Es una época difícil para la comunicación, aunque parezca mentira. Estamos llenos de redes sociales, objetos y tecnologías para comunicarnos y, sin embargo, los mensajes llegan cambiados, en el mejor de los casos.
El simplismo periodístico habla de “la novela de Riquelme”. No entiendo cuál es la “novela” de un tipo que pelea por sus derechos y su plata. Llaman “novela” a la maniobra subrepticia de un club que pretende que los impuestos sean descontados del acuerdo inicial. ¿Que cinco millones de dólares por cuatro años son muchos? ¿Quién dice eso, desde dónde, comparado con qué? Cinco millones de dólares es mucha plata, eso es obvio. Pero en el fútbol se mueven estos valores. No faltará el demagogo que diga “que vaya a laburar” o “hay gente que se levanta a las cinco de la mañana para ganar mil pesos”. Esa estupidez se repite y se multiplica sin que nadie –ni siquiera el periodismo que presume de hacer su “trabajo”– la detenga.
Para ganar más de un millón de dólares al año hay que ser Riquelme, jugar como Riquelme, ser perseverante como lo fue Riquelme y ser amado por los hinchas como Riquelme.
Además, pensemos siempre que si Boca está dispuesto a darle a Román esa plata es porque va a facturar (o lo tiene pensado al menos) muchísimo más. Entonces, dejemos que Riquelme pida lo que quiera. Y pensemos también que no es lo mismo ganar 5 millones que 4.150.000. 850 mil dólares es mucha plata, aun para Riquelme.
Insisto con este concepto: así como Román tribuneó diciendo que “jugué un año gratis”, no es menos cierto que en esta negociación fue el más sigiloso, el más prudente. Siempre se manejó con pasos firmes y seguros. Y se atrevió a negar cuando la ansiedad periodística (o las operaciones de algunos directivos) intentó desbordarlo. No sólo negó: se le plantó a un periodista del cartel y la influencia de Fernando Niembro, y se mantuvo en lo que, después quedó claro, era cierto: que el acuerdo aún estaba lejos.
Algo que pasó casi desapercibido fue que, al mismo tiempo que Niembro, el mismísimo Claudio Borghi dijo lo mismo que Niembro, que Román tenía “todo arreglado”. Tengo la certeza de que ambos utilizaron al mismo dirigente como fuente. Y que ese dirigente los operó, como habitualmente se dice.
La operación no fue una medida inocente. Decirle al técnico de Boca y a uno de los principales periodistas deportivos de la Argentina “está todo arreglado con Román” tiene un efecto secundario. La gente se entusiasma y después, cuando Román lo desmiente, el culpable de que la cosa no haya funcionado “es Riquelme”.
Que el hincha conozca estos pormenores ayudará a entender aún más por qué se dilató el acuerdo.
Explicar en este espacio cuestiones impositivas no tiene sentido. Es una columna sobre fútbol y, aunque no lo fuera, el tema es pesado como tener una vaca en brazos y les importa sólo a Riquelme y a Boca. La cuestión acá es política y ahí sí los dirigentes tienen que hacerse cargo de lo que está sucediendo.
Jorge Amor Ameal, el presidente de Boca, salió el jueves a la noche a decir que la reunión de comisión directiva se suspendió porque “no todos estaban de acuerdo”. Los macristas siguen luchando para que Riquelme se vaya del club. Todavía le están cobrando al volante xeneize aquel Topo Gigio dirigido al procesado jefe de Gobierno, entonces titular del club, en ocasión de un gol a River en un clásico. Ante cada tropiezo de la discusión contractual, el macrismo boquense hace aparecer como engorrosa la negociación, la presenta como la lucha denodada e inútil de un estoico grupo de dirigentes contra un avaro, ambicioso y materialista jugador al que lo único que le importa es el dinero. Levantan teléfonos, llaman a periodistas, esos periodistas vomitan realidades deformadas y así se van armando historias en las que los directivos que responden a Mauricio siempre salen bien parados. Parece perfecto, pero hay un detalle: la gente ama a Riquelme, no a ellos. Ellos, los dirigentes macristas o no, tienen en sus manos la tarea nada sencilla de lograr que Román les crea. Mintieron tanto, operaron tanto, patearon tanto en contra, que Riquelme se plantó y tuvo una conversación telefónica con César Menotti, el mánager de Independiente. Es una locura, todavía, pensar que Riquelme pueda jugar en otro club del país que no sea Boca.
El mismísimo titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, salió a decir el jueves a la noche que “ni sueñe el presidente de Boca que vamos a eximir a Riquelme de pagar Ganancias”. Actuaron con tanta torpeza que un funcionario nacional se enteró de la movida antes de que ocurriera. La cortó de raíz, como corresponde. Pensar que Riquelme no pague por sus ganancias como pagan todos los trabajadores es un disparate. Simplemente, se menciona acá como un acto de desesperación ante un tema que se les escapa de las manos cada día un poco más.
Pero toda esta larga negociación sirvió para poner a cada uno en su lugar. Riquelme ya sabe quién lo quiere y quién no. Y deberá estar preparado para embates iguales o peores que los que sufrió en esta negociación.
Román sabe que cuenta con algo que el ocasional adversario no tiene: el amor de los hinchas de Boca. Ahí se acaban las palabras.