Hace años, según creo, no se usaba como ahora la palabra “contenedor”, la palabra “contenedora”. No recuerdo que se estilara decir eso de nadie. Si se hablaba de contener, para el caso, se lo hacía en el sentido de frenar, de detener, de parar, de controlar; y era tanto más importante poder hacer eso con uno mismo (“saber contenerse”) que ponerse a hacerlo con algún otro.
En este tiempo, otro sentido fue prevaleciendo en el uso: contener pasó a ser ante todo entender y calmar, una mezcla de comprensión y de consuelo, virtudes terapéuticas ejercidas con preferencia en el marco de la familia o de la amistad. Las personas contenedoras saben escuchar y dar cobijo, sosegar y resguardar.
¿Será pura casualidad que, por estos días, se hable tanto de las aulas contenedor? Descarto la acepción de container como caja de carga de mercadería, descarto tanto más la acepción de contenedor como recipiente de gran tamaño donde ir a tirar la basura. En las aulas contenedor prefiero percibir el sentido psicológico y pedagógico de la expresión.
No soy quién para pronunciarme sobre la adecuación o inadecuación de esas aulas: no tengo ni la menor idea. La palabra que las designa, en cambio, ha capturado mi atención muy fuertemente. ¿Qué concepto de educación instala? ¿Qué escena de enseñanza y aprendizaje sugiere? ¿Qué es lo que nos da a pensar acerca de los alumnos que asisten a clase y acerca de los docentes que van a dictarles sus cursos?
Contención. Hace unos meses, el tema educativo se agitó visiblemente en la Ciudad. Había una reforma educativa en curso y hubo tomas de colegios como medida de protesta. El tema de la reforma a mí me interesó muchísimo, porque me pareció que presentaba errores y que traería graves perjuicios; el de las tomas, en cambio, a las que objeté su apresuramiento, me interesó bastante menos.
Pero fue por eso, precisamente, que pude verificar hasta qué punto en los medios masivos se quería debatir sobre las tomas, y el poco interés que, en comparación, había en discutir la reforma. Como si en cierto modo lo buscado fuera asegurarse de que los alumnos entraran a las aulas y permanecieran ahí adentro, y a cambio no se diese demasiada importancia al tema de lo que en esas aulas luego se les iba a enseñar, ni mucho menos a la manera en que eso iba a ser enseñado. Los contenidos de la enseñanza no parecían importar demasiado, pero tener a los alumnos contenidos sí: y mucho.