En la edición del día 6, Jorge Fontevecchia afirma: “Alfonsín entendía la importancia fundamental que Brasil tenía para la Argentina, también Néstor Kirchner, pero no así Cavallo ni los cancilleres de Menem, que fueron siempre más pro-ALCA y anti-Mercosur”.
Un enorme orgullo de Di Tella fue, precisamente, el de continuar –raro en Argentina– políticas acertadas de sus predecesores, como el giro copernicano de considerar a los vecinos ya no como hipótesis de conflicto sino de cooperación. Por eso llevó adelante la solución de la totalidad de las disputas limítrofes con Chile y la puesta en marcha del Mercosur a partir de los acuerdos anticipatorios de Alfonsín y Sarney. El desarrollo institucional, comercial y estratégico del Mercosur no registra resultados comparables por parte de ninguno de los cancilleres posteriores, aunque muy bien continuados por Adalberto Rodríguez Giavarini, su inmediato sucesor.
La política exterior de Di Tella nunca fue “más pro-ALCA y anti-Mercosur”. Argentina venía de largas desinteligencias, cuando no de francas hostilidades con Estados Unidos, y resultaba urgente reparar algo tan dañoso para los intereses nacionales. Bien encaminados con Brasil, urgía, hacer lo propio con Washington. Hasta equilibrar los tantos.
Para eso no hacía falta postergar el Mercosur y Di Tella mantuvo todas las opciones abiertas. Siempre ocurre que cuando alguien se acerca a uno de los polos, desde el otro se lo pinta como entregado a relaciones carnales con el imperio o prisionero del vecino poderoso, y lo más ingenuo que podemos hacer es creerlo.
Como millones de argentinos, coincidimos en la importancia del Mercosur, y para que pueda verse hasta qué punto eso hicimos en la gestión de Di Tella, arrimo dos datos objetivos: durante esos años la principal política exterior de Washington era, precisamente, conseguir que firmáramos el ALCA. Pero Argentina y Brasil, juntos, siempre se negaron y la actuación personal de Di Tella fue tal que, ante un insólito reclamo directo del mismísimo presidente de EE.UU., ese canciller,
cara a cara, gentil pero firme, le expresó que no teníamos intención de hacerlo. En un reciente libro detallo esa entrevista. El otro dato es poco mencionado: ante la presión de Washington para vigilar nuestros emprendimientos nucleares, y también continuando políticas anteriores, en 1991 creamos la Abacc, mecanismo bilateral de control recíproco entre Brasil y Argentina, único en el mundo, finalmente aceptado por Washington y elogiado universalmente como un ejemplo inverso al de India y Pakistán. No parecería propio de una postura pro-ALCA y anti-Brasil cuando, al mismo tiempo, desde el Palacio San Martín se impulsaban el Mercosur y la Abacc tanto (y a veces más) como desde Itamaraty.
Inversamente, afirmar que “… también Néstor Kirchner entendía la importancia fundamental de Brasil” a diferencia de “los cancilleres de Menem” contradice el dato indiscutido de que con Di Tella se vivió la hora más productiva del Mercosur, mientras que el kirchnerismo nos deja un paquidermo cataléptico al servicio discursivo del hueco consignismo que viene condenándonos al atraso en nombre de clarinadas revolucionarias.
Di Tella tuvo defectos, pero no son los que se señalan en esa nota. En diferentes dimensiones, le está pasando como a Frondizi, entonces muy atacado y hoy revalorizado por cada vez más argentinos, porque es condición de los verdaderos hombres de Estado el resultar contemporáneos de su posteridad.
*Ex vicecanciller.