COLUMNISTAS
Derecha e izquierda

¿Cuál Perón es el verdadero?

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A veces los temas se agotan; otras, se convierten en obsesión. José Pablo Feinmann nos presenta su libro inteligente y con la mirada crítica de los intelectuales comprometidos, el Tata Yofre nos recuerda que también en su momento fue capaz de reprimir.
Dos miradas que chocan ahora de tantas que sigue engendrando esa expresión tan creadora como el pueblo que la inicio y le sigue guardando lealtad.
Si con Irigoyen se inicia la epopeya de contener a todos, con Perón surge el desafío de que gobiernen los marginados, una confrontación que no era sólo económica: se amaba o despreciaba una cultura, una manera particular de transitar la existencia.
FORJA articula con la antigua patriada; Homero Manzi y Catulo Castillo acompañan la pasión con Enrique Santos Discepolo; Leopoldo Marechal construye un mundo habitado por esos héroes y Hugo del Carril pone su voz. No se discute meramente una visión de lo político, se debate un lugar en el mundo y una determinada forma de valorar lo humano. Si el tango nace como una síntesis sublime de esa fragua, el peronismo será el instrumento político de esa pertenencia.
Cuando los pueblos necesitan entrar en la historia, suelen inventar un líder y concentrar en él todas las discusiones de su realidad. Lo hizo Francia con De Gaulle y China con Mao, eso fue Ghandi para la India como Nasser para el mundo árabe.

Perón es la impronta de un pueblo, de una identidad cultural que ya no tiene retorno, de una manera distinta a la soñada por conquistadores y próceres.
Posee una formación intelectual de peso –escribe Toponimia Araucana en el año 29– sabe que quiere convertirse en el jefe de un movimiento nacional.
Acusado de “dictador”, nunca perdió una elección libre y democrática ni cargó muerte en sus espaldas; dejó esas culpas para sus enemigos. Dieciocho años fuera del país y un retorno triunfal cierran su ciclo donde hasta sus viejos adversarios terminarán por ser sus amigos.
Perón forjó el partido de la mayoría a la que enseñó a gobernar sin resentimiento, alejando y seduciendo a izquierdas y derechas hasta inducirlas a entrar en su dispositivo. Nada era casual en su destino, lo acompañó una mujer humilde que marcó con su nombre el apellido de la rebeldía.
Desde el ‘55 al ‘73 muchos se fueron acercando a sus ideas; en democracia, resulta casi imposible transitar la política sin citarlo.
Fue el último en intentar que los violentos adhirieran a la política entregándoles grandes responsabilidades de gobierno, aunque en su noción de orden no tenía lugar el anarquismo de los suicidas.
No era de derechas ni de izquierdas, su objetivo era lograr que en todos los sectores surgiera una tendencia nacional. Así, Solano Lima será el conservador y Abelardo Ramos, uno de los marxistas que se aproximen a su concepción de nación por encima de la ideología.
En eso consistía el peronismo, en una identidad propia asumida y encumbrada, una singular manera de participar de lo universal sin imitar a nadie.
Sus enemigos internos eran la antipatria, y en el mundo, los imperios. Perón defendió las empresas nacionales y el estado benefactor, la industria y el desarrollo tecnológico propio. Desde el Pulqui a la energía atómica, desde la defensa de la naturaleza a la integración de los marginados, toda su concepción sigue vigente y no hubo nadie a su altura para continuarla.
Sus argumentos permanecen vivos mientras que los de sus enemigos no soportan la prueba del ácido del tiempo. Izquierdas y derechas siguen intentando cobijarse bajo su nombre para cosechar el fruto de sus votos. Ayer fue la expresión del ser nacional, hoy tan solo un recuerdo que algunos intentan utilizar.
Hay tantos peronismos como sueños de formar parte de la conciencia colectiva.
Al abrazar a Balbín, culminó la tarea de consolidar la Nación, cuando ya no se discutía la identidad sino la forma de conducir la política, se había agotado el movimiento y llegaba el tiempo de los partidos.
Como supo decirnos entonces, “peronistas somos todos”.

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*Dirigente peronista.