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felicidades

De tiempo somos

—¿Abu, qué es el tiempo? —me preguntó mi nieto de pequeño. —Mañana te contesto —le prometí—. Mañana. Y por los años de los años me mantuve firme en mi promesa.

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—¿Abu, qué es el tiempo? —me preguntó mi nieto de pequeño.
—Mañana te contesto —le prometí—. Mañana.
Y por los años de los años me mantuve firme en mi promesa.
A este microrrelato lo titulé “Consecuente”. Y sigo sin poder contestar la pregunta. Al fin y al cabo, Año Nuevo… no sólo vida nueva y hasta gobiernos nuevos, sino también hora nueva. Mañana adelantaremos los relojes y perderemos una hora de vida que solo podremos recuperar si sobrevivimos hasta el próximo cambio horario. El tiempo es oro, dicen. ¿Quién nos pagará esta hora robada al sueño, que no será oro pero encierra sus riquezas? Hay cosas peores. Por ejemplo el correo electrónico que me mandó un mes atrás mi nieto, ahora adolescente.
Asunto: Feliz algo,
debe ser deprimente que le festejen el cumpleaños a una persona y más que le manden un mail aburrido recordándole que cada vez tiene menos tiempo de vida. Que la pases bien.
La pasé muy bien, me hizo reír.
Y hoy me hace pensar. Porque si bien para todos el tiempo tiene un principio y un fin indiscutible, lo estrafalario es saber que también el tiempo tuvo un principio y fue simultáneo con el principio de la materia. Se lo puede llamar Big Bang o “Hágase la luz” (mi microrrelato favorito), pero antes de eso no hubo nada. Ni tiempo hubo.
Si ahora decimos: “No tengo tiempo”, esa es otra historia. Un día, dentro de millones de años, no lo tendremos de verdad. Con el fin del universo se acabará el tiempo. Los científicos especulan con la idea del Big Crunch, el retraimiento absoluto. Parecería que estuviéramos haciendo lo imposible por acelerar ese instante, contaminándolo todo, matando a nuestro paso. Pero igual seguiremos teniendo tiempo, tanto para sembrar el horror como para avanzar en los descubrimientos científicos y poder quizá algún día contestar la pregunta del principio.
Mientras tanto se viene el Año Nuevo, así, con mayúsculas, porque en un rincón de nuestros corazones albergamos la esperanza de un quiebre. Y si bien todos tendremos un año menos (¡y hasta una hora menos!) no nos faltarán las resoluciones para que el año que comienza sea más amoroso y prístino que el anterior. Y eso es lo que les deseo: ¡Feliz algo! Muy, muy feliz.