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Crisis de la silla ocupada

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La crisis que atraviesa el Mercosur recuerda la crisis de la silla vacía cuando el general Charles de Gaulle rechazó el cambio de la forma de votación en el seno de la Comisión Europea. La diferencia es que hoy el conflicto es de la silla ocupada, puesto que se desató cuando Venezuela comunicó a sus socios que asumía la presidencia del bloque.

Uruguay es el único país con el que cuenta Maduro para poder cumplir con su cometido, puesto que Argentina, Brasil y Paraguay manifiestan que no cumple con las condiciones para ejercerlo ya que no ha incorporado a su acervo normativo normas fundamentales del Mercosur, y por su situación política interna.

Lo paradójico es que las razones que se esgrimen para vetar la presidencia venezolana, que ya la ejerció con anterioridad, no resultarían de peso para suspender al país caribeño del bloque, ni siquiera para sancionarlo de alguna manera.

Hace algunos días la Cancillería argentina propuso una presidencia colegiada para saldar la situación, sin embargo quedaría planteada una serie de interrogantes de difícil solución.
¿Por qué los incumplimientos de Venezuela alcanzan para que no asuma la presidencia pero no serían suficientes para suspenderlo del bloque? ¿Por qué si no cumple con los tratados, no recibe sanción y mantiene su condición de cuasi igualdad frente al resto de los socios? ¿Qué precedente se sienta a futuro respecto al cumplimiento de los tratados y sus consecuencias?

Pero la situación es más compleja de lo que se expone públicamente, puesto que el Mercosur resuelve todo su accionar a partir del consenso de la totalidad de los miembros, y en consecuencia si Maduro asume una política similar a la de De Gaulle, el proceso de integración quedaría virtualmente bloqueado, puesto que sería imposible alcanzar el consenso necesario.

Suspender a Venezuela implicaría también impedir a sus representantes parlasureños participar del Parlamento del Mercosur. Esto es delicado, teniendo en cuenta que es en este órgano imbuido por la representación donde la oposición venezolana tiene el margen para dar a conocer la situación por la que atraviesa su país y establecer lazos políticos y de solidaridad con familias partidarias de los otros países.

En consecuencia, los integrantes del Mercosur deberán establecer de manera concreta los pasos a seguir. Para ello, los escenarios son claros.

Escenario 1: se sanciona a Venezuela por incumplimiento y se la suspende como miembro del bloque. Esta posibilidad deja expuestos a los restantes miembros, que en diferente medida también incumplen la internalización de normas regionales, aunque no las fundamentales.

Escenario 2:  se sanciona a Venezuela por lo antes dicho y, además, por su política interna de DD.HH. Esta posibilidad es un salto al vacío puesto que además de inmiscuirse en la política interna de los Estados-parte, también debería debatirse qué se incluye en los DD.HH.

Escenario 3: no se sanciona a Venezuela, como ocurrió tres años atrás, cuando ejerció la presidencia del Mercosur, y se establecen plazos concretos para cumplir los compromisos asumidos y las sanciones de las que sería plausible en caso de incumplimiento.

Escenario 4: se excluye a Venezuela de la presidencia del Mercosur pero se la sigue considerando miembro pleno del bloque, con las posibles consecuencias que esto podría tener y que expusimos anteriormente.
De la decisión que se adopte dependerá el futuro del bloque de manera determinante. La experiencia más cercana de la exclusión de Paraguay y la entrada por la ventana de Venezuela no auguran un futuro promisorio, pero el cambio de responsables en otros países echa un poco de optimismo a la cuestión.
Para eso se debe tener claro que la crisis que hoy se está viviendo es consecuencia de lo ocurrido cuatro años atrás, cuando comenzó esta crisis el 31 de julio de 2012 al ocupar Venezuela su silla de la forma que lo hizo.

*Licenciados en Ciencia Política.