Quiero destacar el buen abordaje que hizo ayer este diario del procesamiento dictado por el juez Ariel Lijo contra el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, por los delitos de cohecho pasivo (recibir coima) en concurso ideal con negociaciones incompatibles con la función pública. Sin excesos, ajustándose a lo resuelto por el tribunal, ofreció lo que fue posible dada lo hora en la que el tema llegó a las redacciones, alrededor de las 11 de la noche del viernes. Normalmente, para entonces la edición de PERFIL está concluida y algunas veces, incluso, en proceso de impresión, por lo que es de imaginar la tensión estresante de ese cierre.
Haciendo una recorrida por las redes sociales, pude observar en la mañana de ayer cómo desde los sectores oficialistas (en particular los más recalcitrantes) cuestionaban el empleo del tiempo potencial para referirse a los cargos que se les imputan a Boudou y a los restantes procesados por Lijo. En un caso tan delicado como éste, el potencial es poco menos que imprescindible, dado el estado actual de la causa y las implicancias judiciales y políticas que el tema tiene. Por lo demás, son los propios fundamentos de la resolución judicial los que justifican el empleo de esta forma verbal, que el magistrado dejó a un lado en la parte resolutiva, cuando pasó a considerar al vicepresidente, sin eufemismos, penalmente responsable por los delitos mencionados más arriba. Creo conveniente aclarar esto para que los lectores puedan comprender mejor por qué estas cuestiones obligan a un manejo más que cauteloso de la palabra.
Argentinos extranjeros. El excelente suplemento que edita este diario para cubrir el Mundial Brasil 2014 (serio, con buena información e ideas, alejado de la bandada de aplaudibobos y opositontos, comentarios atinados y originales) cayó en una pequeña –muy pequeña– manchita el pasado domingo 22. Dedicó sus páginas 10 y 11 al fenómeno de los técnicos argentinos exitosos en selecciones de otros países (haciendo especial hincapié en Jorge Sampaoli y José Pekerman –entrenadores de Chile y Colombia–, que definían ayer octavos de final frente a Brasil y Uruguay, respectivamente). En la nota, titulada “Técnicamente nuestros”, no se hace referencia alguna al fenómeno de los jugadores argentinos que integran selecciones extranjeras en este Mundial. Sin embargo, un solitario destacado de la página 11 indica que “Muslera es el único jugador argentino en otra selección”. Se refiere al arquero de Uruguay, Néstor Fernando Muslera, nacido en la Ciudad de Buenos Aires el 16 de junio de 1986 de padres uruguayos, quienes volvieron con él a su país cuando tenía tres años. Hizo inferiores en Wanderers y debutó en primera en 2004. Pasó a Nacional y al finalizar la temporada 2006/07 fue vendido a la Lazio. Su primer partido con “la Celeste” fue por las eliminatorias rumbo al Mundial 2010, cuando rompió el récord de imbatibilidad de la selección uruguaya en este tipo de torneos.
Lo llamativo y erróneo: Muslera no es el único. En la selección italiana juega el defensor Gabriel Paletta, nacido en Longchamps, Gran Buenos Aires, el 15 febrero de 1986. Paletta debutó en la primera de Banfield en 2005, año en el cual fue titular indiscutido de la selección argentina en el Mundial Sub 20. Liverpool lo fichó para el comienzo de la temporada 2006/2007, pero sólo jugó tres partidos. Al finalizar el ciclo regresó a la Argentina para jugar en Boca, donde no le fue bien. Lo contrató el Parma, se nacionalizó italiano y en marzo de este año 2014 fue convocado a la selección mayor de Italia.
Saurios temibles. Tienen características similares y suelen provocar el mismo rechazo tanto unos como los otros. Pero hay diferencias notables entre los cocodrilos y los caimanes, familia ésta que incluye a nuestros yacarés del litoral. Tal vez por los parecidos y no por sus diferencias es que el suplemento Turismo de ayer cayó en el error de exagerar en el copete de la tapa y el título de la página 6, referido a una de las opciones (Iguazú, Moconá, Iberá) de viaje en estos días invernales.
En el copete de la tapa se anuncia un paneo “de los glaciares a los verdores, de las empalizadas rojas del oeste argentino a la navegación litoraleña entre cocodrilos somnolientos...”. El título interior propone “Agua, monos y cocodrilos”.
Pues bien, entonces: no son cocodrilos los que habitan los espacios acuáticos de la Mesopotamia sino yacarés, en particular los de la subespecie overa. El cocodrilo llega a medir 8 metros, puede pesar una tonelada y media, tiene la piel dura y suele ser agresivo ante el humano. El yacaré (negro u overo, según la región) no pasa de dos metros y medio, tiene la piel más suave (lo que lo hace apreciado por los fabricantes de carteras y zapatos), no es agresivo y vive sólo en aguas dulces.
Lo curioso, en todo esto, es que la nota de referencia no menciona ni a cocodrilos ni a yacarés.