En los 90, José Larralde cantó una milonga, Fogonera, en la que le sacó punta a la ironía para hablar de una grieta que no es tan diferente –como algunos quisieran– de la que hoy padece la sociedad argentina:
“Tengo amigos en el gobierno, tengo amigos en la zanja/ entre el arriba y abajo qué grande se ha hecho la franja. /Qué grande se ha hecho la franja entre el arriba y abajo, /Unos se van pa’l Miami y otros se van pa’l carajo”.
Sí, la grieta actual es diferente. Menos tangible. El cantor hablaba de la enorme distancia en los extremos sociales en la distribución de la riqueza. Pero –paradojas de esta época– al finalizar el ciclo de la versión kirchnerista del PJ en el gobierno, la distribución es un poquito peor que la que veinte años atrás exhibía la versión menemista del PJ en el gobierno: según muestran los estudiosos del tema, la brecha entre el ingreso per cápita familiar promedio del 10% más rico con relación al 10% de menores ingresos, de acuerdo al último dato disponible del Indec (tercer trimestre de 2014) es de 20 veces. En 1994, en la vilipendiada era menemista de la cual nadie del PJ reconoce que fue parte, era de 19 veces. Todo un logro de la década ganada.
(De todos modos, puede ser peor, porque estas cifras están en discusión en la Argentina actual: nadie le cree a nadie. Toda cifra es manipulable, toda estadística poco creíble. Parece que todos, hasta los estudiosos de la realidad social, caímos en lo más profundo de la grieta. Un indicador más del costo que tiene para la calidad de nuestra democracia. En fin. Por todo eso, quizá sea mal momento para lo que esta columna quiere sugerir, pero, como dice el saber popular, “nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Veremos).
La idea es proponer un juego. Un ejercicio para achicar la grieta. Consiste en pedirles a los amigos K y a los amigos anti K de buena voluntad –en el supuesto de que los haya, claro– las siguientes consignas:
Si usted es anti K: enumere diez (10) aspectos de las políticas públicas de esta década que le parecen positivos y que deberían ser conservados por el próximo gobierno, sea el que fuere.
Si usted es K: enumere diez (10) aspectos de esas políticas públicas que deberían ser corregidos por el gobierno entrante, gane quien gane las elecciones.
El supuesto de la buena voluntad es imprescindible para el ejercicio. Pero la propuesta tiene, además, algunas cláusulas restrictivas.
A ambos se les pide honestidad intelectual. No hay posibilidad de diálogo si quienes deliberan vienen “con el puñal bajo el poncho”. Esa disposición requiere dejar de lado algunas trampitas. Por ejemplo, para los primeros (los anti K), no vale presentar como positivo algo que, en realidad, es señalado desde la negatividad. Los ítems valiosos deben ser apuntados sin perjuicio de todo lo cuestionable y/o mejorable que se pueda señalar en ellos (vgr.: “La asignación universal por hijo (AUH). Pero debe ser por ley, auténticamente universal y con montos unificados, y no que los hijos de las personas ‘valgan’ distinto para el Estado, como sucede hoy”).
Para los segundos, será invalidado presentar como políticas a corregir aspectos que el oficialismo achaca a las múltiples y vaporosas conspiraciones que denuncia a cada paso. Se trata de señalar errores, asuntos no abordados, irresueltos por este gobierno, o incluso creados por él. (Por ejemplo, no vale señalar como si se tratara de un punto a mejorar “La democratización de la justicia, para que deje de haber jueces al servicio de la corporación mediática”). Es decir: los participantes del ejercicio deben poner en juego su madurez y apertura a la mirada del otro. Esa es la condición del juego.
Quizás alguien se prenda. Los presidenciables, por caso. Sería todo un detalle de su parte.
*Dirige La Vanguardia, del Partido Socialista.