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Economía a la luz de la luna

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Aunque he venido al centro del pueblo de Japaratinga innumerables veces, nunca había tenido la ocasión de recorrer la playa del pequeño puerto, donde las embarcaciones de los pescadores quedan a seco en los momentos más pronunciados de la marea baja. Este último martes, algunos participantes del coloquio decidimos almorzar en un restaurante cercano y el camino más natural fue el sendero empedrado al borde de la playa, dado que tanto el restaurante que buscábamos como el hotel donde tiene lugar el encuentro están al borde del mar. Descubrí entonces que las varias posadas localizadas entre uno y otro tienen todas dos caras bien diferentes y que yo sólo conocía la cara que da a la calle del pueblo, es decir la fachada opuesta al acceso a la playa. Desde la calle, esas posadas son fácilmente identificables, con sus nombres claramente indicados, pero no se destacan particularmente del resto de los edificios y negocios que componen el centro del pueblo. Las fachadas que dan al mar, en cambio, exhiben todas, sin excepción, la estética del turismo playero de la clase media brasileña: frentes de vidrio sobre el mar, hamacas coloridas, sillones de mimbre, esculturas artesanales en los rincones, lámparas de diseño. La fuerte tensión entre la economía local de la pesca y la economía globalizada del turismo aparecía así ambiguamente inscripta en la materialidad del espacio urbano de Japaratinga. Me pareció exagerado interpretar esa disociación entre la cara playa y la cara pueblo de las posadas como un gesto de ocultamiento, a los ojos de los habitantes, de los signos arquitectónicos del marketing turístico, pero sí pensé que tenía mucho que ver con las discusiones de nuestro coloquio: inscripción de la dinámica económica en la experiencia cotidiana, a través –en este caso– de la retórica de los espacios y de los objetos.

En el encuentro que por segunda vez reunió en este pueblo de pescadores del estado de Alagoas, en Brasil, a especialistas de distintos países convocados por el Centro Internacional de Semiótica y Comunicación (Ciseco), analizamos durante cinco días cómo, a través de múltiples discursos, la economía se articula a la sociedad y al sistema político, en particular después de la crisis iniciada en 2008. En la sesión de apertura, un video del senador Cristovam Buarque permitió discutir las acciones del gobierno ante la crisis económica. Nelson Breve, asesor de prensa de la Presidencia de la República de Brasil, presentó las tareas de su equipo: relaciones permanentes con los periodistas de todos los medios de comunicación del país y del exterior, teniendo en cuenta sus características específicas: medios internacionales, nacionales, regionales, estaduales y locales. El profesionalismo de los responsables de las relaciones con los medios del gobierno de Lula les dejó a los argentinos presentes en el coloquio la sensación de estar escuchando un mensaje venido de otro planeta. La comparación entre la Argentina y el Brasil no deja dudas sobre el carácter de profecía autocumplida de la política oficial en uno y otro caso: si un gobierno decide que los medios son sus enemigos, éstos lo serán. Y si un gobierno entiende que los medios de comunicación representan el lugar natural para explicar y legitimar sus políticas, así será. A la Rede Globo (monopolio más poderoso que el Grupo Clarín, en razón de las dimensiones del mercado brasileño) no parece importarle mucho que la candidata del obrero metalúrgico transformado en presidente de la República gane cómodamente, como las encuestas parecen indicarlo, las inminentes elecciones presidenciales.

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Los modos en que se articulan la economía y la política determinan las maneras en que a su vez se conectan los mundos cotidianos de los actores sociales: las dos caras de las posadas del puerto de Japaratinga me parecieron un curioso signo de interrogación sobre las relaciones posibles entre la cultura popular de los pescadores que habitan los miles de kilómetros de playas del Brasil y la industria del turismo de clase media, a la que se han incorporado estos últimos años varios millones de brasileños. Contemplando el mar el miércoles por la noche, me preguntaba si una buena respuesta a ese interrogante permitiría al mismo tiempo salvar para todos la experiencia del indescriptible espectáculo de la luna llena trazando un gigantesco reflejo plateado sobre las aguas oscuras.


*Profesor plenario, Universidad de San Andrés.