Uno de los derechos fundamentales que poseemos en nuestro país es a la educación. Específicamente el acceso a la educación que el Estado debe garantizar en pos del desarrollo y la justicia social, tal como lo establece la Ley de Educación Nacional.
En general, salvo alguna excepción como la frecuente falta de vacantes para Nivel Inicial de la Ciudad de Buenos Aires, el derecho al “acceso” se cumple. Las discusiones comienzan una vez que el alumno está dentro del sistema ¿Cómo se puede dar una educación de calidad con la cantidad de necesidades que atraviesa nuestra escuela con todos sus actores?
El sociólogo y antropólogo Philippe Perrenoud alerta sobre los peligros de caer en reduccionismos del tipo: los cambios se dan de forma radical a partir de reformas educativas que se formulen de arriba hacia abajo. Podríamos pensar en otros como: las dificultades de “la escuela” se solucionan sólo con un presupuesto más alto, los docentes no tienen herramientas para hacer su trabajo o, el más riesgoso de todos, el problema son los chicos que van sin ningún tipo de interés al colegio. Es paradójico que, ante una situación visiblemente compleja, se pretenda que la solución sea lineal y unidimensional.
Una muestra de esto ocurre en la reacción mediática y académica ante las pruebas PISA. Estas se encargan de medir el desempeño de alumnos de varios países en un determinado tipo de prueba para así realizar una valoración internacional de su rendimiento. Es un dato. Lo que debería ser tomado como tal termina siendo subestimado por muchos o concebido como punto de referencia absoluto para otros. Y allí es donde se cae en otros lugares comunes. Por ejemplo, ante los consistentes buenos resultados que presentan países nórdicos, se pretende realizar un “copiar y pegar” de esos sistemas sin tener en cuenta que se trata de países con disímil historia, demografía y con contrastes que van desde sistemas impositivos diferentes hasta miradas culturales contrarias.
Es necesario entonces encontrar herramientas disponibles que permitan un desarrollo de contenidos y de competencias que sea ambicioso, inclusivo y garantizado por el estado.
Una propuesta es observar cómo funciona nuestro sistema de salud pública. Aún con todas sus problemáticas presenta un conjunto de características a analizar detalladamente.
El prestigio profesional: Ser un profesional de la salud que trabaja en hospitales del Estado otorga un alto nivel de reconocimiento popular. No es infrecuente que exitosos médicos que se desempeñan en el ámbito privado le dediquen horas al trabajo en espacios públicos. Esta construcción social choca contra las caracterizaciones comunes que se hacen sobre los docentes del Estado.
Largos procesos de estudio y actualización constante: En el ámbito médico la formación es constante. Recibirse de médico lleva al menos 6 años. Las especializaciones, en una situación de aprendizaje en el hacer, llevan entre 3 y 5 años. Es decir, cuando a uno lo atiende un médico especialista, se encuentra frente a alguien que estuvo estudiando entre 9 y 11 años consecutivos.
Si hay meritocracia, que sea hacia arriba y no hacia abajo: Para ingresar como médico en un hospital es necesario rendir un exigente examen que seleccionará a los “mejores”. La meritocracia se da entre los médicos, sería ridículo pensarla en los pacientes. En el sistema educativo sin embargo se utiliza la lógica inversa: las escuelas públicas que tienen mayor prestigio social realizan exigentes exámenes de ingreso a alumnos a los que debe educar.
Salarios competitivos y la posibilidad de realizar una carrera profesional: Es condición necesaria para que se cumplan las características anteriores que la carrera docente sea percibida como una opción profesional concreta y no como un “apostolado por amor al saber y a la juventud”.
Éstos son algunos factores que se podrían tener en cuenta del modelo médico para pensar al sistema educativo de una forma distinta. Por supuesto será necesario un análisis profundo y realizar adaptaciones, pero permite empezar a considerar que hay posibilidades, creativas y realistas que ya son aplicadas en otros espacios profesionales del Estado.
(*) Psicólogo especializado en educación.@Nachoones