Le escribe su amigo cordobés, que ha estado mudándose a la punta de la montaña, lejos del campus donde trabaja. Le dice que está gordo y barbudo, buscando a su tercer hijo en medio del bosque. Piensa que va a contestarle que deplora las dos primeras circunstancias, pero seguramente las anotó porque son el índice de su felicidad.
Le escribe, su amigo, para reportarse vivo desde su retiro y para felicitarlo por las novedades familiares. Cada uno, le dice, a la distancia, forma parte del cotidiano del otro. Agrega unas pinceladas de color local: tiene una familia de cuatro osos viviendo en el bosque de la propiedad (además de coyotes, pavos salvajes y los ya molestos ciervos). Le cuenta, de paso, que en dos semanas recibirá a Cecilia, Marta y Verónica, líderes del movimiento Ni Una Menos. Le dice que esa visita fue consecuencia de una columna suya en PERFIL, la que salió publicada el 21 de enero de 2017 precisamente con el título “Ni una menos”. Entre aquella columna y ésta, él ha visto otra serie, Broadchurch, que en su tercera temporada le dio respuesta a su reclamo de entonces: ¿cuál es el punto de vista del violador? Al final de Broadchurch el violador serial es atrapado y dice: “No eran vírgenes”, “fue divertido”, “la sensación de poder”, “usé condón”, todo con una sonrisa, como si no entendiera por qué tanto escándalo.
Pero no es eso lo que le contesta a su amigo cordobés, ahora gordo y barbudo, sino que le reprocha al amparo del “efecto mariposa” la invitación a esas tres amigas suyas porque una de ellas canceló la participación en un panel que él organizaba y otra abandona a la mitad un curso que él deberá cubrir para que ella pueda viajar a Darmouth.
Por un momento piensa decirle “¡Que se vayan todas!”, pero elude el sarcasmo y elige una formulación que no lo aleje tanto de la causa común: “Ni una más”, y se promete medir, en el futuro, sus aleteos de mariposón.