COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Dictadura, no Proceso

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Durante muchos años, de 1983 a esta parte, las palabras dictadura militar definieron lo que fue uno de los más oscuros, trágicos y brutales períodos de la historia argentina. Desde hace ya un tiempo, a esas dos se les ha agregado otra y un guión intermedio que aportan más claridad y redondean el concepto: dictadura cívico-militar.
Coincido con esto y hago base allí para meterme con el valor de la palabra como instrumento para ejercer un periodismo serio, responsable y capaz de alimentar el intelecto de los lectores. La palabra, me dijo un viejo y querido maestro del periodismo, es como una amante: hay que cuidarla, mimarla, hacer de ella una forma de sublimación de nuestras ideas, sentimientos y valores. Veo, en estos tiempos, cierto desprecio por el cuidado de la palabra, como si cada una de este riquísimo lenguaje que compartimos no fuese más que un instrumento para decir cualquier cosa, una cáscara sin contenido. Cuando ejercía la jefatura de cierre en este diario, muchas veces usé mi lápiz para reemplazar algunas palabras por otras, en la certeza de que el valor de aquellas y de éstas es distinto, no correspondientes en categoría. En vísperas del 24 de marzo, pondré un ejemplo, todavía reiterado por algunos redactores (en PERFIL, mucho menos que en otros medios, lo acepto): emplear Proceso de Reconstrucción Nacional, o simplemente Proceso (así, con mayúsculas) en lugar o como sinónimo de dictadura. No es una diferencia pequeña la que separa una de otra definición: en la primera, implica un reconocimiento a lo que aquellos civiles ideólogos y militares ejecutores (y también ideólogos) pretendieron hacer con sus despropósitos sangrientos; la segunda define con precisión lo que en verdad fue. Y no es el único caso: aún se sigue empleando Revolución Libertadora para nombrar el período dictatorial del régimen militar 1955/58; y hay quienes escriben Revolución Argentina cuando se refieren al golpe que derrocó en 1966 a Arturo Illia y dio lugar a lo que se podría definir como el paso previo a lo que sobrevino diez años después. Tampoco Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston, Lanusse, Videla,  Viola, Galtieri y Bignone fueron presidentes: fueron usurpadores del poder ciudadano, meros dictadores. Definirlos aún con la palabra presidente es un insulto a la democracia y debiera ser una práctica desterrada de cualquier texto periodístico. “La palabra es un arma y puede ser usada para bien o para mal: la culpa del crimen nunca es del cuchillo”, escribió Eduardo Galeano en un texto incluido en su libro Nosotros decimos No. Casi quirúrgica su precisión. Siempre la palabra es un arma, y debe ser empleada como tal en favor de la gente. Es bastante común ver cómo las palabras se degradan al emplearlas para fundamentar argumentos carentes de solidez o veracidad. El eufemismo y la metáfora son sanos instrumentos cuando la palabra es amordazada, pero cuando existe libertad de expresión, uno y otra son sólo válidos como recursos literarios, mas no periodísticos. Hablar, escribir directo y bien es bueno para lectores, oyentes de radio, televidentes o usuarios de internet, en particular de las redes sociales.  
“Cuando las palabras pierden su significado, la gente pierde su libertad”, transmitió Confucio 25 siglos atrás.  Lo importante, este domingo y cuando falta apenas un día para recordar con renovado dolor el golpe del 24 de marzo de 1976 que dio lugar a la dictadura cerrada en 1983, es revalorizar en los medios el empleo de las palabras justas, directas, claras, sin imposturas ni doble filo. Esa es responsabilidad de cada periodista en este diario. Y en cualquier otro medio.

Columnistas. Un lector y una lectora –Albino Gómez y Susana Biasi– señalan en sus mails editados en la página anterior lo que entienden como errores en  las columnas de Carlos Ares y Rafael Bielsa publicadas el fin de semana pasado. Como se trata de espacios de opinión libérrimos, dejaré la decisión de responder o no esas inquietudes a los autores de ambos artículos, abriendo para ellos, si lo piden, parte de este espacio en la edición del domingo próximo.

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Dos perlitas. Ayer se deslizaron algunos errores o fallas de edición. Paso a comentar dos de ellos:
◆ Pareció engañoso el título de la página 6: “Tensión en la Magistratura entre los representantes de La Cámpora”. En realidad, lo que surge del texto no se refiere a una tensión entre sino con, un cambio de preposición que  remite al texto inicial de esta columna. Además, faltó el cintillo de continuidad del tema en las páginas 4 y 6.
◆ Fue desafortunado haber elegido como foto principal de la nota sobre el presunto abuso de un futbolista contra una joven de 21 años una imagen de ella en pose provocativa. Es seguro que no fue intención del editor de Policiales, pero visto así parece justificar el abuso más que informar sobre él