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Dale Massa

Sergio Massa con el mix de demagogia, oportunismo y realpolitik dinamitó el anteproyecto de reforma del Código Penal.
| Revista Pronto

Volvió a hacerlo. Tomó al voleo antes que nadie un tema supuestamente fuera de agenda y movió el tablero en torno a lo que más preocupa a los argentinos. Por si a alguien le queda alguna duda, la seguridad será el eje de Sergio Massa para consolidarse como líder en la temprana carrera hacia la presidencia.

Con el mix de demagogia, oportunismo y realpolitik que lo caracteriza, dinamitó un proyecto de reformas penales acordado entre reconocidos representantes de las cuatro principales fuerzas del país (que aun con errores, parieron lo que siempre se demanda respecto de construir políticas de Estado, como piso para empezar a debatir). Obligó a más de uno a desdecirse y a desensillar, aunque patinó con la propuesta de consulta popular. Resultado: cambios congelados.

Con esa estrategia es que consigue mirar a todos desde lo alto en las encuestas. PERFIL lo corroboró el domingo pasado con el sondeo nacional exclusivo de González Valladares-MGMR. Es una foto temprana con vistas a 2015, pero no deja de ser un dato de la realidad. Y es tan cierto que siendo diputado le puede costar ser centro de atención como el hecho de que no tener que gestionar lo exculpa del lógico desgaste del poder.
Según estudios cualitativos que están en sus manos, Massa concentra entre sus potenciales electores amplia mayoría de voto peronista. Es percibido como lo nuevo, versus los oficialistas y los opositores de siempre. Lo toman como a un dirigente equilibrado que mantendrá algunos logros kirchneristas y suplirá carencias del modelo. Y es considerado el que mejor puede enfrentar la cuestión de la inseguridad. Esos patrones modelan sus proyectos, discursos y actitudes.

Massa disfruta de estos largos tiempos áureos en la consideración social, que parece blindada pese a que ciertas cosas que hace y dice el legislador (en público y en privado) van decididamente a contramano de lo que ven en él.

Es difícil entender de otra forma que, por ejemplo, no le entren las balas por su paso por el corazón del kirchnerismo (como director de la Anses y jefe de Gabinete), la contradictoria ensalada de frutas que es su movimiento político, el anárquico equipo económico que armó, sus curiosas relaciones con polémicos empresarios y sindicalistas y su obsesión casi compulsiva por los medios de comunicación.

También es llamativo que se le perdone que se pronuncie de la forma ya mencionada en la problemática delictiva y no haya dicho una palabra sobre la desconsiderada huelga docente que impacta sobre millones de bonaerenses, a quienes en teoría él representa.

No sería la primera vez en nuestra historia reciente que un candidato cabalga hacia la Casa Rosada montado en percepciones sociales algo distorsionadas (como los casos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa). Ello no habla sólo de los postulantes, sino también de la crisis de los procesos políticos que los precedieron.

Mientras otros están más supeditados a las circunstancias, Massa depende fundamentalmente de sí mismo. Puede parecer una ventaja. También un riesgo.