EL FUNERAL del militante del Partido Obrero asesinado mientras reclamaba la reincorporación de un centenar de tercerizados del ex Ferrocarril Roca. |
Había una vez un pueblo donde se había cometido un asesinato. El asesino era el único herrero del lugar y había también allí dos sastres. El pueblo no se podía quedar sin herrero, pero se tenía que imponer un castigo por el asesinato. Era un pueblo serio, que no permitiría dejar impune tan grave crimen: se ahorcó entonces a un sastre.
Ver al Gobierno y al propio Moyano salir a acusar a Duhalde del crimen del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, recuerda el cuento de los dos sastres y un herrero, que se utiliza como ejemplo para explicar cómo funciona la mente, la que continuamente acomoda la realidad a las necesidades de sobrevivencia.
No sólo el Gobierno y Moyano salieron a buscar rápidamente un responsable útil a sus necesidades: lo mismo hicieron sus opositores, quienes dependiendo de sus necesidades construyeron explicaciones del móvil del autor intelectual del asesinato y sus copartícipes necesarios. Lo mismo había sucedido la semana pasada con el mensaje que se desprendía del exitoso rescate de los mineros chilenos, donde tanto la Presidenta como el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires interpretaron los mismos hechos a favor de sus convicciones, que están en las antípodas.
Aquellos que acusan al Gobierno de ser responsable de la violencia sindical por la impunidad que le concede a Moyano omiten que el jefe de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, no es moyanista y está más cerca del Peronismo Federal que del peronismo K. Pero nadie podría negar que el kirchnerismo tolera las patotas sindicales de la cúpula de la CGT obteniendo a cambio, entre tanto, que si otro gobierno fuera el que vetara una ley que concede el 82% móvil a los jubilados el jefe de la CGT ya habría respondido con un paro nacional.
Quienes, con razón, acusan a la policía de no haber separado a la patota ferroviaria de los manifestantes del PO saben que a la policía se la programó para no intervenir ante el activismo social. Porque cuando la Presidenta dice: “Yo no quiero vivir en una sociedad donde salgan a la calle con palos o con armas de fuego”, omite la propia responsabilidad de su espacio político en la tolerancia a los palos en la mayoría de las manifestaciones durante los ocho años que lleva el kirchnerismo en el poder.
Tiene razón el fundador del Partido Obrero, Jorge Altamira, al decir que “la Presidenta juega a los Twitter y a esto no lo arreglamos con 150 caracteres”. Tampoco lo arreglará la aparición de un barra brava como autor material del crimen de Ferreyra porque la cuestión de fondo, la violencia –de todo tipo: verbal, psicológica o física– como herramienta política encuentra en ese caso apenas la superficie de un iceberg que lleva años de formación subterránea.
Sea herrero o sastre el autor material del asesinato, una sociedad donde cada grupo político, para exculparse, acusa a sus adversarios de ser los responsables de una muerte es ella misma culpable de otro crimen.