COLUMNISTAS

El 28 de octubre de 2013

default
default | Cedoc

¿Cuál es la peor situación para el día posterior a las elecciones legislativas? ¿Cuál la mejor?
El futuro indeseable es que, independientemente del resultado de las elecciones legislativas, el Gobierno y la Presidenta estén en iguales o mejores condiciones que hoy para continuar gobernando como hasta ahora. Evito la enumeración de los daños hechos al bienestar general, a la democracia, a la organización republicana y a las relaciones exteriores porque, excepto para los incondicionales beneficiarios de esas políticas, todos ellos resultan evidentes.
Puede llamarle la atención que ese futuro no sea sólo la consecuencia de un triunfo del Frente para la Victoria en las elecciones. Sin duda, si ese no partido ni movimiento ganara, todo sería más exagerado y veríamos la proliferación de raptos wagnerianos en la conducción de la Argentina. Pero, también puede pasar algo similar si pierden, no sólo en el recuento global de votos, sino también en la distribución de bancas. Puede repetirse la situación de 2009. Ganó la oposición pero eso no se tradujo en ninguna consecuencia política mayor: el Gobierno no tuvo más controles, límites o contrapesos que cuando tenía las mayorías en las cámaras. Tuvimos un Congreso paralizado.
A menudo se señala que el fallecimiento de Néstor Kirchner y la recuperación económica explican el 54% del oficialismo en 2011. En cambio, no se menciona la responsabilidad de la oposición, que habiendo ganado las elecciones en 2009 no tuvo capacidad de gobernar el Congreso.
Por lo tanto, la primera cuestión no es sólo que la oposición gane, sino que sepa lo que tiene que hacer. En verdad, sé que es duro decir esto pero una oposición que no sepa en qué va a usar toda su fuerza a partir del 10 de diciembre de 2013 no merece ser votada.
Ante una derrota del Gobierno y, por lo tanto, bloqueada la posibilidad de re-reelección, existe un riesgo alto de que esa victoria de la oposición se licúe en luchas internas para encontrar un mejor posicionamiento para las presidenciales de 2015. Estaríamos así reproduciendo el escenario 2009-2011. Para la sociedad, el mensaje sería claro: estos sectores opositores no tienen capacidad de gobernar el Congreso, mucho menos la Argentina.
Por lo tanto, tan importante como la victoria electoral de la oposición en las elecciones es tomar cuanto antes las iniciativas para evitar una nueva puja interna después del 28 de octubre y ejecutar un conjunto de compromisos parlamentarios a partir del 1º de marzo de 2014, es decir, cuando el Congreso vuelve a tener la facultad de iniciativa en la presentación de proyectos de ley.
En el tiempo que corre existen algunos objetivos vitales que deberían contener el compromiso político.
El primero es dar marcha atrás en todas aquellas decisiones que puedan ser revertidas por la acción del Congreso. Por lo pronto, reparar el daño a la República. Pienso en iniciativas como la modificación del funcionamiento de la Justicia y del Consejo de la Magistratura; la rendición de cuentas de los ministros y del jefe de Gabinete ante el recinto de las cámaras con el objetivo de establecer un control eficaz de los actos del ejecutivo; asegurar el control parlamentario de los datos económicos y la estadística en general; nuevas normas anticorrupción con la creación de los órganos parlamentarios de seguimiento; comisión investigadora sobre el patrimonio de los funcionarios públicos retroactivos a los últimos diez años; comisión parlamentaria para el seguimiento del acuerdo con Irán y creación de un sistema trimestral de información pública que haga conocer, en conferencia de prensa, los avances de las mismas.
Pero no sólo de la reparación republicana se debería ocupar este Congreso Fuerte. Agregue, para completar los deberes de la oposición en el Congreso, la necesidad de actuar para detener la caída de nuestras reservas monetarias y sus peligros inherentes, así como la crisis de producción energética y la ausencia de reglas de juego para el sector.
Puede que esta lista no sea exhaustiva; pero existen algunas semanas para concluirla. A este conjunto de acciones se agregaría la reiteración del compromiso de votar en contra de cualquier intento de modificación de la Constitución en los próximos treinta meses o el otorgamiento de poderes especiales al jefe de Gabinete de ministros. Cristina Kirchner buscará la reelección por todos los medios. Lector, no dude un instante, oiga lo que oiga. Por eso no hay herederos y, si se insinúan, reciben la furia presidencial.
Este compromiso debería ser preciso y firmado formalmente por todos los partidos de oposición que aspiran a cargos en las cámaras del Congreso Nacional.
Reitero que el sentido de esta iniciativa es comprometer a la oposición a dar pasos efectivos y urgentes para detener la devastación del gobierno de Cristina Kirchner. Las acciones contenidas en este acuerdo deben ser de interés básico para todos los partidos, independientemente de sus posiciones ideológicas o políticas. Gobernar sin cifras es imposible para todos; sin balance entre poderes, indeseable para cualquier partido republicano y así con el resto de las normas propuestas.
Aun si éste fuera el único logro de la próxima Legislatura, el triunfo opositor habría valido la pena.
Sin embargo, las nuevas cámaras tienen también otras tareas delicadas que cumplir. Desgraciadamente no pueden ser detalladas en pasos concretos como es el caso que acabo de describir porque se trata de una acción política general: evitar que Cristina Kirchner, derrotada electoralmente, limitada en su poder, acorralada y conciente que su reelección es imposible no inicie una política de tierra arrasada.
Por lo que se lee y escucha, lector, varios miembros del Gobierno, incluida la Presidenta, tienen altas posibilidades de ser juzgados por corrupción y condenados. Cuando tomen conciencia real (no una lejana y ahogada sospecha en la boca del estómago) de que en 2015 pueden pasar de la alfombra roja de la Casa Rosada a las modestas instalaciones de Comodoro Py, estarán tentados en usar la técnica de los rusos cuando se acercaba Napoleón a Moscú: quemar todo.
Usted sabe que no exagero. Usted ve el rostro duro e implacable de la Presidenta cuando les habla a los argentinos. Un rostro que tuvo algún atractivo y que ha mutado hacia la furia y la ira. Imagine al mismo personaje perseguido por las imágenes de su pesadilla judicial; lo más probable es que su consigna “vamos por todo”, en instantes, se transforme en “que no quede nada”.
Bien, ¿cómo evitamos que suceda esto? No me refiero a la pesadilla judicial sino al “que no quede nada”. ¿Un Congreso Fuerte podría hacerlo, sirviendo de defensa a la huida despavorida de un gobierno asustado por la cárcel?
Estoy seguro de que si los partidos logran firmar el Acuerdo por la República y controlar la desesperación del Gobierno, la política argentina se habrá recuperado, en gran parte, de su pérdida de representatividad