En la primera entrevista que le dio a una radio desde que era Presidenta y en la última que le concedió a un medio del Grupo Clarín, el 6 de marzo de 2008 Cristina salió al aire en la mañana de Radio Mitre, entonces a cargo del Midachi Dady Brieva.
Lo que se dijo allí fue todo bastante intrascendente, salvo, quizás, el asombro de la Señora por el apego de su hija Florencia a “las nuevas tecnologías y formas de comunicación”, las mismas que, empezando por el fanatismo de la adolescente por colgar fotos en las redes sociales, terminaron por dejarla libre en la secundaria ante una mamá furiosa que ordenó cortarle Internet a la nena en la quinta de Olivos.
Habrán sido las computadoras o apenas el destino quienes volvieron a juntar a Cristina con Brieva, dos años después, ahora con motivo de entregar las primeras diez de las tres millones de netbooks que el Gobierno promete distribuir entre los estudiantes secundarios argentinos, idea que está muy pero muy bien y se inspiró en el plan oficial uruguayo lanzado el año pasado, mientras Cristina, Julio Grondona y Diego Maradona anunciaban el “Fútbol para todos”.
La presencia de Don Dady en un acto educativo celebrado en las distinguidas instalaciones del Teatro Nacional Cervantes podía haber sido la nota de color del pasado martes 6, pero el dato quedó reducido a la nada por el asombro que generó el que una mandataria peronista se declara allí “la Sarmiento del Bicentenario”, porque ya se sabe que Don Domingo Faustino jamás fue santo de la devoción de los devotos de Don Juan Domingo, que, revisionismo histórico mediante, pasaron a considerar al Padre del Aula poco menos que un criminal y un vendepatria. Eso también podría estar muy bien, aunque para llegar a semejante conclusión habría que comprobar primero con hechos concretos que los Kirchner están dispuestos a que las heridas del pasado cicatricen de una buena vez y podamos mirar hacia adelante, sin maniqueas manipulaciones de la Historia.
Curiosa esa pasión de CFK por andar comparándose siempre con hombres emblemáticos del pasado, siendo ella una mujer tan involucrada con las cuestiones de género. Ya se comparó con Moisés, luego con Manuel Dorrego, hace poco con el faraón Keops y ahora con Sarmiento.
“Mujer fálica”, como le han dicho por ahí, o mandataria insegura y necesitada de exhibir atributos que cuando natura non da Salamanca non presta, como la supongo, Cristina tal vez debería haberles explicado a los diez chicos que salieron del Cervantes con su compu bajo el brazo que, cuando se metan en Educ.ar (el website educativo gubernamental fundado por Fernando de la Rúa, quien, al hacerlo, también se comparó con el Gran Sanjuanino) podrán confundirse un poco con lo que Cristina les quiso decir cuando les dijo que se siente Sarmiento.
Educ.ar dixit: “Como hombre de acción, como político, Sarmiento mostró el lado más polémico de un personaje que siempre fue polémico. Cuando era gobernador de San Juan se produjo en La Rioja el levantamiento del Chacho Peñaloza contra el Estado nacional. Sarmiento decretó el estado de sitio en San Juan y dirigió en persona la lucha contra los montoneros del Chacho, que fue vencido y muerto por el ejército. En ese conflicto Sarmiento le escribió a Mitre una de las frases por la que sería más atacado en el siglo XX: ‘No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes’. El desprecio por lo popular criollo, y también por todo lo indígena, no era exclusivo de Sarmiento: era como pensaba la mayor parte de las elites de las distintas provincias argentinas. En cambio, tenían una mirada idealizada de los europeos, a quienes veían como portadores de civilización. Sin embargo, en sus últimos años Sarmiento se volcaría también contra los inmigrantes”.
A veces, las salidas del paso rimbombantes pueden jugar malas pasadas y confundir las cosas. Salvo que el mensaje presidencial del Cervantes incluya también la advertencia de que repartir netbooks no quita la posibilidad de que algún rival termine despanzurrado a lanzazos como el “salvaje” Peñaloza, pero al revés.