Pasaron doce presidentes argentinos, si no cuento mal, durante la gestión de Julio Grondona en la AFA: de Videla a Cristina Fernández
de Kirchner. De esos doce presidentes (cuatro de facto, tres de emergencia, cinco de la democracia), hubo uno, al menos, que se propuso claramente hacerlo a un lado, y ese fue Carlos Saúl Menem. Sabemos que no lo logró. Y sabemos que Carlos Menem no es una de esas personas dispuestas a que las cosas no sean como ellas quieren. De su candidato alternativo al puesto, Fernando Miele, no quedó ya ni el nombre en la cancha de San Lorenzo.
¿Cómo fue que se atornilló Grondona a su sillón de la calle Viamonte? No lo sé, pero a veces pienso en una escena de Perros de la calle, la película de Tarantino: los gángsters, en un momento dado, quedaban apuntándose con sus armas unos a otros de manera tal que, si uno solo de ellos disparaba, acabarían matándose entre todos. Ante eso, por supuesto, ninguno disparó.
¿Asocio acaso grondonismo con gangsterismo? No lo hago, pues no me consta; tan sólo ilustro el tema con un ejemplo cinematográfico. En cualquier caso, para bien o para mal, de Grondona no podrá decirse que no va a quedar ni el nombre. El nombre seguro; aprovecho esta ocasión para decir que Don Julio debe ser la mejor revista de fútbol que se está publicando en el mundo.
Grondona, eso sí, nada tenía que ver con ella.
*Escritor.