándose de los sucesivos e inevitables dislates del Presidente, de los desopilantes tropezones verbales del gobernador de la provincia de Buenos Aires o de las desmesuradas autorreferencias narcisistas de la vicepresidenta suele repetirse con frecuencia la siguiente pregunta: “¿Qué hicimos para merecer esto?”. Del interrogante se infiere que la sociedad argentina es víctima de una plaga, una especie de castigo divino o catástrofe natural, que la castiga injustamente por un delito o un pecado no cometido. Sin embargo, ni estas tres personas ni tantas otras, como los gobernadores eternizados en sus lugares de señores feudales y los legisladores cuya única función es votar teledirigidos, desaparecer de sus bancas a cada instante y vampirizar las arcas del Estado cobrando de por vida sueldos y jubilaciones insultantes para los ciudadanos que alimentan esas arcas con impuestos abusivos, están en sus cargos debido a una partenogénesis política. No se parieron a sí mismos en sus funciones, no fueron sin pecado concebidos. Fueron designados a través de elecciones que son parte del sistema democrático, aun con todas las debilidades que éste exhibe en nuestro país. Y es posible que muchos de quienes hoy los vituperan los hayan votado, aunque en su momento no lo confesaran y hoy finjan no recordarlo (el voto vergüenza, ese que no osa decir su nombre, existe y pesa, como se vio hace un par de semanas en Brasil).

En estos tiempos las elecciones suelen definirse a partir de una abundancia de información constituida esencialmente por chismes y noticias falsas que, en realidad, desinforma y contribuye a eliminar el pensamiento crítico, y eso se combina con una descarada manipulación emocional del votante a cargo de los publicistas, directores de campaña, asesores de imagen y especialistas en marketing que están detrás de los candidatos. Si a esto se agrega una masa crítica de ciudadanos desinteresados de la política, lo que equivale a desentenderse de su futuro personal y colectivo, que proclaman ese desinterés como si fuera una virtud, termina por confirmarse algo que escribió el dramaturgo alemán Bertolt Brecht (1898-1956). Según el autor de La ópera de tres centavos, Galileo y Madre coraje, “el analfabeto político es tan burro que se enorgullece y saca pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nacen la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

En cuanto a responsabilidades ciudadanas y a la política, a esta altura de la historia ya no caben ni virginidad ni ingenuidad. Muy bien lo explica Mónica Beatriz Bornia, catedrática de Derecho en la Universidad Nacional de La Plata, en su ensayo El mito del ciudadano ingenuo. Dice allí que “vivimos en una sociedad de ciudadanos duales: mientras en la vida pública muestran una faceta moralista y edificante, al cuarto oscuro va su ‘otro yo’, que desconoce a quién vota y no es consciente de lo que avala. Una vez que sufragó, el ‘otro yo’ vuelve a ser un ciudadano ejemplar que se asombra y se queja de los acontecimientos”. Si, no obstante, hubiera algo de ingenuidad, ésta podría ser de dos tipos, como muestran los premios Nobel de economía George Akerlof y Robert Shiller, especialistas en economía del comportamiento, coautores de La economía de la manipulación: El incauto emocional, que es presa de impulsos emocionales y sesgos cognitivos. Y el incauto informacional, que devora todo tipo de información, mayormente engañosa, sin examinarla ni digerirla, creyéndola cierta. Ninguno de los dos piensa críticamente. Ambos son “boccato di cardinale” para vendedores de cualquier cosa, incluidas candidaturas.

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Hoy se habla mucho sobre la indiferencia de los políticos hacia las necesidades de esa abstracción llamada “la gente”. Esa es una cara de la moneda. La otra, simétrica, es la indiferencia de una porción decisiva de “la gente” hacia la política. De ahí nace la respuesta a la pregunta sobre “qué hicimos para merecer esto”.

*Escritor y periodista.