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magias

Contar el cuento

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El decimoquinto festival FIND del teatro Schaubühne de Berlín es un espacio indiscutido para confrontar retromarchas y tendencias: fue un lujo verificar que lo que se llama “nueva dramaturgia” no es más que “dramaturgia” a secas.

Cuando mi hijo de tres años se porta mal, lo amenazamos con no contarle el cuento de las buenas noches. Mi hijo se desespera: no puede soportar la idea de irse a dormir sin escuchar la historia. Simon McBurney y su Théâtre de la Complicité han redescubierto esta magia ancestral y, valiéndose de toda la tecnología a nuestro alcance (al suyo), operan un milagro teatral. En Amazon Beaming, novela de Petru Popescu, un fotógrafo se pierde en el valle de Javari y encuentra una civilización en fuga, los peligrosos “hombres gato”, con quienes no funcionan nuestras palabras ni razones. Los hombres gato están volviendo atrás. La idea de retornar al origen no es nueva e incluso podría pensarse que la utopía del buen salvaje que irradia Europa no es más que un cliché envejecido. Sin embargo, Simon hace magia. Consciente de que para contar un cuento a los niños hay que bajar la voz y abandonar la grandilocuencia, ubica un receptor binaural en el escenario despojado y provee a los 300 espectadores de unos auriculares Sennheiser milagrosos. El sistema binaural tiene forma de cabeza y los micrófonos están en unos recovecos parecidos a nuestras orejas. Lo que oímos tiene todos los planos sonoros de la realidad, y creeremos en lo increíble. Una botella de agua que Simon agita es ráfaga de pasos en el arroyo que va a dar al Amazonas.

No soy enemigo de la desaparición del relato en favor de otros asuntos que se dan en el teatro. Sin embargo verifico con alegría que el trabajo del dramaturgo (que recrea el mundo reasociando causas y efectos para una comunidad) se parece mucho a esa magia innombrable que domina desde niños a la bestia irracional que llevamos dentro y que amenaza con la eterna dispersión del todo si alguien no narra las cosas de la vida.