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Cuando juega la lógica, ganar en Praga es sólo una ilusión kafkiana

Stepanek y Berdych dejaron a República Checa match point en la semifinal. Argentina apuesta a un milagro: ganar los tres partidos que restan de la serie.

Postales de viernes. Stepanek celebra su triunfo ante Mónaco, un punto clave.
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Praga vale la pena, pero queda lejos. De un lado, la historia, los misterios, los vaivenes políticos y sociales y hasta una revolución liderada por un poeta. Del otro, casi 12 mil kilómetros de distancia. Un abismo. Pero vale la pena. El Puente de Carlos, el castillo, el reloj astronómico, el Moldava, su gente y su gastronomía valen las leguas que haya que viajar para llegar hasta aquí.

También la Copa Davis vale la pena. Por lo pronto, se ha convertido en la gema estigmática que busca enfáticamente el tenis argentino. Aun por encima del Wimbledon que nunca se ganó. Es esa copa que se sueña casi con desesperación y sin excepción: no lograré nunca entender los motivos que tuvo Del Potro para escapar del torneo durante buena parte de los dos últimos años. Justamente fue ante los checos que Juan Martín jugó por Argentina por última vez. Pero del mismo modo que no entiendo esa decisión –por lo pronto, no con los argumentos oficiales del jugador–, no puedo caer en la injusticia de negar el gran aporte que hizo el tandilense en más de una ocasión importante desde que debutó, en 2007. Además, estoy convencido de que muy pronto volverá a jugarla. (Ojalá sea en 2014; sospecho que será imprescindible). Es decir, creo que, para Del Potro, también es una asignatura pendiente.

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Pues bien, en la distante Praga, la Copa Davis, que tanto vale la pena, volvió a quedar lejos.
Ojalá esta tarde haya un dobles de resurrección. Pero, aun así, soñar con revertir un 0-2 ante el último campeón y en su casa parece tan gratis como vano. No hay otras sensaciones después de un viernes que, más que decepcionante, fue tenísticamente demasiado lógico.
Pico Mónaco empezó jugando contra Radek Stepanek y terminó jugando contra Pico Mónaco.

El tandilense comenzó el juego atado a la obsesión de hacer frente del mejor modo a un rival talentoso, molesto, impredecible; el hombre a cuya medida se diseñó la cancha en la que se está jugando la serie. Y empezó haciéndolo bien. Para este momento de su carrera, muy bien. Tanto como para ser el primero en quebrar el saque. Una parte de la idea era poner gran énfasis en la devolución del saque (preferentemente, cerca de los cordones de las zapatillas del checo) como para disponer de una segunda pelota más o menos cómoda. Por eso se puso 3 a 1 en el primer set.
La otra parte de la idea era tener la mejor calidad y cantidad de primeros saques para, luego, acompañar con un segundo tiro que le diera continuidad a la iniciativa. “En esta cancha, el que empieza dominando gana más del 80 por ciento de los puntos”, comentó Pico después del sorteo que, inesperadamente para el plantel argentino, le anunció que su rival del viernes sería Stepanek.

La segunda parte del asunto fue la que dejó a la intemperie que el presente inestable del tandilense en el circuito también viajó a Praga.
Así, mientras el partido fue partido, Mónaco resolvió mejor los momentos de iniciativa ajena que los de propuesta propia. Se notó cuando perdió su saque inmediatamente después de la ventaja inicial y se potenció como sensación a partir del comienzo del segundo capítulo.

Además de virtuoso, Stepanek es un zorro del tenis. Tiene su repertorio elocuente: saque variado, cambios de ritmo y de ángulos dignos del entrañable Miloslav Mecir y una volea merecedora de que McEnroe o Edberg lo hubiesen invitado a jugar dobles en sus tiempos de gloria. Pero ante un rival escaso de confianza en su propio juego, también se supo disfrazar de pasa pelotas presuntamente inofensivo. Tal vez eso haya desanimado a Mónaco mucho más que los pasos de ballet que su rival terminó dando cerca de la red.
El resultado final dolió. Sonó lapidario. Casi como para desparramarse hasta mañana, si fuese necesario jugar ante Berdych por los puntos.

Buscando lo bueno donde no lo hay, uno elige quedarse con la sensación de que el primer set jamás debió haberlo ganado el checo. De algún modo, Pico lo hizo posible. Con sus dudas y con un tenis más refractario que de elaboración propia. De todos modos, ¿cómo saber si un resultado parcial favorable le hubiera dado a Juan todo aquello que hoy le está faltando?
Lo concreto es que a Stepanek sí le bastó esa ventaja para dibujar ese puente de gloria que volvió a depositarlo en el O2 de Praga casi un año después de haber sido el héroe del 3 a 2 ante los españoles en la final de 2012.

No demasiado distinta fue la historia del segundo singles. Al menos en lo que se refiere a nuestras ilusiones y a lo que finalmente registró la planilla oficial.
Leo Mayer hizo el mérito suficiente como para ganar los dos primeros sets. Fue su virtud sorprender al cinco del mundo, fastidiarlo y quebrarle tres veces el saque. Pero bastó un smash mordido y desviado cuando podía quedar 5-3 en el primer parcial para que, un rato más tarde, el partido apenas estuviese sets iguales. Es decir, el correntino jugó dos sets probablemente mejor que Berdych. Pero si perdés 10 puntos sobre 11 en un momento decisivo ante un jugador de semejante talla, el obsequio viaja sin retorno.

Para colmo, una situación similar –error en la definición en un break-point con el rival haciendo chillar las zapatillas contra el suelo de manera incomprobablemente antirreglamentaria– puso a Mayer rápidamente 0-3 en el tercer capítulo. A esa altura, Berdych ya no dio más posibilidades con su saque y puso al argentino siempre cuesta arriba.
Fue un previsible tres sets a uno para una buena actuación de Mayer. Decididamente por encima de sus posibilidades habituales en el circuito y justificando su elección como singlista para el primer día.

No hay que buscarle más vueltas al asunto. Sabíamos que no estaría Del Potro. Sabíamos que no llegaría Nalbandian. Y sabíamos que jugábamos contra el mejor equipo de dos tenistas que tiene la Davis.
Ahora también sabemos que no siempre alcanza con pedir un milagro. Más ahora que, con todo respeto, parece que Francisco anda más concentrado en Piatti, Prósperi y Mercier que en Charly Berlocq y Horacio Zeballos.

* Desde Praga.