La igualdad de género es uno de los consensos básicos para formar una nueva mayoría que trabaje por una sociedad igualitaria e inclusiva para todos y todas. Lo primero –y más urgente– es la eliminación de la violencia de género. Esto aparece como apremiante si consideramos que en Argentina hay un femicidio cada 32 horas.
Ahora bien, el femicidio no es un hecho aislado sino el escalón más alto y violento de una serie de acciones y conductas previas. Este conjunto de violencias se conoce como espiral de la violencia de género y comienza con diversas actitudes: celos, menosprecio, imposición, ridiculización, humillación, control y prohibición. Incluye aspectos como el cuestionamiento de las prendas de vestir elegidas por las mujeres, o la referencia mediante apodos –loca, gorda, histérica–. Puede derivar o no en la violencia física. Por eso los varones no debemos creer que no somos violentos o machistas simplemente porque nunca agredimos físicamente a una mujer.
Nuestro compromiso con la lucha de género debe incluir de nuestra parte reflexión y autocrítica constantes, ya que si el machismo persiste es porque evidentemente tenemos una serie de actitudes que contribuyen a que se propague. Esto incluye, en primer lugar, cuestionarnos nuestras actitudes cotidianas: chistes, miradas, posturas físicas o la interrupción de la palabra de nuestra interlocutora. En segundo lugar conlleva también cuestionarnos por nuestro silencio cuando identificamos que otros varones están poniendo en situación de inferioridad a una mujer. Para quienes, además, somos padres, implica preguntarnos si les damos el mismo trato a nuestras hijas mujeres que a nuestros hijos varones –si tenemos distintas expectativas y exigencias para unos/as u otros/as–, y si no les estamos transmitiendo estereotipos que posicionan de manera desigual a un género respecto del otro: ¿Esperamos que estudien distintas carreras universitarias? ¿Les permitimos comenzar a salir de noche a diferentes edades? ¿Los inscribimos en distintos deportes o actividades extracurriculares, con su género como único justificativo?
El involucramiento tiene que estar orientado por la convicción de que así estamos defendiendo no solo los derechos de las mujeres, sino el derecho de todos y todas a vivir en una sociedad mejor.
Por supuesto que, además de las actitudes individuales, las organizaciones tienen un rol fundamental en esta lucha. Por eso, en el Sindicato Unico de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (Suterh) contamos con la Red Vivir sin Violencia, un servicio confidencial y gratuito de prevención, atención y orientación a mujeres, niños, niñas y adolescentes que estén atravesando situaciones de violencia.
Esta y otras iniciativas se apoyan en nuestra comprensión de que no podemos pretender que la sociedad cambie si no comenzamos
por nosotros mismos y nuestros espacios más inmediatos, como la familia, la casa, el trabajo o el sindicato. Nuestro desafío como varones implica entender que la lucha de género no sólo es liberadora para las mujeres, sino también para todas las personas que tenemos como horizonte un mundo más libre, igualitario y justo.
*Secretario general Suterh.