COLUMNISTAS

Efectos políticos

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Son dos temas: la salud de la Presidenta y las consecuencias políticas. La salud de la Presidenta es un tema médico acerca del cual sólo los especialistas pueden opinar. Por cierto, a gran parte del público le interesa, y mucho, no tanto por razones políticas –que interesan y son materia de especulaciones y cálculos para los dirigentes y para la gente informada– sino por la razón más obvia de que la Presidenta es un personaje mediático.

Los efectos políticos de este episodio tienen que ver con los dos años que restan del actual mandato y con la sucesión presidencial y, en lo inmediato, con el posible efecto electoral en la votación del 27 de octubre.

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En el plano electoral, parece dudoso que este episodio tenga algún efecto. Nadie dejará de votar a los candidatos oficialistas porque la Presidenta esté con un problema de salud. Que algunos que no los votaban cambien de idea es algo más posible, pero sólo si ella intenta y además logra capitalizar políticamente su enfermedad. Poco plausible. Un efecto positivo sobre la imagen personal de ella, que es posible porque genera pena o simpatía, no necesariamente se reflejaría en votos.

Si su salud no mejorase, la gestión podría complicarse algo. Eso no tiene por qué suceder, pero es una posibilidad.

Hay tres escenarios. El más probable es una licencia corta (un mes se dice estos días) al cabo de la cual estaría restablecida. Eso significa que la Presidenta estaría afuera de la campaña electoral activa y no sería protagonista el día de los comicios, cuando se conozcan los resultados, que desde ya se descuenta que no serán muy buenos para el Gobierno. Ella se estaría reincorporando a sus funciones poco después de la votación y podría reasumir sugiriendo que el resultado electoral no debe afectar su gestión –ya que ni siquiera se estaría haciendo cargo del mismo–. Retomaría el curso de su gestión planteando que “aquí no ha pasado nada importante”.

En ese caso, es probable que la Presidenta espere nuevos datos sobre la situación de la opinión pública en un contexto poselectoral, cuando sedimenten los efectos de la elección; por ejemplo, esperar encuestas a partir de dos meses después de los comicios y recién entonces decidir cómo encarar sus últimos años en la presidencia. Lo que siga a partir de ahí es tan incierto como lo era antes de su enfermedad: podrá haber retoques en el gabinete y correcciones menores a las políticas de gobierno, o no haberlos.

Un escenario más benigno es que se reincorpore antes, con su salud fuera de riesgo, como si nada hubiese pasado.

Hay un tercer escenario, y es que el problema de salud complique su gestión. En el límite, hay quienes imaginan que deba dejar el Gobierno antes de concluir el mandato. Si esa improbable situación ocurriese, lo esperable es que el Congreso convoque a una elección presidencial anticipada. Boudou a cargo del Ejecutivo sería un presidente débil y cuestionado; es algo viable en una licencia corta, pero no para dos años de gestión con una elección presidencial como broche.

Si Boudou intentase y pudiese continuar hasta el fin del término, cabe imaginar un Gobierno más moderado –al menos en la  política económica– y un oficialismo electoralmente escuálido para afrontar la elección presidencial en 2015.

Si se convocase a elecciones anticipadas, quienes hoy están mejor posicionados como “presidenciables” serían los más probables candidatos: Scioli, Massa, Macri, Cobos, Binner, más alguna opción de izquierda con menos potencial, pero capaz de quitarle algunos votos principalmente a estos últimos.

Ese escenario es poco probable. Más probable es que el período presidencial se complete, y que hasta el final del mandato la política –Gobierno y oposiciones– siga su propio curso, el mismo que venía recorriendo hasta ahora.
 

*Sociólogo.