El por entonces candidato Barack Obama, en sus primeros debates de campaña, decía que no iba a “comprar juguetes navideños venenosos” para sus niñas. Contemporáneamente, en su página web podían leerse las bases sobre las cuales debía sustentarse la política exterior respecto de China. Sinuosidad electoral.
Sin embargo, desde que los comicios tuvieron lugar, la nueva administración comenzó de manera indirecta y no tradicional a dar señales dirigidas a consolidar su relación con China: la nominación de Steven Chu como secretario de Energía fue significativa, no sólo por el hecho de que Chu fuera hijo de inmigrantes chinos –lo que fue ampliamente informado en China–, sino por el profundo compromiso que ha manifestado para lograr avances en materia de cambio climático.
En el mismo sentido, el presidente Barack Obama dijo esta semana que las relaciones entre Washington y Pekín moldearán el siglo XXI. Inauguró así el primer diálogo estratégico y económico entre Estados Unidos y China bajo su mandato, que tuvo lugar el 27 y el 28 de julio en Washington, encabezado por la secretaria de Estado Hillary Clinton y el secretario del Tesoro Timothy Geithner, por los locales, y por el consejero de estado Dai Bingguo y el viceprimer ministro Wang Qishan, por los visitantes.
En su discurso, Obama afirmó que los lazos entre Estados Unidos y China pueden crear un mundo en mejores condiciones. Más allá del “pragmatismo idealista” que muestra la administración Obama, los eventos de enero de este año destacan la naturaleza temperamental de la naciente relación del eventual G-2. Durante las sesiones de confirmación ante la Comisión de Finanzas del Senado, el secretario del Tesoro Timothy Geithner insinuó que China manipulaba el tipo de cambio de su moneda; la afirmación fue furiosamente desestimada por las autoridades del Banco Central Chino por falsa y engañosa. Se sabe que los banqueros no aman el rojo: Geithner deberá sosegarse frente a dos de sus modulaciones: el del saldo de la balanza comercial con China y el de la enseña patria del gigante asiático.
La World Public Opinion (WPO) es una organización internacional que realiza encuestas de opinión. En esta oportunidad, entrevistó a 19.224 personas de países que representan el 62% de la población mundial, excluyendo a los Estados Unidos. Los resultados del estudio llevado a cabo en el mes de junio, revelaron que el planeta ve la gestión de Obama con buenos ojos. Sin embargo, analizando con más profundidad las impresiones obtenidas en la región de Asia Pacífico, se concluye que China se mantiene ambivalente con respecto a la nueva administración americana.
Conforme el estudio del WPO, el presidente estadounidense lidera el ranking de personalidades mundiales. Le siguen con una diferencia del 20% el secretario de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, y la canciller alemana Angela Merkel. Si la encuesta se desagrega país por país, se advierte que Barack Obama goza de una popularidad cercana al 80% en países como Francia y Gran Bretaña. China no expresa los mismos niveles de confianza: manifiesta una alta estima por su propio líder, Hu Jintao, quien cuenta con más del 90% de apoyo. Por su parte, el presidente norteamericano tiene un 55% de apoyo en China –cifra comparativamente muy inferior a la obtenida por Hu Jintao–, y un 25% de imagen negativa. Vladimir Putin obtuvo el 64% de aprobación.
Al mencionar esta semana la seguridad como aspecto importante de la cooperación entre Washington y Beijing, el presidente Obama hizo especial hincapié en la necesidad de que ambas potencias impidan la proliferación de armas nucleares. “Ni Estados Unidos ni China tienen ningún interés en que los terroristas puedan adquirir una bomba o comenzar una carrera nuclear en el este de Asia”, afirmó Obama.
Cabe preguntarse a estas alturas, por qué China se muestra reticente frente a los requiebros del presidente norteamericano. Tal vez porque, si bien no era amor lo que existía entre el ex presidente George W. Bush y el Politburó del Partido Comunista Chino, hablaban un idioma espejo en términos geopolíticos. Ese era un juego que China sabía jugar, ambos lados aceptaban las reglas. Para contrarrestar las alianzas norteamericanas, China usaba su creciente influencia económica para hipnotizar a otras economías. También se sumó a varias instituciones internacionales que excluyen a los Estados Unidos, como la Organización de Cooperación de Shanghai y la ASEAN+3 entre otras.
Es posible que la cúpula gubernamental china deseara en turbado silencio que John McCain ganara las presidenciales. Los republicanos son más fáciles de administrar: China no olvida los días de Bill Clinton y sus críticas a las políticas asiáticas y el mal predestinado plan dirigido a unir la cooperación económica con mejoras en el ámbito de los derechos humanos. El conocimiento chino convencional sostiene que los presidentes demócratas tienden a ser idealistas y a incorporar objetivos de carácter moral en su política exterior. Los chinos pueden manejar la política real, pero la ideal es un concepto que consideran privativo de su propia voluntad interna.
“Debemos seguir colaborando para lograr la desnuclearización de la península norcoreana y dejar claro a Corea del Norte que el camino hacia la seguridad y el respeto puede ser alcanzado si cumple con sus obligaciones”, afirmó Obama. “También debemos unirnos para prevenir que Irán adquiera un arma nuclear”, agregó. “Los peligros más acuciantes que enfrentamos ya no surgen de la competición entre grandes potencias”, destacó y agregó que por ello “el progreso, incluida la seguridad, es una tarea compartida”.
Debe de haberle resultado extraño a Yao Ming –prominente basquetbolista de la NBA– ser citado en un discurso gubernamental. Mucho más raro aún es que en la misma alocución se mencione al filósofo chino Mencio (370 a. C.-289 a. C.), pero lo que resulta casi imposible de creer es que lo haya hecho el propio Barack Obama, el terror de los “juguetes tóxicos”. Finalizando el encuentro en Washington recordó una frase que se atribuye al filósofo, quien sostiene que “si se utiliza un sendero a través de las montañas, se convierte en un camino en poco tiempo, pero si no se usa, el pasto lo cubre en un tiempo igual de corto”. También se le adjudica otra al mismo filósofo chino que dispone que una relación de amistad es aquélla en la que dos cuerpos comparten la misma mente. Figuras retóricas del ayer que mueven el agua donde se construyen las que acaso se empleen mañana.