El 24 de marzo de 1976 fue una fecha clave, un punto de inflexión en la historia argentina, el momento en que la barbarie, abierta, descarada, lisa y llana, se instaló en el gobierno y, desde allí, hundió a nuestra sociedad en un baño de sangre y dolor que todavía estamos pagando.
Es cierto que no fue el principio, el terreno fue preparado desde varios años antes por un contexto violento enmarcado por la ofensiva guerrillera, por un lado y, por el otro, la aparición de la Triple A, cuyos delitos fueron declarados de lesa humanidad por la Justicia argentina (Cámara Federal 17/03/2008), porque tenían como fin terminar con la vida de los miembros de un grupo social identificados entre sí por su ideología, y porque sus actividades fueron impulsadas y financiadas desde el propio Estado.
La dictadura, que alcanza el poder el 24 de marzo, no solamente adquirió los métodos de la Triple A, sino que absorbió además a muchos de sus hombres y llevó al país a la mayor oscuridad de su corta vida.
No ha sido fácil para ninguno de nosotros convivir en una sociedad hecha jirones. La dictadura genocida utilizó mecánicas atroces de propaganda interna para dividir a los argentinos, campañas de acción psicológica que acompañaron su barbarie con el fin de confundir al pueblo y ahondar la ruptura.
Nos viene llevando mucho tiempo recuperarnos, porque lograron muchos de sus objetivos, casi aniquilaron a una generación de argentinos, y los que sobrevivimos, pese a la lucha por la recuperación democrática y el modo contundente en que nos abrazamos al Estado de derecho, fuimos quedando envueltos en lógicas sociales difíciles de superar. Porque hubo sectores del pueblo que no entendieron que la ruptura propuesta desde el propio Estado era una grieta ficticia, fabricada sólo para satisfacer sus propios intereses.
Hoy todavía sufrimos las consecuencias de aquel plan, y muchos han quedado encerrados en la disparatada premisa de “ellos o nosotros”. Tenemos que hacer un gran trabajo, un último esfuerzo por recuperar la armonía social, para poder comprender que todos los argentinos de bien, todos los que queremos el imperio de la ley y la verdad, somos “nosotros”.
El 24 de marzo es el día en que recordamos todo aquello que no puede volver a pasarnos, pero también es la fecha que nos recuerda todo lo que hemos ganado con el apego a la vigencia de la ley y de los principios fundamentales que nos hemos dado como sociedad en nuestra Constitución Nacional.
Y es también el momento en que debemos pensar el futuro a partir del aprendizaje del pasado. Un futuro de concordia y unión de los argentinos bajo el paraguas y el imperio soberano de las leyes del pueblo. Es el día en que debemos estar Juntos, muy Juntos. Por cierto, esto no implica olvido o perdón, cobijarnos bajo el manto protector del Estado de derecho requiere necesariamente que quienes lo han violado paguen sus culpas. Eso está hecho, y de lo que todavía falte, será la Justicia la responsable de ocuparse.
El pueblo deberá buscar afianzarse en la unión, aprendiendo de los errores del pasado y teniendo la vista puesta en el futuro, para no volver a caer en la trampa de la división y el enfrentamiento que muchos todavía usan como herramienta de control social. Juntos es el único modo de labrar un futuro de paz para nuestros hijos.
*Diputado porteño.