El nerviosismo que surca las oficinas de los ministerios se frena aún en la puerta del despacho presidencial sin lograr traspasarla. Cristina Kirchner subestima a Sergio Massa como una verdadera amenaza. Cree que la picardía política del intendente es proporcional a su falta de sustancia y, con una inferencia característica de sus tiempos de militancia, considera que al final el kirchnerismo terminará por imponerse gracias a la fuerza del devenir histórico. Pero el afán presidencial está lejos de contagiar a todos. A pocas puertas de su despacho, otros funcionarios se atormentan de sólo pensar en los efectos que tendría una derrota electoral en un gobierno que transformó el 54% de los votos de 2011 en su principal estandarte.
Las encuestas que le acercan al Gobierno los consultores Doris Capurro, Roberto Bacman y Julio Aurelio marcan el horizonte de la estrategia electoral del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Puntos más o menos, todas coinciden en darle a Massa una ventaja cómoda en la señal de largada frente al candidato oficialista Martín Insaurralde, tal como mostró PERFIL el fin de semana pasado en un estudio exclusivo.
Pero los sondeos en manos de Carlos Zannini, principal consejero electoral del Gobierno, indican que la ventaja de Massa se acorta sutilmente cuando los votantes bonaerenses deben elegir entre Massa y Cristina Fernández, o Massa y Daniel Scioli.
De allí que los esfuerzos de las próximas semanas se enfocarán en asociar a Insaurralde con la Presidenta y el gobernador. La cuesta que debe remontar es empinada y pedregosa. La clave se esconde detrás de los Cedin. De allí los esfuerzos de la oposición por envenenarlos en su semana inaugural. Y las consultas de Massa a sus consejeros económicos sobre las perspectivas de los bonos: “Difícilmente logren más de mil millones de dólares”, le anticipó su candidato Ignacio de Mendiguren. Para el Gobierno, menos de dos mil millones sería sinónimo de fracaso.
En la Rosada tampoco hay plena confianza en los intendentes. Hasta Insaurralde, rodeado de funcionarios, comentó sus resquemores por el doble juego de los jefes distritales que lo acompañan en las recorridas y, en secreto, se intercambian mensajes de texto con Massa. Por temor a las represalias, los señalados se esforzaron por desmentirlo. A Fernando Espinoza, de La Matanza, el afán lo llevó a recurrir a los servicios de la operadora Alejandra Rafuls, quien reparte sus negocios entre distintos pesos pesados del Conurbano. La inversión se centró en descubrir las fuentes de información que habían revelado a PERFIL el juego de un puñado de intendentes, a través de una columna publicada el domingo pasado.
Vano esfuerzo.
Espinoza haría mejor en destinar semejante cantidad de recursos en la prevención del delito, en especial en un municipio donde el número de homicidios ya encendió las alarmas de toda la Provincia, motivaron a muchos a preguntarse por la razón que llevó al intendente a contratar ex policías sumariados en la fuerza municipal y convocan a los vecinos a insistentes marchas frente a la Intendencia que, por ahora, se pierden en las noticias comunales.