Las candidaturas testimoniales, eventuales, también denominadas truchas, se incluyen en la estrategia de una parte de nuestra actual clase política para sobrevivir. Mejor dicho, para prolongar su vida política activa, ya que su supervivencia física no parece en peligro. Las que sí están en riesgo son las instituciones y prácticas de la democracia representativa y republicana, como bien lo ha señalado un grupo de constitucionalistas a la Cámara Electoral.
En ese marco se explica mejor que el reciente aniversario de la Revolución de Mayo haya quedado limitado en Buenos Aires a un espectáculo de marchas patrióticas con ritmo de cumbia, y a un acto de la Presidenta en Puerto Iguazú, en el que hubo más autoelogios que referencias a los fundadores de la patria. Porque evocar a la generación de Mayo puede llevar a comparaciones incómodas entre la dirigencia actual y la de entonces.
Los hombres y mujeres de dicha generación empezaron a pensar por su cuenta cuando, a consecuencia de la Revolución Francesa, surgió Bonaparte, quien dominó a la Europa continental y se enfrentó con Gran Bretaña. Esto derivó en España en un conflicto dinástico que puso en evidencia la incapacidad de los Borbones para afrontar la tormenta.
Formaban un reducido grupo dentro de la población del Virreinato del Río de la Plata, que en las actuales provincias argentina rondaba las 400 mil habitantes. La mayoría de estos patriotas incipientes estaba radicada en la capital virreinal que, gracias al buen gobierno de los primeros Borbones, había comenzado a desarrollar su potencial económico –armar navíos de comercio, poblar campos– y mejorado su precaria vida social en materia de educación y de cultura. Este fenómeno se reproducía a escala menor en Córdoba, Salta, Tucumán, Mendoza y Santa Fe.
“Por culpa de Bonaparte aquí hay algunos pocos que han tomado el tono de estadistas y de crípticos sin serlo y que han pretendido hacer de intérpretes y vaticinadores”, le escribió el gobernador intendente de Salta al virrey en 1809.
Gracias al intercambio comercial con los puertos europeos y americanos, estos pequeños núcleos de patriotas estaban al corriente de los hechos históricos que dieron lugar a la modernidad. Leían desde los philosophes que socavaban las bases del Antiguo Régimen a los renovadores del pensamiento español. Gracias a las gacetas o periódicos, a las cartas y a los viajeros, estaban al tanto de que había modelos políticos diferentes. Esto pese a la severa censura y a que las instituciones educativas donde se habían formado impartieran una enseñanza cuyo objetivo era reproducir la mentalidad colonial.
Por eso cuando la crisis del imperio español desnudó sus falencias, hubo una Semana de Mayo y una Primera Junta. El grupo dirigente de esta primera etapa estaba formado por militares, abogados, médicos, comerciantes, sacerdotes, funcionarios públicos, pulperos y algún hacendado, nativos de Buenos Aires, de las provincias o españoles peninsulares. Ellos fueron invitados al cabildo abierto. Así empezaron la carrera política que los proyectaría a la historia, aunque las vidas personales de sus dirigentes más destacados fueron casi invariablemente infortunadas fuera cual fuese el bando en que se habían alineado (como en los casos de Belgrano, Castelli, Moreno, Saavedra y Vieytes). Modernos a pesar de sus precarios vínculos con el exterior, y decididos aun a riesgo de perder la vida, algunos de ellos superaron las mezquindades personales y se empeñaron en poner las bases de su patria americana y argentina. Construirla fue un proceso más lento y penoso que independizarla, dado que el principal enemigo estaba dentro de sus mismas fronteras. Alcanzar los acuerdos necesarios para una convivencia civilizada demandó un tiempo largo, un esfuerzo constante y una decisión firme.
La clase política actual parece ignorar que tiene la responsabilidad de preservar y mejorar el patrimonio heredado. Por eso se encierra en la coyuntura, hace una lectura obsoleta de la realidad y posterga indefinidamente la reflexión sobre cuál debería ser el lugar de la República en ese mundo que se está construyendo afuera.
*Historiadora.