El tiempo nos boxea. Te amaga, te ofrece la cara, baja la guardia y cuando creés que ya lo tenés, te sacude con un cross de derecha a la mandíbula. Sus golpes son tan duros que te hacen girar sobre tu eje como un dibujito animado, o te aplasta, te achica, te reduce a nada, como el gato de Tom y Jerry cuando el ratón lo espera detrás de una puerta y le pega un mazazo en la cabeza.
Una semana viene Dios a decirte que, sólo por el hecho de ser argentino, te toca inflarte, considerarte excepcional, elegido, capaz de llegar a ser papa o de jugar como Messi, y te deja mirar la realidad por unos días en un estado amoroso, embelesado, remando en un mar de miel. Pero a la siguiente, se desploma en lágrimas la diosa naturaleza para recordarte que, al fin, no sos más que la cuota parte de una comunidad que también es irresponsable, mafiosa, ventajera, corrupta, arrogante, soberbia, fanfarrona y criminal. Una sociedad en la que mandan los miserables, incapaces de prevenir y contener, de imaginar y proyectar, de convivir en paz, pero en la que vos, nosotros, todos, tenemos también algo que ver.
El tiempo nos boxea, hace guantes con nosotros. Un round retrocede se arrincona, se tira contra las cuerdas, se deja pegar en los brazos y nos hace sentir Maravilla Martínez. Después del minuto de descanso, vuelve al centro del ring y de un cachetazo brutal te hace reabrir y sangrar todas las heridas juntas, los muertos en Cromañón, en Once, en las inundaciones, en entraderas, en salideras, de hambre, de miseria, de enfermedades que pueden prevenirse, de injusticias, de brutalidad policial, de trata, de violaciones, de trabajo esclavo. Doblados, boqueando, vomitamos entonces lo que tenemos de la Hiena Barrios y salimos a acusar, a buscar culpables, cualquiera que nos alivie la responsabilidad.
Cuando nos toca Maravilla, podemos ser Margarita Barrientos, Juan Carr y miles de hombres y mujeres solidarios, generosos, bancadores, sinceros, de verdad, en los hechos, de gestos, nobles, gauchos, comprometidos de palabra y de acción. Buenos vecinos, buena gente. Puestos a disputar guita, poder o propiedad, podemos ver cómo nos salta la “hiena” a la cara en el espejo de los dirigentes sindicales, empresarios, de los líderes políticos o de opinión. Crecen y se humedecen los colmillos, se afilan las garras, se revuelven las ideas, se traiciona la palabra dada ayer, se miente sobre lo evidente, se acusa sin pruebas, se saquea y se manda a matar si es necesario.
Mirados desde afuera, desde algo más lejos, componemos en conjunto todos, en movimiento, en el día a día, esa melodía, ese tango triste por el que se nos reconoce. Pero no cualquier tango, los más entrañables, los que nos recuerdan los desengaños, los más denigrantes de nosotros mismos. Aquellos que nos llevan a convencernos de que “todo es igual” y “nada es mejor”, que es lo mismo un burro que un gran profesor y que no somos más que “la mueca de lo que soñamos ser”.
Pero si alguna vez soñamos, tal vez fue porque, en otro tiempo, en otro país, en algún lugar, por algún motivo tuvimos la ilusión de que había razones para creer. Quizá el error fue construir nuestro futuro sobre ambiciones desmesuradas, convencidos de que estábamos “condenados al éxito”, sobre equívocos escolares –“todos los climas”, “el crisol de razas”, – “el granero del mundo”–, sobre frases hechas “somos derechos y humanos” o sobre relatos de historias que nunca sucedieron, leyendo cuentos, comparando ficciones “plata dulce”, “uno a uno”, “el modelo”.
En ese trámite, en el de apurar el camino al destino de “grandeza” que siempre nos espera ahí nomás, a la vuelta del futuro, vemos al cabo de andar un poco que lo que siempre vuelve es el pasado. Entonces ajustamos las leyes a los deseos, convencidos por la fantasía recurrente de que la ley hará cumplir los deseos, sin vernos obligados a ajustar nuestros deseos a la ley.
Todo, siempre, flojo de papeles, de cimientos, construyendo sobre mentiras intercambiables o sobre terrenos inundables, tratanto de “zafar”, abriendo pozos ciegos sin pensar en que el tiempo nos hará caer en ellos para taparnos con nuestra propia mierda.
*Periodista.Coordinador de AM 1100, FM 92.7, “La 2x4” y Canal Ciudad Abierta, medios públicos de la Ciudad.