En Estados Unidos el ejercicio del periodismo es altanamente profesionalizado. Los estándares de rigurosidad informativa son respetados por periodistas y empresas de medios, más allá de las diferencias ideológicas que se puedan encontrar entre la CNN y la Fox o entre el New York Times y el Wall Street Journal. Es normal que en la prensa norteamericana se haga público el apoyo de un candidato durante una campaña presidencial, pero también es común que los mismos periodistas que manifestaron abiertamente su respaldo luego critiquen al presidente cuando inicie su mandato.
Pero desde que asumió Donald Trump la relación entre la prensa y el presidente está cambiando en Washington. El magnate republicano le ha declarado la guerra al periodismo y desde que inició su gobierno anuló la tradición de realizar conferencias de prensa regularmente y decidió dejar de atender a los acreditados en la Casa Blanca para responder preguntas en profundas entrevistas. Trump prefiere establecer el contacto con el pueblo estadounidense sin intermediairos y utiliza sus redes sociales como arma de difusión masiva para cuestionar a la prensa tradicional.
La lucha de Trump con el periodismo incluye discursos contra las “mentiras” que, según él, se pueden encontrar en las noticias del New York Times, las tapas de la revista Time o los informes de la cadena CNN. Esta semana, por caso, el presidente difundió en su cuenta de twitter un video con una imagen trucada en la que se lo puede ver tirado en el suelo, apoyado sobre otra persona en medio de una lucha cuerpo a cuerpo. La imagen fue tomada hace varios años en medio de un reality en el que Trump parodió una pelea con otro participante del show televisivo. Pero la cabeza del oponente ahora está reemplazada por el logo de la CNN. “Ustedes hacen periodismo basura”, disparó el republicano en twitter al postear el video.
Hay solo un grupo de periodistas que Trump respeta: los amigos. Son periodistas de la cadena Fox y su programa no deja margen de dudas: se llama Fox and Friends. El 678 de Trump logra entrevistar al presidente casi todas las semanas y en esos largos minutos no hay preguntas incómodas, ni críticas a sus políticas de gobierno. Todo lo contrario, Trump es tratado, como bien dice el título del programa, como un buen amigo.
Fox and Friends es el programa más conservador de la conservadora Fox y es uno de los programas de mayor audiencia de Estados Unidos ya que, según las empresas que miden el rating en Estados Unidos, en su franja horaria duplica en espectadores a la CNN y a la MSNBC. Se emite de lunes a viernes desde las 6 de la mañana, y es un típico show en vivo de panelistas, con noticias de actualidad, con informes, entrevistas, y mucha pero mucha opinión.
Fox and Friends se inició tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 para reforzar el patriotismo estadounidense. Fue el primer medio audiovisual que explotó el odio al mundo islámico durante la presidencia de George W. Bush y fue el que mayor lugar le dio a las versiones que ponían en duda la nacionalidad y la religión de Barack Obama.
Brian Kilmeade, uno de los conductores de Fox and Friends, fue acusado de respaldar a grupos extremistas y racistas como la English Defense League, que cuestiona el avance del islamismo en Occidente, principalmente en el mundo anglosajón, y promueve un regreso a los valores cristianos. Otra de las figuras de Fox and Friends, Heather Nauert, dejó el mes pasado el show para convertirse en la vocera del Departamento de Estado. La periodista será desde ahora la encargada de explicarle al mundo las decisiones de política exterior de Trump. Nauert tuvo posiciones muy críticas de Irán, Venezuela y Cuba en sus apariciones mediáticas.
“El periodismo se ha vuelto deshonesto. Por eso, si yo dejo de hablar con los periodistas les haré un gran favor a los estadounidenses”, anunció Trump el 16 de febrero en la Casa Blanca. Fue uno de los últimos contactos que tuvo con periodistas profesionales. Desde entonces, prefiere hablar sólo con periodistas amigos.