En 1949 el desierto del sudoeste estadounidense era el escenario donde nacían dos personajes inmortales. El Coyote y el Correcaminos leyendas del dibujo animado que deleitaron a varias generaciones de humanos en todo el mundo. Aquel episodio se titulaba Fast and Furyous (Rápido y furioso), y fue el primero de los 77 que protagonizarían estos personajes ideados por Chuck Jones (1912-2002) inspirándose en un relato de Mark Twain (1835-1910), filoso observador de las costumbres humanas y creador a su vez de protagonistas memorables, como Tom Sawyer y Huckleberry Finn. El Coyote y el Correcaminos cesaron sus aventuras en 1964, cuando Warner Brothers bajó las persianas de su estudio de animación.
En 1940, ocho años antes de que estos dos aparecieran, habían nacido el gato Tom y el ratón Jerry, concebidos por William Hanna (1910-2001) y Joseph Barbera (1911-2006) para la Metro Goldwyn Mayer. Sus correrías se extenderían hasta 1958 (cuando MGM decidió repetir los episodios antes que seguir invirtiendo en ellos) y comprenderían 114 cortometrajes, el primero de los cuales se tituló Puss gets the boot (El gato recibe la patada). Tanto el Coyote en un caso como Tom en el otro persiguieron durante todas sus vidas al Correcaminos y a Jerry sin lograr ni atraparlos ni derrotarlos jamás, más allá de ciertas victorias fugaces y pírricas. El ingenio de unos para la caza y de los otros para el escape dio lugar a una imperecedera antología del gag visual y fue una permanente celebración del ingenio y la creatividad. Estos personajes significaron momentos felices para millones de chicos y grandes en el planeta, y los significan aún hoy con solo rescatar sus cortos.
Todo lo contrario ocurre, sin embargo, con las correrías del oficialismo y la oposición, que al igual que aquellos portentos del dibujo animado se valen de cualquier disparador para arrojarse (por vía de redes sociales, Zoom, Skype, Google meet, televisión, radio, sesiones parlamentarias, solicitadas, columnas de escribas adeptos y cualquier otro medio) persecuciones, difamaciones, celadas, mentidas y desmentidas, insultos, denuncias, amenazas y todo tipo de chicanas. Aunque ellos suelen creerse muy ingeniosos y se autocelebran, nada de esto resulta divertido, y menos en un país empantanado en un deterioro económico, social, sanitario, político y moral que parece no tener fondo y que lo aleja cada vez más de la marcha del mundo, aun de un mundo que vive su propia crisis.
Los destrozos que producían aquellas cuatro criaturas animadas quedaban en el plano de la ficción y hasta generaban cierta empatía e identificación, según el episodio y el personaje. Al final de cada corto nada se había roto en el mundo real. Y lo sucedido cumplía un propósito. Generar diversión y alegría en el espectador. Éste salía agradecido y nunca lastimado. Los incansables Tom, Jerry, Coyotes y Correcaminos de nuestra realidad política, gubernamental, social, sanitaria, educativa y económica piensan poco o nada en el “pueblo” o la “gente” a la que gustan mencionar en sus tiradas demagógicas y producen todo tipo de daño en el presente y el futuro de esas personas. Sus trapisondas van a crecer en intensidad y se van a multiplicar a lo largo de este año electoral, y mientras ellos se persiguen mutuamente y persiguen sus propios intereses, negocios, inmunidades e impunidades, irán provocando destrozos en las economías de muchas personas, en sus proyectos, en la Justicia, en la salud, en la educación, en la capacidad colectiva de creer y en la de esperar. A ninguno (según actúen como Coyote y Tom o como Correcaminos y Jerry, según el momento y la situación) se le pasa por la mente su responsabilidad frente a esos prójimos a los que afectan. Donde hay personas ven números, votos o clientes cautivos. Nunca ciudadanos, seres cuya dignidad exige ser respetada, según el imperativo categórico de Emanuel Kant, el gran filósofo moral del Iluminismo. Sus acciones no son graciosas, no son motivo de alegría. No son personajes que merezcan perdurar, como aquellos de Jones, Hanna y Barbera.
*Escritor y periodista.