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Dólar atrasado, precios y salarios adelantados

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Si hoy se realizara una encuesta nacional preguntando a los argentinos si el precio del dólar oficial es alto o es bajo, estoy seguro de que la mayoría votaría por el concepto de dólar barato.
De hecho, cada vez que se abre la ventana del dólar ahorro, más allá de los que hacen un negocito vendiendo en el mercado informal, se baten récords de venta. Por otra parte, la cotización del dólar implícito en los bonos y acciones que se transan en pesos y en dólares es claramente superior al precio oficial.

Sin embargo, si se le preguntara a la misma muestra si considera que su salario medido en dólares oficiales debe bajar. O si sus precios de venta, siempre medidos en dólares oficiales, deben bajar, allí, seguramente, la respuesta no sería tan unánime ni categórica.

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El problema es que estamos ante las dos caras de la misma moneda. Si el precio del dólar está atrasado, lo está respecto del resto de los precios de la economía, incluyendo el costo laboral. Un precio del dólar atrasado, significa que el resto de los precios de la economía están “adelantados”.
Dicho de manera más técnica. La Argentina tiene hoy un problema de precios relativos.
 
Y el problema no es sólo el precio relativo del dólar oficial respecto del resto de los precios. También hay un problema de precios relativos entre el precio de la energía y el transporte que paga la demanda y el resto de los precios. Dado que el precio que paga la demanda no cubre el costo de producir energía o, en el caso del transporte, brindar el servicio.

En el caso del dólar, el Gobierno ya no puede barrer debajo de la alfombra la distorsión. El Banco Central está agotando las pocas reservas líquidas que quedan. El balance comercial se vuelve negativo. Todos los sectores exportadores están en problemas. Y nadie ingresa dólares para invertir, a través del mercado oficial.
 
En el caso de la energía, el Gobierno ha recurrido a una enorme maraña de subsidios, importaciones caras de gas, deudas no pagadas e irregularidades varias que, al final del día, se traducen en una explosión de gasto público, también uso de reservas, déficit fiscal y emisión de pesos.
 
Pesos que, luego, se destinan a presionar sobre la tasa de inflación y sobre la demanda de dólares, sea en el mercado formal, agotando las reservas, sea en el informal, aumentando el precio y la brecha.
 
Dicho de otra manera, el tema de los precios relativos está en el corazón de la crisis argentina. Un dólar barato paraliza la actividad exportadora y obliga a racionar las importaciones. Energía barata obliga a subsidiar a los productores y oferentes en general, y a emitir pesos para cubrir el gasto.Y ese exceso de pesos genera inflación y busca dólares, lo que atrasa aún más el precio del dólar oficial.

Dicho esto, quien proponga “solucionar” los problemas de la economía argentina tiene que romper este círculo vicioso. Tiene que reconocer que hace falta otro precio del dólar oficial y otros precios de los servicios públicos.
 
Pero, otra vez, se necesita otro precio del dólar oficial que cambie el precio relativo del dólar frente al resto de los precios. Todos los precios de la economía, incluyendo el salario, tienen que bajar medidos en dólares oficiales. El precio del dólar que se les reconoce a exportadores y que compran importadores tiene que aumentar por encima del resto de los precios. Pero para que esto pase ordenadamente, en simultáneo, hay que reducir el ritmo de la emisión de pesos. Y para ello, hace falta modificar los precios de la energía, reduciendo lo que se paga con gasto público.

Obviamente, este proceso es dinámico. Estamos ante un blanco móvil. La suba del tipo de cambio no puede trasladarse enteramente a los precios y salarios porque, si no, no habría cambio de precios relativos. Lo mismo sucede con las tarifas públicas, que tienen que recuperar su atraso respecto del resto de los precios.

Por lo tanto, estamos frente a la necesidad de un programa integral, bien pensado y bien ejecutado. Y ante la necesidad de manejar las expectativas, quizá complementando el programa con un acuerdo con empresas y sindicatos. El endeudamiento ayuda, pero no cambia precios relativos, que es lo que hace falta. Por último, cualquiera que diga que puede sacar la economía argentina del estancamiento sin devaluar, y sin corregir los precios de la energía, o es mago o miente.