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Danza solitaria

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El video lo emitió el lunes un canal francés y, como suele suceder, se propagó por todas partes. Ante la puerta de una iglesia en Francia se ve un ataúd y un grupo numeroso de personas que, en círculo abierto, lo rodean y otras tantas observan, pacientes, detrás de la balaustrada que se despliega a ambas partes de la puerta del templo. La ceremonia ha terminado y el coche de la funeraria aguarda para dirigirse al cementerio. En el silencio de la escena se escuchan los primeros acordes de un swing seguidos por la voz de Nat King Cole cantando en francés. Un hombre alto, calvo, con un abrigo negro abierto, se lanza a bailar. No lo hace mal. Improvisa algunos pasos ante el ataúd y, acto seguido, como si estuviera en un escenario, va ganando espacio, gira; el abrigo, abierto, acampana su cuerpo. Una mujer se separa del grupo e intenta atraerlo para bailar juntos pero la tentativa no prospera. El resto de personas alrededor de la escena, poco a poco, se animan y se incorporan al baile. Nat King Cole avanza entonando las estrofas de Love y la explanada de la iglesia no es otra cosa que una milonga bajo un cielo nublado con un fondo de catedral y árboles pelados por el frío. El hombre no desaparece del todo en medio del grupo por su notable altura y la llamativa plasticidad que exhibe. El hombre baila solo.

La ceremonia es en San Juan de Luz, una pequeña población del País Vasco francés y se despide a Agnès Lassalle, una profesora de español en un instituto de la ciudad, asesinada por un alumno de 16 años durante una clase. El que baila solo es el viudo.

Los griegos y los egipcios danzaban ante sus muertos como parte de los rituales funerarios. Pero, si alguien ha leído hasta aquí, podría estar pensando en el baile de los cargadores de féretros en Ghana que se hicieron populares durante el período del confinamiento a través de memes. El humor negro, una de las conjuras en un momento crítico, actualizó una ceremonia descontextualizada del imaginario actual.

En La danza inmóvil, el escritor Manuel Scorza satirizaba a través de varias historias paralelas el proceso revolucionario de los setenta, con escenas de intelectuales de izquierda en París y las de un guerrillero en la selva andina. El relato, quizás uno de los primeros que se acercan desde el posmodernismo a esta temática, contrapone la industria cultural de la capital francesa, con todas sus contradicciones, a la languidez, ostensible ya entonces, de la lucha revolucionaria. Leí la novela de adolescente y recuerdo haberme divertido ya que el relato es desopilante, pero, por un lado, me costaba entonces asimilar la crítica despiadada y por otro, el sentido del título del libro. Aquí habría que traer a cuento la célebre cita de Eliot sobre la capacidad de la experiencia para recobrar el sentido.

La cuestión no fue entender, algunos años después, al releer el texto la actitud de unos escritores que habían mudado su pulsión creativa por mero gusto que sugería el canon del boom latinoamericano, que los intelectuales orgánicos se adocenaran en su pensamiento y que los revolucionarios, como el de la novela, quedaran a la deriva y en el libro esto se manifiesta de maneral literal en una bajada que remite al cuento de Quiroga. La danza inmóvil, como un ejercicio de Pina Bausch, no es ya la inmovilidad de los personajes sino su soledad. Todos bailan solos.

En Banda aparte, la comedia de Godard en la que dos ladrones, más existenciales que delincuentes, se ponen a bailar junto a Anna Karina en un bar, de manera extemporánea –no es el sitio ni el momento–, como es natural, por otra parte, en Godard: dan un giro como el del viudo bailarín. Ponen de manifiesto la danza solitaria que ejecutan en toda la película. Al final, el ladrón que salva el pellejo después de un tiroteo huye con Anna Karina y en medio de la escapada le dice: “¿No te extraña que la gente no forme un todo, que no se amalgamen, que sigan separados, aunque vivan juntos?”.

La mujer que busca al viudo, al principio del video, para acompañarlo en su danza, al final se resigna y se pierde en la multitud. Como todos. Aunque vivan juntos.

*Escritor y periodista.