Publicada el sábado 08 de noviembre en la edición impresa de Diario PERFIL.
Se ha vuelto a verificar. Somos vulnerables y nada tenemos de invencibles. Ahí lo está demostrando la Presidenta, una vez más internada y fuera de circulación. ¿Enferma el poder? Tal vez, pero no a todos los que lo acumulan. En ella parece evidente que tanta masa de atribuciones la desgasta y devalúa. Paradoja de la suma de las herramientas en apenas dos manos: el material se fatiga y la rutina presidencial deviene frecuente protocolo hospitalario.
Pero hay individuos que acumulan y ejercen el poder ufanándose de que cambiar de patrón no les hace mella. Miguel Pichetto es un caso revelador, porque no miente cuando se regocija con sus lealtades hacia quienes él sirve desde la política. Nada de tonto tiene. Ahora denuncia que Argentina Digital, el nuevo esperpento kirchnerista para lotear entre amigos las telecomunicaciones de este país, hiere de muerte la hipótesis mentirosa y embriagada de retórica progre, según la cual había que destruir al Grupo Clarín para asegurar un nuevo mapa mediático, sin actores hegemónicos ni “monopolios”. Todo queda en nada: se trata de pulverizar a un grupo, salvando a los “monopolios” amigos, como Telefónica o Vila-Manzano. Coyuntura amarga tras cinco años de borrachera ideológica. Pichetto lo advirtió y reclamó algunas pizcas del viejo jarabe, al menos pongan “algo” contra los monopolios.
Me hizo acordar la agridulce escena de Aprile, el inolvidable film (1998) del italiano Nani Moretti. Está viendo por TV un debate del que participan Silvio Berlusconi y el entonces líder del centro-sinistra, el ex comunista Massimo D’Alema. D’Alema escucha en silencio cuando Berlusconi ocupa el centro de la pantalla con su retórica antimarxista. Moretti, solo en su casa viendo la TV, le grita a su líder: “Reaccioná, respondé, decí algo, ¡reaccioná! Dale, respondele, D’Alema, decí algo, reaccioná, decile algo, ¡dale! Decí algo, respondele, D’Alema, decí algo de izquierda, decí algo que, aunque no sea de izquierda, sea algo de civilización, D’Alema decí algo”. Pichetto hizo algo parecido ante una Ley de Medios fracasada, capitaneada por un mediocre e incompetente ex comunista que ya no sabe cómo ni de qué disfrazarse, Martín Sabbatella. Menemista todoterreno en los años 90, en 2014 Pichetto le ruega a su gobierno que al menos diga “algo de izquierda”. Desolador, pero tuvo cierta trascendencia: el toque “antimonopólico” será aportado por el Gobierno para que en los días venideros la ley salga más presentable.
“Si es necesario perfeccionar la herramienta, estamos dispuestos”, se envalentonó Jorge Capitanich después de haber escuchado el reclamo de Pichetto, quien en la primera reunión de la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión del Senado pidió incorporar una “cláusula antimonopólica” y una “salvaguarda” para proteger a las pymes. Tenía en la mira a Telefónica, empresa que se vería beneficiada con esta ley si es aprobada tal como está redactado el texto que envió el Gobierno: “Yo tengo problemas con el reino de España, con un capitalismo colonial. La empresa Telefónica no invirtió un peso en los 90”, explicitó Pichetto. “Esta es una de las preocupaciones que hemos analizado en el bloque de senadores. Tiene que ver con la defensa del interés nacional y la presencia de numerosas empresas de cable y pymes, que preservamos con la Ley de Medios”, aclaró. “Telefónica sigue manteniendo los cables de cobre. No han invertido un peso desde los 90, por eso tenemos problemas con las comunicaciones telefónicas”, castigó Pichetto, que pidió proteger a las pequeñas operadoras de cable porque, si se sanciona la ley, se verán obligadas a permitir el uso de sus redes a otras empresas, como las grandes operadoras de telefonía. Para la senadora Morandini, los funcionarios contradicen la postura esgrimida por Cristina Kirchner cuando impulsó la Ley de Medios y prohibió a las telefónicas que brindaran servicios de comunicación audiovisual. Este volantazo de 180 grados las habilita.
Ante la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión, el diputado del GEN Gerardo Milman confesó “serias dudas de que este proyecto vaya en beneficio de los usuarios; acá ha habido una pretensión de ampliar el negocio de las telefónicas con el objeto de sumar divisas”. Es que había sido Capitanich quien oportunamente solicitó “investigar a las empresas”. Milman lo hizo: “Me tomé el trabajo de hacerlo y encontré que el 7,8% de la torta accionaria de Telefónica de España está en manos del mismo fondo buitre que está detrás de Donnelley y General Motors. El Gobierno nos ha puesto un debate de patria o buitres. Entonces, pongámonos de acuerdo, o son patria o son buitres”.
El proyecto que se debate en la Cámara alta define como “servicio público en competencia” a las empresas de telecomunicaciones, que son objeto de regulación incluyendo redes troncales hasta bocas de acceso de los hogares, etiquetadas “última milla” o “bucle local”. Sobresale en el proyecto de ley que permite a las telefónicas que puedan prestar servicios audiovisuales. Sólo deben dar contenidos audiovisuales, contabilidades separadas y no ser “anticompetitivas”. Los licenciatarios audiovisuales podrán prestar servicios de telecomunicaciones a través de la misma red, pero estarán obligados a proveer acceso e interconexión a otros operadores. Todo uso de infraestructura compartida deberá ser previamente autorizado por la autoridad de aplicación que designará el Gobierno, que también definirá qué operadores deben “desagregarse de la red local”, o sea obligar a los que retienen posición dominante a no dar servicios domiciliarios y abrir su red a otros. La movida del astuto Pichetto fue apenas una picardía, ante tanto malabarismo, pero nada más que eso. El Gobierno revela que hace lo que le conviene, al margen e incluso en contra de sus supuestas convicciones.