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Creando una izquierda mayor

El horizonte de la izquierda: o crece porque el kirchnerismo se le suma o crece porque el kirchnerismo se disuelve en un peronismo de centro.

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CGT: anunció paro, lo levantó y ahora lo reflota. | cedoc

Las imágenes de violencia alrededor del Congreso este jueves, con sus reminiscencias visuales de finales de 2001 (afortunadamente solo visuales en esencia), obligan a reflexionar sobre los reacomodamientos de los espacios políticos después de los movimientos sísmicos que significaron la caída de De la Rúa, los 12 años de kirchnerismo y la emergencia de Cambiemos en 14 años donde la economía salió de Cavallo y regresó a Sturzenegger.

La significativa capacidad de movilización de la izquierda en contra de la reforma previsional, que probablemente se repita cuando se debata la reforma laboral, no se alcanza a explicar por el hecho de que en todo el mundo haya habido protestas relevantes cada vez que se redujeron los beneficios jubilatorios. En la Argentina ya se produjeron reformas o intentos de reformas previsionales y laborales con gobiernos no peronistas, pero en esos casos fue el peronismo y no la izquierda el que encarnaba la rebeldía. A la reforma laboral de Alfonsín se le opusieron los paros generales de la CGT, por entonces conducida por Saúl Ubaldini, y a la ley de flexibilidad laboral de De la Rúa se opusieron las denuncias de legisladores y sindicalistas peronistas que derivaron en el escándalo por coimas en el Senado.

Los disturbios fuera y dentro del Congreso reflejaron una natural fusión del kirchnerismo y la izquierda

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Hoy no es el peronismo institucional de los gobernadores ni la CGT la vanguardia de quienes enfrentan estas leyes sino que tratan, con distintos grados de disimulo, de no oponerse a su promulgación pagando el menor costo político posible. La conducción de la CGT es arrastrada por la más combativa de las dos CTA, que le impone de hecho sus paros generales: el viernes la CGT levantó el suyo al no sancionarse por decreto la reforma previsional, pero se cumplió igual en muchos de los gremios de las CTA (hora anuncia que lo haría el lunes). Más la presión adicional de la creciente cantidad de comisiones internas del Partido Obrero y el Partido de los Trabajadores Socialistas que dominan varios sindicatos.

En 2003, Néstor Kirchner corrió el peronismo a la izquierda absorbiendo gran parte de los indignados de 2001/2002. Movimiento de apaciguamiento que fue posible sostener por el aumento del precio de las materias primas y la sintonía de época: la ola latinoamericana de populismo. Agotado ese ciclo, el peronismo vuelve a su encrucijada de fin del siglo XX: la caída del comunismo y la globalización del capitalismo dejan al mundo sin dos sistemas en conflicto haciendo obsoletos conceptos como la tercera posición o países no alineados, con los que Perón construyó su doctrina al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Sin los volantazos tropicales de Menem y Kirchner, lo mismo le sucedió al Partido Laborista en Inglaterra que, tras el derrumbe del Muro de Berlín, se corrió hacia el centro dejando de tener a los sindicatos como su principal fuente de sustentación.

Si el peronismo del siglo XXI se terminara consolidando alrededor de nuevos dirigentes como el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, que a pesar de sus diferencias con Macri (ver reportaje en página 42) comparte la necesidad de modernización, probablemente también el peronismo futuro, al igual que el laborismo inglés, deje de tener en el sindicalismo su base de sustentación.

En un mundo de economía globalizada, quizás al peronismo no le quede otra alternativa que correrse al centro para volverse competitivo electoralmente. Pero un sistema político con un peronismo de centro y un Cambiemos de centroderecha dejará espacio para una izquierda que no sea electoralmente solo un collar de partidos testimoniales sino que pueda crecer en su representatividad política. La pérdida de significancia del peronismo kirchnerista en Jujuy hizo que la izquierda obtuviera el 18% en las elecciones de octubre, profundizando la tendencia que hace algunos años ya se percibió en Salta.

Néstor Kirchner corrió el peronismo a la izquierda en parte también porque esa era la tendencia de época, trayéndole rédito electoral. Cristina Kirchner, sin la plasticidad política de su marido, no solo no se adecuó al cambio de época sino que pronunció ese corrimiento al punto de salirse del peronismo, por lo menos formalmente. La espontánea alianza anti reforma previsional de manifestantes de izquierda frente al Congreso, con diputados kichneristas dentro del recinto, de alguna manera expresa ese vacío de representación que deja el peronismo tradicional ya corrido al centro.

La izquierda crecerá por los K que se le sumen y el vacío que dejará el PJ absorbiendo a parte del kirchnerismo

El peronismo no tiene otra alternativa: como cualquier partido de poder que aspira a ser gobierno, no puede desconocer la realidad de las tendencias mundiales, donde China es ahora casi más capitalista y libremercadista que Estados Unidos. Salvo que Macri no pueda ser reelecto en 2019 porque la economía haya producido nuevos disgustos a la sociedad, el kirchnerismo tiene dos alternativas: ir hibridándose para volver a amalgamarse con un peronismo más de centro, o radicalizarse engrosando el espacio de los actuales partidos de izquierda. En cualquiera de estos dos casos, perdiendo dirigentes y peso específico propio.

Pero la izquierda, probablemente, tenga un horizonte más promisorio: o crece porque el kirchnerismo se le suma o crece porque el kirchnerismo se disuelve en un peronismo de centro que no represente más a los más excluidos prioritariamente.

Debido a que el poder es mundial y la política es local, a la interdependencia planetaria de todas las naciones, y la pérdida de la soberanía de los Estados, salvo en las grandes potencias los partidos políticos de la mayoría de los países tuvieron que desidelogizarse. Mercados cada vez más emancipados de la supervisión política se hicieron inmunes a las recetas del pasado. Hasta que se descubran nuevas herramientas que le permitan a la política recuperar el control y los partidos para gobernar deban domesticarse, se creará un espacio nuevo para quienes representen el discurso apocalíptico en los más jóvenes, y nostálgico en los más grandes.

No hay nada nuevo en el mundo desde aquel fin de la historia de Francis Fukuyama tras la caída del comunismo. Lo nuevo en la Argentina es que el peronismo dejó de representar a quienes se oponen a lo dado.