China juega un papel crítico en el contexto de una política exterior argentina de horizontes diversos, orientada a relacionamientos positivos y simultáneos con el exterior próximo, las potencias establecidas y las emergentes. Beijing puede contribuir en varios niveles a nuestro desarrollo, sabiendo en qué áreas puede colaborar en forma positiva, y en cuáles no.
Una estrategia de horizontes diversos debe actuar a niveles múltiples, y tener en cuenta que la densidad del relacionamiento con un determinado país puede variar, según el nivel al que se interactúa. La relación con China lo ilustra perfectamente. Si bien la interacción a nivel político-institucional no puede ser estrecha, por diferencias con respecto a su régimen político o a derechos humanos, la Argentina puede trabajar con China en varios niveles importantes para su desarrollo. Aunque esta diplomacia con matices realistas, no está, según Raymond Aron, en conformidad con las más altas exigencias de los filósofos, sigue las conductas de potencias establecidas y emergentes.
Uno de los niveles de interacción es el económico-financiero, donde China juega un rol de importancia. Es evidente su interés en financiar o invertir en actividades extractivas para satisfacer sus necesidades domésticas de materias primas. Estas pueden ser de carácter no renovable, como minería, petróleo y pesca, o renovable, como las actividades ligadas al agro. Pero también se evidencia su interés en invertir en ferrocarriles de carga y puertos, que debe ser aprovechado para ampliar nuestra infraestructura exportadora, para abastecer a China y a otros países. A su vez, ha sido notable su interés por financiar y construir represas hidroeléctricas y centrales nucleares, que debe ser analizado con sumo cuidado. Las reuniones que ha mantenido el presidente Macri en Hangzhou –en el marco del G20–, con empresas chinas, ilustran el interés de éstas y del Estado chino, del cual dependen. Por otro lado, las facilidades otorgadas por China a la Argentina a través del sistema de swap de divisas, pueden ser bien aprovechadas si se las utiliza con criterio. Pero es crítico que no vuelvan a generar un relacionamiento con dependencia, como ocurrió con la administración anterior.
Otro nivel es el económico-comercial, donde China se destaca como principal destino para nuestra soja y sus derivados, mientras que tiende a vendernos productos manufacturados, dados sus menores costos. Este relacionamiento presenta varios desafíos, el primero de los cuales es que dependemos demasiado de este importante comprador. Esto debería orientarnos hacia otros mercados complementarios, como India y los países integrantes de la Asean en el sudeste asiático, con el fin de atenuar este segundo ejemplo de relacionamiento con dependencia. En realidad, es factible argumentar que en términos estratégicos, China dependerá más de la Argentina, que la Argentina de China. En la actualidad sólo tres países, entre ellos la Argentina, proveen el 51% de las importaciones agrícolas chinas. Así, la seguridad alimentaria china, podría depender en gran medida de la Argentna.
El segundo desafío es el continuo y creciente desequilibrio en la balanza comercial en favor de China. Diversas estrategias se mencionan para revertir este fenómeno, aunque algunas no parecen ser realistas. Una de ellas es la de llegar con productos alimenticios con valor agregado a las góndolas chinas. Este enfoque, aunque no es imposible, no es automático en un país que busca que los productos sean procesados domésticamente, para emplear a millones de habitantes chinos, y en sintonía con lo expresado por Deng Xiaoping: el desarrollo es el principio absoluto. En efecto, las compañías extranjeras que han tenido éxito en el sector alimenticio en China, se instalaron a fines de los años 90, en asociación con un socio local. Desde entonces, la batalla para obtener espacio en las góndolas en supermercados ha sido durísima. Por otro lado, Chile, sumamente exitoso en ubicar productos procesados (frutas, salmón, vinos) en góndolas norteamericanas y europeas, apenas logra un muy bajo porcentaje de estos productos en sus exportaciones a China. Esto a pesar de los bajos o nulos aranceles de los que Chile dispone, ventaja que la Argentina no tiene. La casi totalidad de las exportaciones chilenas a China corresponden a productos de cobre, cobre, otros metales, minerales, y pasta de madera.
En términos de mediano plazo, y siguiendo el ejemplo de Chile, una manera de achicar el déficit es el crecimiento de las exportaciones mineras a China, la cual está dispuesta a invertir en este sector. Otra oportunidad es promover la expansión del turismo chino en Argentina, que es aún incipiente. Afortunadamente la Argentina cuenta con destinos atractivos y diferenciados a nivel mundial. El anuncio formulado en Hangzhou, de facilitar el acceso a los ciudadanos chinos que posean visas para la Unión Europea o los Estados Unidos, parece querer capitalizar esta gran oportunidad.
El tercer desafío se presenta a nivel industrial, donde varios sectores se ven amenazados por importaciones de origen chino. Se convierte en crítico analizar esto a partir del plan o estrategia productiva que el Gobierno se proponga implementar, basado en un amplio y profundo diálogo con los sectores industriales. Dado esto, parece apresurado otorgar a China el estatus de economía de mercado, que reduciría las posibilidades de aplicar derechos compensatorios en caso de subsidios, o instrumentar medidas antidumping. En este contexto, las reportadas declaraciones del embajador argentino en China con respecto a otorgar este estatus a China, no parecerían ser ni oportunas ni adecuadas, ya que esta discusion no ha sido entablada aún. Por otro lado, el Parlamento europeo se opone a otorgar este privilegio a China y los Estados Unidos parecen querer seguir la línea europea.
Como se observa, al tratar con China debemos enfocarnos en los diferentes niveles en que puede contribuir a nuestro desarrollo. Debemos tener en claro cuál es nuestro plan de desarrollo y ser conscientes de la manera en que China aborda las decisiones de carácter estratégico. Kissinger lo resume así: un análisis exhaustivo, preparación cuidadosa, atención a los factores psicológicos y políticos, búsqueda de la sorpresa, y una rápida conclusión.
*Autor de Buscando consensos
al fin del mundo: hacia una política exterior
argentina con consensos (2015-2027).