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División en los campos

El campo… El campo… El campo votará dividido así en las tierras de la provincia, como bajo los cielos poluidos de la Ciudad de Buenos Aires. Ricos y pobres, estancieros, chacareros, rentistas de Recoleta, intermediarios, peones, mayordomos, consignatarios, transportistas, polistas, y contratistas, especuladores de las bolsas de cereal y pequeños propietarios dividirán sus preferencias entre la entente Cívico-Radical y la alianza del peronismo disidente con el PRO sellada en el encuentro en un hotel porteño con la presencia multitudinaria de quince militantes.

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El campo… El campo… El campo votará dividido así en las tierras de la provincia, como bajo los cielos poluidos de la Ciudad de Buenos Aires. Ricos y pobres, estancieros, chacareros, rentistas de Recoleta, intermediarios, peones, mayordomos, consignatarios, transportistas, polistas, y contratistas, especuladores de las bolsas de cereal y pequeños propietarios dividirán sus preferencias entre la entente Cívico-Radical y la alianza del peronismo disidente con el PRO sellada en el encuentro en un hotel porteño con la presencia multitudinaria de quince militantes. Como es usual, el campo intelectual también votará dividido. Una fracción ínfima de lectores de Página/12 insistirá en la propuesta K favoreciendo al candidato Heller, pionero de los derechos humanos cooperativos, boquenses y soviéticos. Otra fracción, también ínfima, distribuirá sus votos sobre el archipiélago de figuras y siglas de izquierda que prometen el socialismo en serio, esto es, con la instauración de la dictadura del proletariado que prescriben los manuales. Son el medio millar que subscribió esa otra “carta abierta” en respuesta a los K, parapetados en la librería Gandhi y en la Biblioteca. “Ni con el gobierno –escribían hace un año– ni con la patronal: estamos por la nacionalización de la gran propiedad agraria, de las grandes exportadoras y de los puertos privados y privatizados; por el no pago de la deuda externa y la nacionalización bajo control de los trabajadores de la banca y del comercio exterior”, para concluir reclamando “una salida socialista y de la clase trabajadora”. Otra fracción, bastante numerosa del campo Intelectual, se orienta hacia el acuerdo Cívico-Radical. Mucho no ha de costarles a esos que alguna vez votaron por Alfonsín, el Chacho y Fernández Meijide, pero da un poco de risa pensar en los psicólogos, sociólogos y economistas ateos y progres que votarán deglutiendo los sapos de la supersticiosa del crucifijo y su benjamín banquero Prat-Gay, sólo para amargarle una noche al matrimonio Kirchner y a la pareja de compromiso Mauri-Gaby. Por lejos, la corriente más numerosa del campo intelectual y el salón literario apunta al Proyecto Sur de Solanas y ha crecido en las últimas semanas al descubrir por la tele que no arriesga a perder su voto, como le ocurriría en caso de votar a Zamora, Altamira o las siglas centrifugadas por el troskismo. El efecto Pino no sólo conmovió a los encuestadores: también provocó la mejor frase acuñada por Asís en los últimos tiempos: “Solanas: el cineasta que supo arrancar los conceptos de la bodega mental de los recuerdos añejados”.