COLUMNISTAS

Cristina no está muerta

La Presidenta vuelve a dar muestras de que el kirchnerismo, pese al desgaste, buscará no ceder protagonismo y dar pelea.

Cristina Fernández
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No escucha en privado pero reta en público. No consulta hacia dentro pero mueve las piezas hacia afuera. Les dice a los suyos que está cansada, pero a los ajenos que no la traten de idiota. La Presidenta vuelve a dar muestras de que el kirchnerismo, pese al desgaste de diez años, buscará no ceder protagonismo y dar pelea para mantener su amplia cuota de poder.

En las áreas decisorias del Gobierno, los cambios decididos por Cristina fueron leídos en clave electoral. Mover a Agustín Rossi de Diputados a Defensa elimina un cortocircuito en las candidaturas santafesinas y abre la puerta a que la dupla María Eugenia Bielsa-Jorge Obeid tenga chances de ganar la provincia, en vez de que el FpV pelee por el tercer lugar. Desplazar a Nilda Garré (sin juego propio) por Arturo Puricelli en Seguridad propone como mirada atender la demanda social de preocupación por la inseguridad, pese a que los fierros en el ministerio sigan en poder de Sergio Berni (feliz con el cambio de jefatura).

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La posibilidad de más cambios en el Gabinete –de los que no están al tanto ni la prensa adicta, como quedó demostrado esta semana– apuntan en el mismo sentido y tienen la misma cara, la necesidad. El oficialismo maneja encuestas incómodas para competir electoralmente: en los distritos que pesan, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, la única K que mide bien es Ella. Por ello es que, más allá de que su cuñada Alicia sigue siendo la principal alternativa al frente de la lista bonaerense, en los últimos días salieron casi con desesperación a sondear otras figuras.

Resignado ya el kirchnerismo a perder en Capital y Córdoba, busca reactivarse en Santa Fe (y analiza alguna sorpresa en Mendoza) y da por descontado triunfar en el resto del país. Pero la Provincia es la madre de todas las batallas y donde se definen los dos años por venir, al menos.

Por eso Daniel Scioli y Sergio Massa están en la mira de Cristina. Mal que le pese, de cómo jueguen ellos dependerá buena parte de la suerte de Ella. El gobernador sigue convencido de que lo natural es que vaya a suceder a la Presidenta. Así se mueve y razona que mal no le fue hasta ahora en su incombustible carrera política. Trata de mostrar gestión (misión casi imposible) y aguanta los salvajes embates orales y dinerarios de la Casa Rosada. En voz baja reacciona ante las agresiones, pero calla públicamente. No todos sus ministros hacen lo mismo: algunos se desbocan para decirle a potenciales inversionistas que “esperen, hay que aguantar dos años y después cambia todo”. O denuncian sin disimulo que detrás del curioso paro docente post paritaria está la oscura mano del kirchnerismo.

Scioli está convencido de que cuanto más se lo ataca mejor considerado está en la sociedad. Algunos gobernadores, intendentes, sindicalistas, empresarios y hasta funcionarios sciolistas no concuerdan con esa idea. Con contadas excepciones, son los mismos que dan aire a Massa. Y varios siguen transitando los lustrosos pasillos de Balcarce 50. No sea cosa de poner todos los huevos en una sola canasta.

Massa inició su cuenta regresiva. Ve entusiasmado las encuestas. Cuenta intendentes. Amaga con hacer candidata a su esposa Malena Galmarini (que no juega a ser Karina Rabolini). Hace números para saber cuántos fiscales y pesos necesita (muchos, en ambos casos). Y toma nota de que cuando se defina nada será igual.

Pero el resucitado ex jefe de Gabinete de Cristina debe intuir que con alguna dosis mínima de crueldad puede mutar de esperanza blanca a bestia negra. Así, en La Plata se acumulan datos sociales y estadísticos actualizados sobre el partido de Tigre que mostrarían –supuestamente– una gestión no tan luminosa como la que se percibe popularmente. Y en un juzgado federal de los tribunales de Comodoro Py se evalúa la posibilidad de incorporar el nombre de Massa a una causa por tráfico de influencias de la consultora financiera Arcadia, involucrada en el canje de deuda, donde ya están imputados Amado Boudou y Diego Bossio, sucesores del actual intendente en la Anses.

Pocos, muy pocos, juegan limpio en la política. También en eso el kirchnerismo hace escuela.


*Jefe de Redacción de PERFIL.