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panorama economico // mas iguales que otros

Desde la cima

La cola no se parecía a la de la inscripción al Nacional Buenos Aires o las boleterías anticipadas al ballet del Colón. Pero la pasión por conseguir un lugar era la misma. El último barrio que lanzó a la venta Nordelta, tuvo lista de espera. La salida al mercado de Cabos del Lago, como se denomina el exclusivo loteo del partido de Tigre, concitó la atención de numerosos interesados que hicieron dos noches de espera para pagar US$250/ 330 el metro cuadrado por los 60 lotes que salieron a la venta y un 10% por los otros 13 que la firma desarrolladora lanzó para calmar la ansiedad de los que habían pasado noches en vela a cambio de nada. Todo en blanco, con Santiago Montoya y Alberto Abad atentos y vigilantes.

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La cola no se parecía a la de la inscripción al Nacional Buenos Aires o las boleterías anticipadas al ballet del Colón. Pero la pasión por conseguir un lugar era la misma. El último barrio que lanzó a la venta Nordelta, tuvo lista de espera. La salida al mercado de Cabos del Lago, como se denomina el exclusivo loteo del partido de Tigre, concitó la atención de numerosos interesados que hicieron dos noches de espera para pagar US$250/ 330 el metro cuadrado por los 60 lotes que salieron a la venta y un 10% por los otros 13 que la firma desarrolladora lanzó para calmar la ansiedad de los que habían pasado noches en vela a cambio de nada. Todo en blanco, con Santiago Montoya y Alberto Abad atentos y vigilantes.
Lamentablemente, esa otra Argentina no se recoge en el estudio del INDEC que el Gobierno difundió con alivio luego de un mes de noticias desabridas en el flanco económico de este año electoral. El informe sobre la “Evolución de la distribución del Ingreso”, según datos obtenidos en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) correspondientes al 4º trimestre de 2006, mostró algo que la administración K quería ostentar luego de algunos traspiés en el campo de los precios y el abastecimiento. Según los datos consignados, la distribución del ingreso en ese período mejoró sustancialmente desde la peor parte de la crisis del 2002, con un coeficiente de Gini de 0,485, el mejor resultado desde 1996, cuando luego del “efecto Tequila” llegó, curiosamente al mismo número (recordemos que un Gini igual a 0 implica distribución igualitaria e igual a 1, desigualdad absoluta).
La historia reciente de la distribución en la Argentina habla de más de una década de alzas y bajas para llegar al mismo punto que la denostada década del ’90. Pero, en una perspectiva histórica más amplia, hoy se miran con nostalgia los valores de hace 30 años: 0,36 en 1974 y 0,42 en 1980.
De todos modos, la distribución argentina sigue siendo similar a la de los Estados Unidos (aunque con valores absolutos muy elevados), más igualitaria que la de Brasil y mucho peor que la europea media (0,35). El múltiplo al que se hace referencia es el que vincula el ingreso medio del primer y el último decil: hoy es de 31 veces, contra 47 de fin de 2003. Pero también era de 15 veces tres décadas atrás, una proporción similar a la que ostenta hoy la Unión Europea.

 
 
 
RICOS. Las nuevas locaciones de Nordelta se vendieron como pan caliente, aunque la distribución del ingreso no mejoró tanto.


Múltiplos. En realidad el múltiplo debería ser mayor ya que el INDEC no puede recoger datos de los más ricos: los encuestadores no pueden entrar en countries ni burlar los vigiladores de las porterías de Avenida del Libertador, por lo que esa clase “ultra VIP” está subrepresentada. Otro dato de interés es que, según los datos oficiales, el 40% de la población tiene ingresos menores a los necesarios para llegar a la canasta familiar.
La brecha entre ricos y pobres es un dato de la realidad. Si el Gobierno se propusiera, como anuncia, buscar reducir ese margen, el camino es más complejo que la política de Robin Hood que surge superficialmente: cobrarle más impuestos a los más acomodados. En primer lugar, las tasas impositivas de Ganancias ya son progresivas (aumentan a medida que sube la escala de ingresos) y las alícuotas marginales no tienen nada que envidiarle a la de algunos países europeos, que, por otra parte, aseguran a la población  servicios públicos de calidad.
Según la última reforma a los mínimos de Ganancias, la retención promedio para un trabajador en relación de dependencia, casado y con dos hijos, es el 21% de su sueldo bruto mensual (con aguinaldo) contra 5% del que gana la mitad: $5.000 y 1% del que tiene un sueldo de 4.000 pesos. El tema siguen siendo los que ganan mucho y no están registrados, ya que la presión fiscal cae sobre aquellos que están dentro del sistema antes que sobre las anguilas fiscales que nada parecen tener.

La tercera vía. La otra vía es mejorar la posición de los que menos ganan. Aquí el tema es más complejo ya que casi todos los integrantes de los primeros cuatro deciles pertenecen a la economía informal y ello implicaría una mejora sustancial en la calidad de sus trabajos y en las remuneraciones resultantes, que no acompañaron la inflación, aún maquillada, de los últimos tres años.
Su situación no se agravó porque creció la demanda de mano de obra sin calificar por el efecto derrame en general y de algunas industrias en particular, como la de la construcción.
La otra vertiente, de más largo aliento, es la inversión estatal en servicios públicos de calidad que sustente su inclusión social y la ruptura del círculo vicioso que los convierte en variable de ajuste permanente de las crisis, que no se llaman pero están siempre al acecho.