COLUMNISTAS
OTRA REALIDAD

Desmesura para todos

La mujer más poderosa del país no detiene su cuesta abajo. Hartazgo peronista con el vice y con Kicillof.

‘WHILE MY GUITAR GENTLY WEEPS...’
| Dibujo: Pablo Temes.

El que se acuesta con este gobierno aparece mojado. O manchado. Es increíble la vuelta de campana que dio la realidad en tan poco tiempo. Cristina fue, y tal vez lo siga siendo, la mujer más poderosa de la política desde el retorno de la democracia. Pero hoy no da pie con bola: todo lo que toca lo convierte en barro. Y si no que lo diga Jorge Capitanich, que en 15 días pasó de comerse a los chicos crudos con su futura candidatura presidencial a que los chicos de La Cámpora se lo comieran a él y lo vaciaran de contenido e identidad y lo empujen a presentar su renuncia. O Marcelo Tinelli, un creativo incombustible y experto gambeteador del poder que quiso hacer unos cambios cosméticos en el fútbol televisado (porque la tanda panfletaria iba a seguir) y alcanzó a pedir el cambio justo a tiempo, antes de que Hebe Bonafini le sacara tarjeta roja y lo sumara a los “enemigos de la patria”. O Amado Boudou, que por su irresponsable voracidad por el dinero fácil sufrió una mutación zoológica y pasó de ser el delfín de Cristina a convertirse en el pavo de la boda.

El peronismo realmente existente, el que siempre es leal con los ganadores, tiene la paciencia colmada. Están hartos de arriesgar su propio pellejo para defender a dos muchachos rubios y pintones que poco tienen que ver ideológicamente con la ancha avenida del centro justicialista. Uno viene de la izquierda posmarxista, y el otro de la derecha neoliberal. Por eso la mayoría no pone la cara ni por Axel Kicillof ni por el vicepresidente de la Nación.

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Al ministro lo quieren expulsar del Gobierno por la velocidad que le imprimió a la crisis económica tirando nafta (de YPF, nacional y popular) al fuego. Potenció todas las enfermedades del modelo, como la inflación, la devaluación antipopular y el ajuste ortodoxo tipo FMI, y no aportó un solo remedio. Encima demostró que sus dudas no son la jactancia de los intelectuales, sino que su ir y venir en varias decisiones es la confirmación de que está aprendiendo a gestionar en la cubierta del Titanic.

Amado es el más odiado. En el justicialismo muy pocos orinan agua bendita, y muchos saben cómo se hacen las truchadas para enriquecerse con los dineros públicos. Y todos registraron que Amado fue ineficiente hasta para eso: dejó sus dedos pegados en varias ocasiones. Hay pruebas e indicios muy fuertes en la causa Ciccone, por la que será llamado a indagatoria y tal vez procesado. Es un delito excarcelable, pero si se le suma la acusación sobre enriquecimiento ilícito que tiene como causa paralela, podría terminar en la cárcel, previo juicio político, como sueñan los opositores. Su presentación espontánea en Tribunales fue una jugada astuta, pero su imagen negativa es tan potente que ya es un muerto político. La Justicia decidirá si es culpable y qué tipo de cristiana sepultura deberá recibir.

¿En qué momento y por qué motivos se inició la cuesta abajo de Cristina, cuando tenía todo para ser eterna, menos la autorización constitucional? En el plano económico está muy claro. La intervención de la patota de Guillermo Moreno en el Indec fue la madre de todos los desmadres. Ningún país del mundo se atrevió a tanto. Algo hizo la dictadura de Pinochet en Chile, pero tuvo que recular. Alguna nación africana lo intentó por algunos meses. Pero el único que fracasó exitosamente fue Guillermo Moreno. Se sintió el príncipe elegido de los reyes, Néstor y Cristina, y con su espada les cortó la cabeza a las estadísticas públicas primero, y a la credibilidad del Gobierno después. Quedará grabado en la memoria colectiva como el autor material del envenenamiento de las relaciones comerciales en un país que fracasó pero que tenía todo para crecer y desarrollarse con inclusión social y libertad.

En ese preciso momento dinamitaron el futuro. Hoy vemos las consecuencias, los escombros de aquel modelo productivo que hoy está lleno de heridas sangrantes.

Los que acusan a medio mundo de destituyentes destituyeron a Graciela Bevacqua de su cargo en el Indec. Lo hicieron en forma artera y prepotente. Primero aprovecharon sus vacaciones, y después se lo comunicaron en un café cercano al edificio donde trabajaba. No conformes con eso, apelaron a la desmesura obsesiva que también explica la decadencia veloz de este gobierno. Ven hormigas por todos lados y las matan con misiles.

Moreno le hizo tres juicios a Bevacqua, una funcionaria de prestigio académico y honradez reconocida. Un juicio penal que todavía sigue, y dos por multas de 500 mil pesos, junto a todas las consultoras privadas. La amenaza que recibió Bevacqua fue escuchada por su pequeña hija. Hoy dice que “siente pena por este país”, que desde que se fue Moreno del Gobierno ella está “más tranquila”, pero que en estos siete años “nunca” pudo descansar como corresponde. Fue perseguida por no arrodillarse. Es grave institucionalmente por donde se lo mire.

Ella anticipó todo lo que se venía, todas las esquirlas que hoy Kicillof y Cristina tienen en sus manos porque la granada ya explotó. La experta en índice de precios, hoy como consultora privada, confirmó que según sus mediciones la inflación de enero fue del 6%, y que es la más alta desde 2002. Es cierto que en ese porcentaje que hace correr frío por la espalda impactan los tarifazos progre-reaccionarios de Kicillof en transporte y turismo. Pero, aun sacando esos datos del análisis, la inflación fue la más alta de la década desperdiciada. Y este dato es clave para entender todos los demás.

El gobierno de Cristina no sufrió un ataque de enemigos feroces, como repiten hasta el cansancio. Nadie les pide que apliquen recetas ortodoxas ni noventistas ni que llamen a Cavallo. El sentido común y la racionalidad no tienen ideología. Muchos de los economistas más confiables pasaron por el gobierno kirchnerista o por su génesis duhaldista: Lavagna, Remes Lenicov, Blejer, Peirano, Redrado, Prat Gay, Lousteau, entre otros. Todos recomiendan más o menos lo mismo. Un plan serio y antiinflacionario y el final de los volantazos infantiles. A ninguno de ellos los designó Videla ni Menem. Fueron convocados en su mayoría por Néstor Kirchner. Y todos están colaborando con distintos candidatos a presidente para 2015. ¿Puede ser que Cristina no pueda ver lo que tantos argentinos ven? ¿Sólo es tozudez y capricho, o hay algo más? ¿No es más simple dejar de estigmatizar enemigos imaginarios y ponerse a gobernar y volver a las fuentes?