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Del Conurbano a Silicon Valley, con escalas

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La columna de Jairo Straccia del domingo 23 de julio (“Plebiscito en La Matanza: De Elon Musk a José De Mendiguren” e.perfil.com/de-musk-a-de-mendiguren) pone el dedo en la llaga de una de las mayores falacias que quiere instalar el gobierno de Cambiemos en su afán por “agrietar” a la sociedad argentina. En este caso, la idea de que existe un empresariado industrial argentino atrasado e ineficiente, que necesita ser “reconvertido” para ser exitoso, innovador y competitivo.

Voy a empezar por explicitar lo que debería ser obvio para cualquier observador honesto de la realidad y la historia argentina. En nuestro país, en las cuatro décadas y media de vida del genial Elon Musk, tuvimos “Rodrigazo”, “tablita” de Martínez de Hoz, Plan Austral, Plan Primavera, hiperinflación a fines de los 80, hiperinflación otra vez a principios de los 90, convertibilidad a lo largo de los 90, el default, la desintegración política, social y económica a finales de 2001, más recientemente un cepo cambiario. Y la lista puede seguir.

La pregunta es simple: ¿cómo se creen que les habría ido a los grandes emprendedores del capitalismo global si hubiesen tenido que lidiar con estas tempestades macroeconómicas? La respuesta es obvia: mal.

Los empresarios argentinos no somos genéticamente ni mejores ni peores que los empresarios de cualquier otro lugar. Pero sí somos supervivientes como ninguno, y de esa supervivencia se han creado capacidades de innovación y creatividad que hacen que el talento y la inventiva argentinos sean reconocidas mundialmente.

En su afán de instalar grietas donde no existen, el gobierno construye la idea de que los empresarios de algunos sectores “no son competitivos” porque no quieren, y los ejércitos de trolls del oficialismo difunden falacias sobre empresarios que reciben supuestas “prebendas” del Estado. Nada más lejos de la realidad: el Estado argentino, con su macroeconomía errática y su falta de dirección, se ha dedicado históricamente a fundir más que a proteger a sus empresas nacionales.

El columnista de PERFIL se hace eco de estas falacias. Y trae a cuento un ejemplo que me toca muy de cerca: la marca de ropa para chicos Coniglio, que fundé y conduje durante los 90. Pero Coniglio es justamente un contraejemplo para el argumento de Straccia: hicimos una empresa con creatividad e innovación, agregando valor y marca. Fuimos líderes en Argentina, y tuvimos presencia en Chile, Uruguay, Brasil y Estados Unidos. La vendimos en 1998 a dos fondos de inversión internacionales que se disputaron su adquisición. Estos fondos disponían de recursos ilimitados y el mejor management internacional. ¿Pero qué les paso? Una década más tarde, los “grandes managers de power point” la fundieron.

Sin embargo, la discusión de fondo no pasa por biografías personales (si vamos al caso, Elon Musk nació y se crió en Sudáfrica pero recién desarrolló su fuerza creativa y emprendedora de adulto, en Canadá y Estados Unidos). La cuestión es cómo se crean las condiciones para que haya innovación, creatividad y, sobre todo, proyectos exitosos que generen empleo y riqueza para el país. Por eso algunos de nosotros, empresarios, entendimos que en Argentina, además de liderar nuestras empresas, teníamos que aportar una visión más amplia sobre la orientación general de nuestra Nación hacia el desarrollo. Si no participamos de ese debate, el destino de los proyectos empresarios estará colgado de hilos muy finos.

Sea La Matanza o cualquier otro rincón del país donde nuestras pymes emplean a la gran mayoría de los argentinos, el avance hacia mayor innovación, creatividad y competitividad no se va a dar de la noche a la mañana, por arte de magia, o por desearlo. Requiere políticas de Estado de largo aliento, sostenibles en el tiempo y, sobre todo, una política de desarrollo inteligente, integral y coordinada. Sin eso, el plan de supuesta “reconversión” no será más que un eufemismo que oculta un plan de destrucción de nuestra industria.
Si fuese argentino, Musk nunca le habría puesto The Boring Company a una de sus empresas. En nuestro país, no hubo ni hay tiempo para aburrirse.

*Empresario textil, dirigente de la UIA y diputado nacional por el Frente Renovador.