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Dinero virtual

Si bien la euforia de las subastas nunca prendió en Argentina, el sitio de ventas se volvió una vidriera especulativa y de doble filo.

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Dinero virtual. | Marta Toledo

Hace unos años, en Nueva York, durante días quedé atrapado en el universo de las subastas de eBay. El portal, bajo todo tipo de regulaciones, no funcionaba como una economía paralela pero sí como constelación de oportunidades para buscavidas. Yo andaba detrás de una cámara Nikon usada, y el mejor modo de conseguirla a buen precio era estar atento a las subastas, en horas nocturnas, cuando no había flujo de ciberconsumidores y revendedores. No obstante, en los segundos finales las subastas se definían de manera frenética, incluso a altas horas, y yo casi nunca tenía tiempo de reaccionar. Experimentaba vértigo y luego una sensación de parálisis y estafa indescriptible ante esa forma inmaterial de mercantilismo. La definición de una subasta me remontaba a los metros finales cabeza a cabeza de los grandes clásicos en el hipódromo de Palermo. Los precios en cuestión de segundos llegaban a quintuplicarse, y ganar una subasta podía en realidad ser un arte o un golpe de azar. Los distintos husos horarios de Estados Unidos tornaban imposible que no hubiera nadie en las contiendas incluso en la madrugada. En el portal de eBay podían verse en carne viva el cuerpo especulativo del capitalismo y las mercancías como objetos de un deseo inflacionario.

Años después me resultó imposible no frecuentar Mercado Libre. Si bien la euforia de las subastas nunca prendió en Argentina, el sitio de ventas se volvió una vidriera especulativa y de doble filo. Todo puede encontrarse, a cualquier hora del día. Hoy ofrece la posibilidad de vender sin facturar y da cada vez más posibilidades para invertir ese dinero sin canalizarlo a través de una cuenta. Para cualquier pequeño vendedor, el portal representa una oportunidad y un aliado si en vez de facturar el 21% del IVA le cede a Mercado Libre un 13% de comisión. En ese punto, no puede negarse que Mercado Libre es un gran invento y en estos últimos dos años ha desplegado todas las herramientas financieras imaginables para fomentar el consumo en ausencia del Estado. No sería disparatado imaginar un Procrear financiado por Mercado Libre.

Es que en una economía quebrada, el crédito sería un salvavidas si la tasa de interés fuera menor que la inflación. Hoy es un salvavidas de plomo. En una economía quebrada, buena parte de la población queda marginada del sistema financiero y recurre al realismo mágico de las casas de préstamos a sola firma y a los portales de e-commerce y fintech que ocupan el lugar vacío del Estado y extienden manos amigas: tarjetas prepagas que son en realidad tarjetas para endeudarse en cuotas en el mismo sitio web. Estas herramientas para los que no pueden entrar formalmente en el sistema financiero terminan siendo puertas de acceso lateral para el consumo. Lo que ha creado Mercado Libre es una economía paralela. Todo un mercado negro, aliado de la precarización laboral del macrismo, pero también en sintonía con la idiosincrasia del buscavidas argentino y el changarín cibernético, que quiérase o no se las arreglan para tener siempre dinero virtual y sobrevivir. Mercado Libre funciona como una nueva fábrica de economía informal, un gran amo financiero que cotiza en Wall Street, y ha ofrecido a alto costo posibilidades para sobrevivir frente al desempleo galopante.

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