COLUMNISTAS
preguntas

¿De veras?

En esta página de escritores, un episodio obsceno del negocio del espectáculo (el repudio popular a la realización de un show de Madonna en Varsovia) es analizado por Martín Kohan como una amenaza a la libertad. ¿Qué libertad? En Polonia –como Argentina, Uruguay, Cuba y California– hay mil amenazas a la libertad mayores y más repudiables que este inofensivo ataque que Lech Walessa y sus seguidores cometen al coartar una operación de marketing de las discográficas y del show business, agendada justo para el día en que su nación celebra el día de la Virgen.

|

En esta página de escritores, un episodio obsceno del negocio del espectáculo (el repudio popular a la realización de un show de Madonna en Varsovia) es analizado por Martín Kohan como una amenaza a la libertad. ¿Qué libertad? En Polonia –como Argentina, Uruguay, Cuba y California– hay mil amenazas a la libertad mayores y más repudiables que este inofensivo ataque que Lech Walessa y sus seguidores cometen al coartar una operación de marketing de las discográficas y del show business, agendada justo para el día en que su nación celebra el día de la Virgen. No doy crédito a la virginidad de María y pasé mi vida combatiendo a la virginidad que siempre coartó la libertad de mis deseos, pero sé que para Polonia, la Virgen María y su culto casi pagano es un valor de identidad nacional indispensable para su resistencia contra la vocación imperial de luteranos y ortodoxos de las alemanias y rusias de todos los tiempos. Y justo llega para burlarse de ese mito, un mito discográfico construido a partir de la expresión madonna –mi señora– y lanzado en Nueva York hace tres décadas con una burla grotesca de la simbología de la ya decadente Iglesia Romana. Como Freddie Mercury y su patético imitador argentino, Madonna es deleznable por sus altavoces, sus megavatios, sus trucos visuales, su legión de fans contratados y de bailarines y gimnastas al servicio de una falsificación arte para enardecer a muchedumbres ya enardecidas por la publicidad y la ignorancia. Tal vez Madonna sea una artista y tenga alguna de las condiciones de mis predilectas Barbará Cerf, Elis Regina, Carla Filipcic Holm y Graciela Oddone que hace unos días nos bendijo con su versión de Frauenliebe und Leben junto al piano de Haydeé Schvartz en un evento Schumann que conmovió a una multitud de cien personas. Fueron dos horas de poesía verdadera que la Oddone sólo interrumpió para beber unos traguitos de agua y tocarse amorosamente su panza de seis meses. ¿Habrá poesía verdadera? Si la hubiese, sería un buen ejemplo para explicar por qué el producto industrial y militar de Madonna es música falsa y, por esta vez, Kohan nos ha brindado un ejemplo de prosa falsa. Schumann fue también un brillante columnista de prensa en Leipzig: sólo su genio podría explicar el fenómeno Madonna. Kohan es autor de El museo de la revolución, su mejor novela y uno de los libros destacables de esta década. Lo peor de su carrera lo escribió la pasada semana en el cierre de su defensa de la libertad de Madonna: “Sólo con la abolición total de la sociedad dividida en clases podrá alcanzarse de veras el reino de la libertad”. ¿De veras?, me quedo preguntando…