Hace tiempo que se percibe el fin de ciclo. Cualquiera que escuchara a la Presidenta en una cadena oficial imaginaba que con semejante conducción el rumbo seguro era el abismo del oficialismo. La Presidenta logró imponer su autoritarismo desmedido dejando a sus seguidores al borde de entregar su dignidad. Ser ministro
o legislador era sólo una manera de ocupar un espacio donde únicamente se ejercía la obediencia. La autoridad era la presidencial, pero como en todo poder desmedido, hay un entorno de personajes ocultos y oscuros que ocupan la línea de decisión.
Fue así para que la orden viniera de arriba, del poder, sin que nadie se anime a discutir ni su lógica ni mucho menos su origen.
Las cadenas fueron muchas, demasiadas. Deambulaban entre la desmesura y el aburrimiento. Sus seguidores formaban parte de una secta, un grupo de elegidos que se fue achicando y separando del resto de la sociedad. La realidad era el lugar donde vivían ellos. Los disidentes ocupábamos el espacio del mal. Los que votaban en contra o salían a la calle eran simples colonizados o formábamos parte de las corporaciones y empleados del imperialismo.
Hubo un jefe de Gabinete que frente a la movilización de una multitud se atrevió a decir “estaban todos bien vestidos”; con semejante soberbia terminaron mordiendo el polvo de la derrota en Fuerte Apache y decenas de lugares donde la mayoría son humildes.
Todo un enorme grotesco demasiado parecido a la decadencia que vivía Venezuela, regímenes donde personajes menores se convertían en jefes de procesos donde la demencia y la corrupción ocupaban el espacio de la declamada justicia social.
Ellos son la izquierda, el progresismo, la revolución, la virtud y además, reciben de premio la prebenda y las mieles que reparte el Estado. Ellos son la burocracia, ésa que terminó destruyendo a la imperial Unión Soviética, ésa que convirtió a la experiencia de Cuba en un triste fracaso donde el autoritarismo de los Castro resulta indiscutible y la justicia del socialismo es materia de debate y de compleja reivindicación.
Repito hasta el cansancio, el ciclo del kirchnerismo está agotado, y no suele darse que los ejércitos recuerden con afecto a los generales que los condujeron a la derrota. Vienen barranca abajo, los va limpiando del panorama el viento de la historia que viene por derecha; claro que ellos tienen poco y nada de esa supuesta izquierda que tanto enarbolan.
Macri es de derecha, pero no lo imagino demasiado a la derecha de Scioli, ni de los Kirchner que privatizaban YPF que no recuerdo si eran parientes de estos Kirchner que la estatizaron. Eso sí, se me ocurre que ese apellido se quedó con enormes ganancias en cada una de esas idas y vueltas.
Soy peronista, imagino que con Macri tendremos espacio para recuperar el partido que los Kirchner
degradaron al igual que Menem en simple aparato para sus caprichos personales. Al menos Macri no arrastrará el nombre de mi causa como los que hoy la usan para ocultar su desprecio por toda nuestra historia.
El peronismo nació con los obreros y los humildes; el kirchnerismo con los imberbes que el General echó de la Plaza y en rigor, fue utilizando esa memoria a la que ni siquiera respetaron como merecía.
Cualquier discurso del general Perón era una pieza de oratoria mientras que las largas, eternas cadenas oficiales que hoy soportamos son un castigo de una presidenta cuya soberbia es excesiva frente a la superficialidad de sus propuestas.
Scioli no logró ni quiso ser él, tampoco diferenciarse de la Presidenta. Ella ni siquiera lo nombra en sus discursos. Cuántos perdieron imaginando que eran invencibles.
Esa triste imagen de C5N cantando triunfos que luego serían derrotas, esas imágenes y lo caro que salían sus portadores, ésa es la metáfora final de un proceso político agotado por el fracaso, una nueva experiencia donde la burocracia rentada se inventó un pueblo a su medida.
Y ahora hacen campaña sucia, ya no sabrían hacer otra cosa.
*Ex diputado.