Hacía tiempo que la carrera de entrenador de Alfio Basile venía barranca abajo, y ayer parece haber encontrado el piso. Sin embargo, y tras su desastrosa salida de la Selección, los dirigentes de Boca y Carlos Bianchi decidieron obviar el paso del tiempo y lo contrataron para dirigir a Boca en julio del año pasado.
Dirigir a Boca implica per se varios riesgos, se sabe. Pero recurrir a un entrenador en decadencia, como era el caso de Basile, porque venía de ganar todo y maneja bien el vestuario fue, lisa y llanamente, una equivocación que todos, dirigentes y Bianchi, deberían tomar para sí y no repetir. O hacer un mea culpa, decir: “Señores, yo cometí un error gravísimo”, y dejarle el lugar a otro.
Repasemos: con Coco como entrenador, Boca ganó en seguidilla los torneos Apertura 2005 y Clausura 2006, la Copa Sudamericana de 2005 y dos veces la Recopa Sudamericana (sólo es una ronda, partido y revancha) en sus ediciones 2005 y 2006. Así dicho, como palmarés, es muy impresionante. Como dato curioso, digamos que la carrera como entrenador de Alfio Basile empezó en 1976 (condujo a un vistoso Chacarita), pero recién en 2006 obtuvo un título local.
Para quienes amamos los torneos largos, digamos que “su” Boca, al obtener Apertura 2005/Clausura 2006, es como si hubiera ganado un torneo largo. Es decir, no dejó dudas –como pueden haberlas dejado Banfield ahora, o Newell’s o Racing, anteriormente– sobre quién era mejor.
El problema es que trajeron de nuevo a Basile a mediados de 2009 porque había “ganado todo”. Obviaron los tres años que pasaron desde su ida del club. En el fútbol argentino, tres años es una eternidad.
El último partido que Basile dirigió a Boca en su primer ciclo fue el primer tiempo del recordado y vergonzante encuentro con Gimnasia en La Plata, el 10 de septiembre de 2006. El Lobo ganaba 1 a 0, pero el árbitro Daniel Giménez fue amenazado en el entretiempo y el partido debió suspenderse; la segunda parte se jugó recién dos meses después, pero el DT xeneize ya era Ricardo La Volpe porque Basile se había ido a la Selección, a tal punto que Ribolzi debió reemplazarlo una semana antes de este partido (vs. Estudiantes, triunfo de Boca 2-0).
Concluyamos, entonces, que el último partido completo de ese ciclo de Basile fue el 7-1 a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, el 27 de agosto de 2006. De los titulares de aquella tarde, los únicos que permanecen en el plantel actual son Palermo, Krupoviesa y Marino. Morel Rodríguez estuvo en el banco de suplentes, Battaglia e Ibarra no jugaron por lesión. Abbondanzieri y Riquelme, referentes del grupo actual, estaban en Europa.
Dos primeras ideas: el primer error fue no leer el mal momento en el que estaba Coco cuando lo llamaron. Lo trajeron para arreglar una interna feroz entre Riquelme y Palermo y nadie reparó en que debió irse de la Selección porque no pudo comunicarse correctamente con sus jugadores. Con esos problemas de llegada, ¿cómo va a solucionar un problema de vestuario cuya solución es la salida del club de uno de los dos líderes? Las palabras elogiosas de ambos jugadores para con el entrenador se las llevó el viento, no tienen sustento. Lo primero que debían hacer era juntarse y transar una relación cordial. No lo hicieron. El odio que se tienen fue más fuerte y lo pusieron por delante de los intereses de Boca.
Basile se dio cuenta de eso rápido, el 20 de septiembre, cuando la interna se trasladó a la cancha y Román y Martín ni siquiera se pasaron la pelota la tarde en la que Boca perdió 3-2 con Godoy Cruz. Tras la caída, Coco pegó el portazo. Sus familiares, Bianchi y una promesa pacificadora de Riquelme lo sacaron a flote. Se quedó. El equipo jugaba cada vez peor, y encima Riquelme se rompió y se quedó afuera. Basile cometió la equivocación de jugar como si estuviera Riquelme, pero sin Riquelme. Y después de perder en fila con San Lorenzo e Independiente, volvió a presentar la renuncia. Esa vez, el que lo paró fue Amor Ameal, quien le prometió refuerzos e intervenir en lo que ahora (ahora es tarde, Ruso) Ribolzi llamó “puterío”. Coco le creyó. Hasta que el miércoles pasado Boca perdió feo con River y el equipo demostró que jugar peor que en 2009 es posible. Basile renunció por tercera vez. Y nadie se opuso.
El segundo error es claro: cuando Basile trabajó en Boca en 2005/2006, tenía un plantel que tenía robo frente al resto, aun cuando jamás defendió bien y en el medio campo faltaba marca. Pero en el plantel no estaba Riquelme, Palermo vivía tranquilo y el resto empujaba para adelante. Le sobró para llevarse un bicampeonato en el orden local y tres títulos internacionales.
Ahora, las cosas eran diferentes y nadie lo notó. Este plantel venía de ser 14º en el torneo anterior, y el club tenía –todavía tiene– una comisión directiva fracturada, con Mauricio Macri tirando petardos desde afuera y con dirigentes como José Beraldi y Juan Carlos Crespi disparando todo el tiempo sobre Bianchi y Marcelo London, otro directivo.
Bianchi está en un cargo en el que no le fue todo lo bien que deseaban todos. Que el refuerzo principal haya sido Ariel Rosada es toda una muestra. Es cierto que vino el Pocho Insúa, pero fue la sombra del que fue en “los otros” tiempos de Basile. Bianchi recomendó al pibe Gunino, pero está claro que Basile nunca lo quiso. Lo puso poco y nada. ¿Gary Medel? No justificó la disputa con Independiente por su compra.
Seré absolutamente honesto: siempre me quedó la idea de que Basile trabaja poco, que confía demasiado en la inspiración de sus dirigidos. Eso es imperdonable a esta altura de los acontecimientos. Es cierto que en estas condiciones es difícil llevar adelante una tarea con éxito, pero jamás tuvo el coraje de decirle a Riquelme: “Hasta que no te pongas bien, no jugás”; jamás logró armar un sistema defensivo confiable, jamás logró que el equipo se adaptara a un sistema distinto y nunca consiguió paz en un vestuario que es muy parecido a los primeros diez minutos de Rescatando al soldado Ryan.
Basile hizo bien en irse. Su tiempo se había terminado. La lista de los que deberían hacer lo mismo que Coco es aún más larga.